domingo, 24 de octubre de 2010

La Red Social: Abrazando el anonimato




En Desmontando a Harry (Deconstructing Harry, 1997, Woody Allen) vemos como en uno de los cuentos creados por Harry Block, su protagonista impele a su familia a llevar gafas tras verse en in pass existencial donde aparece desenfocado. La aceptación se consigue no a través de la reformulación del ego sino desde la invasiva imposición infecciosa que prescinde del “confirmar” para hacerse efectiva. Y si bien la posibilidad de cambiar el mundo queda en manos de unos pocos elegidos, Mark Zuckenberg, figura central de La red social (The Social Network, 2010, David Fincher), debe incluirse en dicha lista como uno de los motores de las neo-relaciones humanas a través de Internet. Y es en esa figura de reformulador donde se erige el relato sobre la codicia derivada del ansia de aceptación que, a modo de decadente utopia y actualizaciones de estado, se perfila en el nuevo film de David Fincher como el retrato generacional de nuestro tiempo.

Como apunta Mónica Jordan, “acostumbrados como estamos al ipso facto, abrumados por la comodidad que supone y agradecidos por el generoso ahorro de tiempo que eso nos reporta, a veces fallamos en reflexionar sobre las causas y entresijos que permiten esa velocidad”[i]. El tiempo que se nos regala se productiza, se invierte en rendimiento y se genera una acelerada espiral donde la amplitud vence a la profundidad, donde los titulares mandan y las confesiones y estados de ánimo se publican on-line a golpe de tweet, ahorrándonos el costoso contacto individual. Así somos un poco de todos, y mucho de nadie, un compendio de estados resumidos en un muro, o un lector de noticias que permite filtrar la imagen de lo que somos y la información sobre la realidad que moldea lo que hemos de ser. Porque Facebook, como apunta Óscar Brox, “se nutre de la actualización constante del estado de sus usuarios; en otras palabras, se define a partir de la vida de los otros, no de la suya propia”[ii], en un capitalismo emocional donde la valía del individuo se ahoga en la telaraña de lazos que es capaz de tender hacia otros, generando un anonimato sólo permeable a través de la acción.

Y desde ese anonimato de perfil parte el guión de Aaron Sorkin (El ala oeste de la Casa Blanca, Studio 60 en the Sunset Strip) en una historia que tiene tanto de Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941, Orson Welles) como de Los 400 golpes (Les 400 coups, 1959, François Truffaut) y que encuentra en Jesse Eisenberg un excelente vehículo sobre el que articular su discurso. Porque si la palabra permite comunicarnos con el mundo, las emociones nos conectan con él, y la dupla Eisenberg-Sorkin crea un personaje con la lengua tan afilada como enigmas esconde su rostro mostrando a través de sus actos, de la génesis de Facebook, el motor emocional del mártir víctima de la ironía de su incapacidad. Porque Zuckenberg se nos muestra como el bipolar abanderado del triunfo empresarial (la palabra) y solitario cadáver social (la emoción) que, a través de la mutación de su entorno se redescubre huérfano tanto en su triunfo (cierre) como en su fracaso (apertura).

Y de ese anonimato participa Fincher, que en palabras de Horacio Muñozha optado por un estilo clásico, perfecto, homogéneo, sin fisuras, con unos flashbacks que tienen una sabor añejo y unos diálogos acartonados”[iii], pero que esconde en sus formas apuntes de una modernidad impregnada del “trabajo en equipo” para dotar al film de un componente social donde su savoir faire deja paso a otros méritos, siguiendo la tónica marcada con su portentoso trabajo en Zodiac (David Fincher, 2007). Y es que desde su narrativa fragmentada, sus saltos temporales (más cercanos al flashforward que al flashback) y su acelerado montaje nos insta Fincher a sentir La Red Social como un bombardeo informativo tan frío como cercano a la interacción que, a través de la tecnología, entablamos con nuestro mundo, siempre desde la fisicidad de no necesitar los ropajes virtuales de unas formas que adaptan lo que percibe el ojo, pero no la emoción (youtube, móviles, televisión). Así se erige La Red Social como un film tremendamente humano, pero reformulado para ser el aparatoso vehículo de un mensaje que se pierde en las formas modernas a golpe de F5.

