martes, 31 de agosto de 2010
lunes, 30 de agosto de 2010
La imagen de la semana
Pues la semana viene cargada de chorradas, y aquí un servidor siempre está atento para servíroslas en una sola entrada. La primera de ellas, y ya que Sly ha invadido mi blog, es que el actor se ha hecho un twitter. Dicha noticia sería una chorrada si no fuera porque en dicho twitter afirma que quiere a Bruce Willis como villano en The Expendables 2. De paso se muestra sorprendido por el 42% de porcentaje de mujeres que han ido a ver su film.
En otro orden de cosas cabe destacar la noticia de que John Cusack encarnará a Edgar Allan Poe en el nuevo film de Mini-Wachowski (aka James McTeigue), un thriller que tratará los últimos cinco días del escritor americano en una mezcla del poema El cuervo y Seven. Si la idea ya suena infame, más raro se me hace el entusiasmo de algunos por John Cusack, que lleva más de una década encadenando bodrios.
Para compensaros el disgusto os dejo con los trailers de Skyline, Black Swan y 127 Hours. El primero es un film de ciencia-ficción sobre una invasión extraterrestre que, a priori, suena a más de lo mismo, pero el trailer pinta de lujo. El segundo es la nueva propuesta de Darren Aronofsky, mezclando ballet, suspense y fantasmas. Y el último viene de la mano de Danny Boyle para recrear el accidente de Aron Ralston en el que haciendo escalada se vio atrapado por una roca.
domingo, 29 de agosto de 2010
Grandes momentos del cine: 1408
sábado, 28 de agosto de 2010
Gladiator: What we do in life...
Extraído del primer número de Cineuá:
A Ridley Scott le bastaron cinco años para hacerse un nombre en el panorama cinematográfico internacional. De 1977 a 1982 rodó tres films hoy día considerados obras maestras casi unánimemente: Los Duelistas, Alien y Blade Runner. Durante los diez años siguientes mantuvo intacto su prestigio con algún film notable pero sobretodo evitando el estrépito en las cuatro películas que filmó de 1982 a 1992. Irónicamente y tras el rodaje de Thelma & Louise repitió ciclo de cinco años y tres film (1942, La tormenta blanca, La teniente O´Neal) para enterrar la reputación de genio que había logrado a la manera que sus protagonistas femeninas: lanzándose a toda carrera hacia un precipicio. Y sin bien las obras son inmortales, el orgullo, a veces, es un gran consejero, haciendo caso a crítica y público que advertían a Scott de que su carrera iba directa a un suicidio artístico. Incluso algunos llegaron a dudar de la autoría de sus tres obras maestras.
El comandante de las tropas del Norte es traicionado y degradado. El cine de romanos, antaño sinónimo de espectáculo, es abandonado y denostado como género. El brillante joven que apuntaba a genio encadena fracaso tras fracaso consumiendo su crédito y perdiendo el prestigio, viviendo de sus primeras obras. Máximo Décimo Meridio se convierte en el esclavo del sistema que llega a desafiar al emperador. Universal Pictures y Dreamworks deciden producir un film de romanos en pleno siglo XXI y al frente del proyecto un director que busca recuperar su gloria a través de la épica, de un triunfo en taquilla con un producto descaradamente circense donde la venganza es el motor de la historia. Gladiator y Scott estaban condenados a encontrarse.
La mano acaricia el trigo en busca de sensaciones que calmen la nostalgia. La sencillez es pureza que esconde una profundidad e inmediatez muy lejana a los méritos del artificio. Se cierra la ensoñación y la realidad depara ira y sangre, barro y frío, un ejército y un perro fieles, redoble de tambores y finalmente la batalla. La tierra llena las manos del guerrero, la misma que acabará cubriendo su cuerpo, que le conecta con la pureza, con sus orígenes, con la propia esencia de una guerra que tan sólo conquista puñados de tierra. Scott apela a través del guión a sus fieles, a su ejército (“!Permaneced junto a mi¡”), y libra una primera batalla, hija legítima del Spielberg productor mostrando las líneas maestras de la propuesta que es Gladiator: El espectáculo que nace del intimismo, el eco del individuo en la masa.
El director/gladiador, despojado de sus galones y herido de muerte es convertido en esclavo, obligado a luchar para sobrevivir, mostrando su desprecio hacia quienes pagan para crear el espectáculo. Desde la arena buscará venganza contra quienes dieron muerte a su mujer Ripley y su hijo Deckard, llevándole su periplo al Coliseo romano, antaño icono del entretenimiento. Allí reclamará identidad y venganza contra quienes le arrebataron todo y se postularon como falsos hijos del emperador, desatando el infierno en la arena para ganarse al Coliseo, con sus tropas fieles esperando a las afueras de Roma. Un solo propósito mueve al protagonista, contraponiendo la espectacular puesta en escena con la sencillez de las motivaciones, el simplismo de un objetivo universalmente reconocido por el espectador.