Por eso su biopic sobre el creador de la red social más importante rehúye ser un tendencioso panfleto arribista (tan de moda últimamente), así como de ser un pacato retrato fan-made, para erigirse como una rara avis en forma de relato que, según Jordi Costa, “funciona como latencia y eco de viejas construcciones mitológicas en lo que, en realidad, se afirma como sobrecogedor retrato de unos tiempos (nuestro presente) marcados por la asfixia del significado y la implacable entrada en una sensibilidad casi posthumana”[iv], donde no hay azar alguno en la puesta en escena como tampoco aristas en su homogeneidad formal (excepto en la escena de la regata, pretendida boutade de ruptura estilística) llevando su trabajo a la propia esencia impersonal de Facebook, nutrido de experiencias ajenas presentadas al ritmo de un vertiginoso caos de banda ancha. Porque la crónica de la sociedad moderna no viene siempre marcada por los hechos, sino que las formas moldean las venideras consecuencias en un inseparable tándem "¿que soy?/¿qué hago?" (véase Das experiment).

Así se prioriza un relato descontextualizado donde no existe periferia en la diégesis, donde su universo se construye desde dentro de cada escena y los perfiles se sostienen exclusivamente sobre sus actos en pantalla, a modo de huérfana pregunta a la caza de una objetividad, de per se, inalcanzable en el arte, aunque “al final, ese estilo, acabe cuestionándolo todo, poniendo en evidencia un mundo cuyo nacimiento es considerablemente cercano en el tiempo aunque su rapidez de expansión comience a producir la idea de que sucedió hace ya mucho”[v]. Porque la poliédrica realidad no es abarcable ni por 500 millones de testimonios, y porque de esas distintas facetas participamos, a modo de collage dentro de un collage, similar al visto en la excelente Confessions (Kokuhaku, 2010, Tetsuya Nakashima).

Y si ser parte de un todo implica ser un poco de cada, los motivos se hacen necesarios para comprender cómo un nerd se convirtió en el multimillonario más precoz de la historia, porque “la historia de La red social es, por encima de todo, el relato de un abandono”[ii][sic]. Si bien durante el transcurso del film vemos en boca de los protagonistas afirmar que el propósito de la primigenia Thefacebook no era hacer amigos sino conocer tus opciones de follar, en la escena que abre el film se nos presenta a un Zuckenberg que antes de ser abandonado se muestra preocupado por llevar a cabo un proyecto que le abra las puertas a la fraternidad más prestigiosa de Harvard. La elipsis que supondría esa escena junto a la que cierra el film denota el cambio de contexto, de entorno, pero también el estatismo emocional de quien ve el mundo como trenes para los que no tiene billete. La aceptación no es sólo el motor de La red social, sino del propio Facebook, que a la manera de esa joya llamada Déjame entrar (Låt den rätte komma in, 2008, Tomas Alfredson), retrata un vampirismo emocional donde la exclusividad se contagia a través de la ansiada y consciente aceptación: No quiero que me toleres, quiero ver cómo me acoges. Así el habitual rechazo femenino se torna incitador para aquel que necesita demostrar algo al mundo, ya que el espejo a nuestro valor intrínseco que encontramos en el amor busca la alternativa social para deformar dicho espejo y presentarlo a los ojos que dejaron de reconocernos. Como en todo relato clásico lo femenino es un motor de cambio para la tullida figura del protagonista.

Así nuestras acciones se tornan ecos de un pasado formado por personas que moldean nuestra identidad (soy), nuestro estilo; mientras las llagas del presente condicionan el camino de aquello que queremos ser (hago), en un mosaico donde la personalidad surge de la asociación y filtro de nuestro contexto y que el universo virtual nos permitie sesgar por tal de ser brevemente la imagen de lo que queremos ser, convertidos en una suerte de Catfish (Henry Joost, Ariel Schulman, 2010). Así nos llenamos de ideas ajenas, citas, referencias y expresiones en un “recorta, pega y colorea” tan fiel a nosotros mismos como alejado de lo que somos, una anhelada ficción que en pequeñas dosis parece real y que anula el ego del nihilista “yo soy yo y mis circunstancias” en pro de un eco existencial en quienes nos rodean, aquellos que nos verán con las gafas que les hemos dado, como el personaje de Harry Block. Somos en tanto que nos perciben, aunque al final, todos vivimos en una mentira cuyo tráiler es La Red Social.