Ecos de inmortalidad resuenan en esta obra, no por notable calidad sino por su trascendental épica, narrada hace más de dos milenios pero de carácter inmortal. Blanco y negro son el eje de la historia, los luchadores en la arena, y sobre ellos se erige el Coliseo y su público. Ciudadanos, hambre e ira. Políticos, ambición y traición, todos al servicio de un espectáculo que, como el propio Máximo, cumplen con una poco artificiosa efectividad, una brutal sencillez. Cuatro son las batallas en las que vemos al gladiador en la arena, todas encadenadas en un ritmo decreciente para acabar luchando contra el César en una escena sin más música que el acero, sin más clima que la épica del vencedor vencido, descubriéndose Scott en una lucha consigo mismo.
La sangre mancha la arena mientras el corazón del film late en la interacción de los personajes, ejerciendo las batallas como vistosas bisagras que articulan las diferentes etapas de la narración. Cómodo es incapaz de dar a su padre lo necesario para ser amado, pero da a Roma pan y circo, consiguiendo por tercera vez que Máximo sea más querido que él. Sus ojos reflejan el alma rota de aquel al que nada de lo que ama jamás le ha pertenecido, los mismos que le delatan como asesino ante Máximo y que anuncian la muerte por traición a Lucilla. Porque Gladiator no es un film de espadas y sangre, es un film de miradas y silencios.
- Quiero volver a mi hogar.”
Y esa vuelta al hogar marca el film, el retorno a la sencillez y la pureza tan alejadas de la cargada puesta en escena de Blade Runner. No hay grises ni perdón, sólo objetivos y una línea recta que invita a disfrutar del trayecto y sus paisajes. Y qué mejor escenario que el Coliseo, con un público ya entregado, para dar carpetazo a su propósito y volver a casa. Así es como Scott conquistó de nuevo al público, muriendo en el intento a manos del emperador, dejando claro que Gladiator no es obra de un artesano, sino de un guerrero.
viernes, 27 de agosto de 2010
La recomendación de la semana: The Poughkeepsie Tapes
miércoles, 25 de agosto de 2010
Grandes bandas sonoras: Atrapado por su pasado
lunes, 23 de agosto de 2010
La imagen de la semana
domingo, 22 de agosto de 2010
Grandes momentos del cine: Acorralado
viernes, 20 de agosto de 2010
jueves, 19 de agosto de 2010
Zombis nazis: El humor necesario
Extraído del tercer número de Cineuá:
Que Zombis nazis nos propone algo diferente lo vemos ya en su mismo arranque. La clásica escena de huida donde una joven es perseguida en la oscuridad de una montaña no se ve salpicada de música machacona sino que es Edvard Grieg y su Hall of the Mountain King quien acompaña a la protagonista y sus captores. Esto no sólo emparenta a la joven que vemos con el protagonista de Peer Gynt, sino que añade a la escena cierto tono cómico que, a modo de preview, nos muestra el carácter del que acabará haciendo gala el film de Tommy Wirkola.
Sin embargo, acaba la escena y la siguiente nos sitúa en los lugares comunes del género con un grupo de amigos dispuestos a pasar un fin de semana en una cabaña en la montaña. No faltan los tópicos, con el salido de turno, la soltera y el gordito Friki, pero en esas introducciones no se priva Wirkola (director y guionista) de dejar apuntes para lo venidero, desde consejos de supervivencia en la nieve a pinceladas de cine gore al que Dead Snow acaba rindiendo tributo. Y durante la primera parte del film, veremos el mismo patrón que el cine de terror nos ha dado una y otra vez, con una sensible diferencia: los personajes no son odiosos.
Y mientras el cocktail de hormonas, chistes fáciles e inocuos sobresaltos se da lugar, una camiseta de Braindead rebaja la tensión de un film que no se toma en serio. Y eso es bueno, muy bueno, en un mercado donde el terror cada vez dispone de mejores presupuestos y peores ideas, aunando a lo pretencioso el aburrimiento, mientras Dead Snow apela a la serie B más gamberra que se desatará a partir de la segunda mitad del film. El sexo está penado, y una de las muertes enseña las cartas de Wirkola, que optará por las nevadas montañas a pleno día para poner en marcha la orquesta de tripas, sangre y zombis nazis.
Y no exagero si digo que tiene momentos antológicos, así como los diálogos se reducen al mínimo para dar pie a un humor visual teñido de rojo. La simple idea de un ejército de zombis nazis ya apela al gamberrismo, llevando la temática zombi a la serie B, de nuevo, sin pretender crear una profunda parábola política ni aspirar a nada más que no sea ofrecer un entretenidísimo producto. Y de ese espíritu festivo consigue Wirkola levantar una segunda parte de puro y honesto espectáculo que fluye vertiginosamente sin trabas argumentales.
Ahí es donde entra en juego la baza de Dead Snow, con personajes que preferimos que no mueran al no ser el prototipo de aborrecible teenager y que además se enfrentan al nazismo zombi en un revisionismo parecido al visto en Malditos Bastardos. Por eso celebramos el momento en que dos personajes se rearman para la batalla, permitiéndose el lujo de evocar al comunismo para, hoz y martillo en manos, reventar hordas de una maldad ni viva ni muerta, sólo cómica a estas alturas.
Y es que desde que el cine de terror dio el salto a los grandes presupuestos se ha visto amordazado por fórmulas que garanticen su rentabilidad, a la par que intentado convertirse en un género respetado y adulto a base de perder personalidad y, en muchas ocasiones, su sentido. Y ciertamente no es Zombis Nazis uno de esos films que recordaremos de por vida, que dejarán huella en nuestra desgastada alma ni del que haremos memoria en futuras listas recopilatorias, pero ni el film de Wirkola lo necesita ni lo busca, y con eso la basta para ser una de las mejores películas del año. Fortune and Glory, kid!
miércoles, 18 de agosto de 2010
Grandes bandas sonoras: Akira
martes, 17 de agosto de 2010
lunes, 16 de agosto de 2010
La imagen de la semana
domingo, 15 de agosto de 2010
sábado, 14 de agosto de 2010
Encuestas: Lost + El Equipo A
Os traigo hoy los resultados a ambas encuestas sobre temas tan controvertidos y serios... más o menos...
El final de Lost se queda, para vosotros, rozando el aprobado tras tener los 22 votos enormemente repartidos. Era de esperar viendo al controversia que creó uno de los finales más esperados de la historia televisiva. Estos son los resultados:
Magistral: 3 votos
Excelente: 6 votos
Notable: 2 votos
Bueno: 0 votos
Regular: 3 votos
Malo: 2 votos
Infame: 6 votos
Peor nota saca la adaptación cinematográfica de El equipo A, de la que no habéis tenido piedad. Esperad a ver Karate Kid, insensatos... pero entretanto mirad los resultados:
Obra Maestra: 0 votos
Excelente: 1 votos
Notable: 1 votos
Buena: 3 votos
Regular: 4 votos
Mala: 4 votos
¡Gracias a todos por vuestras votaciones!
viernes, 13 de agosto de 2010
jueves, 12 de agosto de 2010
Origen: El sudoku de Nolan y la labor social
Y es que no deja de abrumarme el nivel de ombliguismo de muchos, así como la capacidad de convertirse en cinéfilos expertos con el visionado de un film, ya que Inception debe ser un curso acelerado de fotografía, guión, dirección, maquillaje, interpretación y crítica cinematográfica. No seré yo quien dé la espalda a la opinión del pueblo, pero tampoco quien apoye una visión unilateral y plenamente subjetiva cuando de manera tan irresponsable se reduce el arte de hacer películas a la mera comprensión de un film que, sin ese final, no habría animado a tanto iluminado metido a Mesías de la crítica cinematográfica.
Tampoco voy a ser yo quien se decante por una lectura del final, ya que encuentro absurdo ese debate, pero sí me interesa hacer notar cierta ceguera cuando ese detalle final parece cobrar tanta importancia en muchos. Y es que todos aquellos que abren los ojos ante un final abierto y los cierran ante una crítica bien argumentada, han obviado la opinión de Nolan en el famoso guiño de la peonza: que a Cobb le da absolutamente igual si cae o sigue rodando. Ahora bien, brillante ejercicio el de Nolan implantando una idea entre el público para alargar la vida comercial de su film.
¿Pero es un sueño o es real? Es un final abierto, y como tal admite muchas explicaciones, todas ellas válidas y sesudamente argumentadas en infinidad de webs, por lo que el punto final del film lo pone el propio espectador. De esa manera no existe manera de malinterpretar el final, pese a que todo el film se enfoque a entenderlo como real. Eso conlleva que muchos espectadores hayan pasado por caja de nuevo para reafirmar su teoría, haciendo un favor a bolsillo de un Nolan que ha plagado el film de aparentes pistas para solucionar dicho acertijo.
Y es que si eso debería hablar bien de las dotes de Nolan como guionista, me deja a mi una sensación de engaño importante. En primer lugar, dejar pistas para que ambas resoluciones sean plausibles no deja de implicar el llenar el relato de incoherencias que muchas veces se explican (salto de fe mediante) gracias a transcurrir en sueños. Por si esto fuera poco, muchas de las decisiones del film son caprichosas, por tal de enredar la trama y dejar una mayor satisfacción a un espectador al que se le había metido el miedo en el cuerpo con la supuesta complejidad del film. Con ello Nolan crea una serie de normas aparentemente rígidas que acaban llenando de suposiciones las explicaciones de los espectadores al comentar el film, volviendo de nuevo a tener varias respuestas posibles a una misma ecuación.