[i] Mónica Jordan, The Box: El neo-pecado no-original, Transit: cine y otros desvaríos nº3, Enero 2010

[ii] Óscar Brox, La red social: Fuck Facebook?, Miradas de Cine nº103, Octubre 2010

[iii] Horacio Muñoz Fernández, La red social: Clasicismo retrógrado, EnClave de Cine, Octubre 2010

[iv] Jordi Costa, La red social, Fotogramas, Octubre 2010

[v] Israel Paredes, La red social: Sobre las nuevas formas sociales, Dirigido por… nº 404, págs 30-31, Octubre 2010

8 comentarios:

M. Jordan dijo...

Plas, plas, plas... De cómo coger la forma de una película y de su tema y hacer un texto consecuente con ellos.

Y no lo digo porque salga yo por ahí.

Mister Lombreeze dijo...

El sexo inventó Internet.
El sexo inventó Youtube.
El sexo inventó Facebook.
...

Ivan dijo...

Está muy bien la peli, me gustó. Sobretodo tiene mérito que consiga un ritmo tan endiablado basándose en un rodaje de interiores. Demuestra que no hace falta aburrir para hablar de personajes humanos, y que un gran guión arregla cualquier cosa.
Eso si, no noté especialmente el estilo Fincher, pero aún así está rodada con mucha elegancia. Lo que no cogí muy bien fue la escena de la regata, con ese efecto tilt-shift, quizás buscaba algo, una crítica a la superficialidad, yo que se...pero no me quedó muy claro.

Redrum dijo...

Gracias Mónica. Tus aplausos dan más vida a este blog que las estadísticas de statcounter, de verdad.

Tampoco te he metido por peloteo, ya lo sabes ;) El propio texto lo confirma.

El sexo nos inventó a nosotros, Mr.Lombreeze.

Ivan, interiores... un pc... un muro de Facebook... y un vértigo informativo. Otra de las tantas maneras en que la peli se acerca a la realidad más fielmente que otros films de corte social.

Yo creo que aparte de la ruptura estilística con el resto del film, buscaba empequeñecer los exteriores, darles un aspecto irreal o virtual.

¿Y qué me dices del tratamiento visual específico para Timberlake? En los diálogos con Zuckerberg hace que sólo le veamos la cara, como si estuviéramos hipnotizados por su presencia, pero a la que hay más gente en la escena, flap, trata al personaje con más distancia.

Simplemente brutal.

1 saludo y gracias por comentar!

Anónimo dijo...

Aún no he ido a verla, pero parece que por fin han hecho una película 'real' sobre algo que tenga que ver con Internet. Muy buena reseña caballero.

El resto de aproximaciones (piratas de silicon valley y compañía) no aportan más a este tema que una peli de chuck norris a las de lucha...

Saludos.

P.S: "Como en todo relato clásico lo femenino es un motor de cambio para la tullida figura del protagonista."

sigo dando vueltas a la frase...impresionante.

David dijo...

Esto... La vi ayer, me gustó mucho. Te comenté tu comentario en el blog de Jero. Esto me lo he leído por encima (es que ya leerme una cuarta reseña de una peli que ya he visto me parece demasiado... Me gusta cómo escribes Redrum y tus reseñas, pero llego un poquito "tarde" a esta...o tú (me entiendes, ¿no?)
Un saludo.

Insanus dijo...

Esto podría estar en papel y vendiéndose en un quiosco, tío. Bravo, me ha gustado mucho.

Sobre Facebook, para ratillos está bien. Comprendo también que atrape, es como un MSn vitaminado, cómo no va a atrapar.

Redrum dijo...

Estimado caballero Anónimo, no se la pierda. Es una muestra perfecta de como hacer gran cine sin necesitar de parafernalias formales, pese a haberlas (1 actor = 2 gemelos)

Jajajaja! Efectivamente, esto no es Chuck Norris... pero el gran acierto es la forma. No es mostrar lo que es, sino hacerte sentir lo que se siente.

Gracias, me alegra que mi prosa sepa tener guiños privados también ;)

Jajajaja! David, eres un perezoso... mira que siempre intento hacer aproximaciones distintas a las que leo por ahí...

Muchísimas gracias, Insanus. Esa era la idea, aproximarme al estilo periodístico abrazando, así, mi anonimato. Tirando del, a menudo, abuso de referencias y tics, comparaciones, e intentando empacarlo con visos lejanos de mi estilo propio... vamos, un churro multi-estilístico, como Facebook.

Estoy contigo, aunque engancha y acaba siendo el embudo a través del cual conoces gente y te das a conocer. En este mundo somos víctimas de las herramientas...

1 saludo y gracias por comentar!