Y es que la ventaja de jugar con una tram(p)a que navega por los sueños es la de permitir al guionista ser completamente ambiguo y tramposo sin por ello dejar de ser verosímil. Dos ejemplos de juegos parecidos los hemos tenido recientemente con Shutter Island y Lost, ambos con mejores resultados que Inception. En el primer caso Scorsese se encarga de dar pinceladas en la trama para adelantar su final, cerrando una historia que no juega a buscar una tramposa relectura. Por su parte Lost ha acogido una isla-chistera que, pese a enigmas y pistas falsas, jamás ha dejado dobles lecturas abiertas en temas importantes, y mucho menos un intento de redefinir por completo el producto en un rancio giro final.
Con todo esto no quiero decir que Nolan busque expresamente una ambigüedad que dé cuerpo al film, sino que gesta un guiño tardío con el que sorprender al público, así como acabar de asegurarse que su apuesta va a considerarse sesuda. El problema viene cuando el espectador se aferra a ese guiño final para dar su veredicto sobre el film, considerando que decantarse por una de las opciones lleva a la tomadura de pelo o a la excelencia cinematográfica, obviando las virtudes de gran parte del metraje, que las tiene. Como gran mérito el de Nolan de repetir blockbuster de altura, planteando un entretenido sudoku a un espectador cada vez más pasivo.
Así es como el film de Nolan ejerce como labor social para espectadores ansiosos de un reto intelectual con el que acompañar las palomitas, pese al equívoco de extrapolar el entender un film con entender de cine, y con ello la eterna lucha de egos y baile de "pedantes" e "incultos" a través de la red cuando precisamente este film admite más subjetividad de lo habitual. Y es que si sobre gustos nadie podrá decidir sobre ti, siempre habrá alguien que sepa más que tú en todas las disciplinas. En este caso yo, que te digo que al final el totem ni cesa de rodar ni sigue eternamente, sino que desaparece al despertarse una trastornada Mal de su propio sueño, donde busca final feliz al malogrado Cobb.
miércoles, 11 de agosto de 2010
martes, 10 de agosto de 2010
lunes, 9 de agosto de 2010
La imagen de la semana
domingo, 8 de agosto de 2010
Grandes momentos del cine: Supersalidos
viernes, 6 de agosto de 2010
jueves, 5 de agosto de 2010
Portrait of America (Part VIII)
Cuando se habla de la presa Hoover, todos somos conscientes que es una de las más grandes obras de la ingeniería. Nos hemos acostumbrado a la belleza de lo colosal, y el cine no se ha privado de contar con sus paisajes para films como Transformers, Soldado Universal o GoldenEye.
Un solitario buzón observa la calma de la ruta 66.
El Gran Cañón no necesita presentación ningún tipo de presentación.
Esta foto destila aroma a western, ya que John Ford rodó La Diligencia, Centauros del desierto y otros siete films más en este parque natural. Si bien Kubrick nunca rodó un western, sí rodó tomas aéreas del parque para usarlas en 2001: Una odisea del espacio a modo de superficie de otro planeta. Tanto John Ford como John Wayne tienen su propio mirador dentro del parque.
Tras tanta naturaleza, Yosemite nos acogió con semejante panorámica para ir acabando nuestra ruta de parques. Yosemite no tiene nada realmente que lo haga diferente de otros parques, pero por extensión resulta abrumador y sus paisajes han sido aprovechados para films como El último mohicano, Maverick o Indiana Jones y el templo maldito.
Al General Sherman no lo habréis visto mucho en celuloide, pero el árbol más voluminoso del planeta bien merece una foto. Su peso se acerca a la tonelada y media, mientras que su edad ronda los 2000 o 3000 años.
Puede parecer que el humo de un incendio cercano tiñe el sol de rojo, pero la verdad no es otra que la llegada del Apocalipsis.
Badwater se encuentra en Death Valley y es el punto más bajo de América y Europa, a unos 85 metros bajo el mar. La temperatura supera los 50º en un desierto cuyo nombre lo dice todo. Kubrick pasó también por aquí para rodar algunas escenas de Espartaco, así como la primera trilogía de Star Wars visitó varias veces este hostil territorio.
El Golden Hills dudo que haya sido escenario de películas, pero todos recordamos la misma que pensáis vosotros al ver que la noche la tendríamos que pasar allí.
En Bryce Canyon han tomado nota del subtitulado usado en el cine, de manera que los carteles llevan su doblaje perruno para que dichos animales no tengan excusa en su fechorías.