domingo, 3 de abril de 2011

Zeitgeist: Moving forward: El hogar de los pobres


Siempre me han llamado la atención ese tipo de personas capaces de dedicar la mayor parte de su tiempo a hablar de si mismos. Esos mismos que ante la soledad del break para fumar recurren al móvil para relatar su extraordinario día a día a cualquier anónimo listado en la agenda. Y es que teniendo en cuenta que lo cotidiano de la gran mayoría de personas es una oda a lo aburrido, me resulta complicado entender a esas mentes capaces de repetir infinitamente su devenir en este mundo, aunque todos tenemos amigos que repiten incesantemente las mismas anécdotas, como si no hubiera desgaste en ello.

A Peter Joseph le pasa lo mismo, endiosado por la horda de fans surgidos del visionado de Zeitgeist y Zeitgesit Addendum. No hay crítica ni comunicación alguna en Zeitgeist: Moving Forward, ya que ni Peter Joseph se preocupa de tener en cuenta al espectador, ni sus potenciales espectadores deberían ser capaces de alzar su voz escéptica ante el nuevo retoño de Joseph. Este tercera entrega, libre de condicionantes, es la que destapa finalmente a su director como un megalómano sin interés alguno en invitar a la reflexión, la que refleja claramente el papel del espectador y la que revela la anécdota que era Zeitgeist en la peligrosa arma que se ha convertido el movimiento Zeitgeist.

Y es que no hablamos ya de problemas con el formato o las dotes de cineasta de Peter Joseph, sino que el éxito no asimilado del proyecto de Joseph parece haberle impelido a parir un movimiento reaccionario en cuyo análisis Joseph se muestra un mero especulador, un completo irresponsable traicionando sus "propios" ideales. Lo fórmula funciona, infinidad de webs enjabonan el ego, y basta con un cierto mantenimiento con aire a refrito para seguir disfrutando de un estatus que siga ejerciendo de llama al wake up. Es decir, la realización de su mensaje le despojaría de todo lo ganado, por lo que conviene exigir el cambio para que precisamente todo siga igual.

Pero volvamos a lo básico, a Zeitgeist como documental que cierra una trilogía sobre los males del mundo y los mecanismos para la supervivencia de la especie. Zeitgeist: Moving forward arranca con un narrador hablando de cómo su despiadada abuela le enseño a ser un as del Monopoly, para finalmente, una vez batida, le demostró que todo lo ganado en una partida acaba volviendo inevitablemente a la caja. A partir de ahí se suceden toda una serie de explicaciones sobre biología y evolución en base a errores comúnmente aceptados que conforman la primera parte. Para empezar dicha anécdota usada como crítica al materialismo cojea, ya que presenta a la abuela como una dualidad representativa de opuestos, que infunde en el crío el afán material para luego aleccionarle sobre lo que ella misma le ha enseñado. El fin justifica los medios, y la moraleja está pensada para no darle más vueltas a historia.

Sí, Joseph nos toma por tontos, y su éxito le da la razón, sin duda. Que Joseph dirige su discurso a amebas se corrobora en los siguientes minutos, donde para explicar conceptos sencillos y universales sobre biología y evolución dedica ingente cantidad de metraje y ejemplos, como si el mero enunciado no valiera para que su público lo entienda. Una de las cosas que plantea es el condicionamiento del entorno a la evolución genética, partiendo de la base que el opuesto es el universalmente aceptado, que el ser humano no se ve modificado por su entorno. Para ello recurre a infinidad de ejemplos, incluyendo el obvio estudio sobre el efecto del estrés en fetos de cara a posteriores enfermedades o adicciones. Joseph moldea las verdades universales para adueñarse de postulados científicos muchos más antiguos que él, erigiéndose como un visionario que no hace más que escudarse en opiniones ajenas y datos más que conocidos.

Con esa declaración de intenciones, con ese insultante arranque, Joseph despliega los argumentos ya vistos en sus dos anteriores piezas, con pequeñas modulaciones propias de quien no entiende su propio mensaje. Así su ambición no sólo se acomoda en la denuncia, sino que insta al cambio e impone su infantil visión de la sociedad moderna, obviando en todo momento el proceso. La base de su hipótesis comienza con un "imaginemos que tenemos una copia limpia del mundo, y el hombre parte de cero", para luego proponer un sistema de gestión universal de recursos, con satélites, centrales computerizadas y toda una red de transportes. Genial, queda claro que para un hombre si ni siquiera lenguaje le viene grande la propuesta de Joseph, pero asumiendo que dicho salto si es posible con nuestra tecnología es la migración a ese modelo la que realmente debería tener un peso importante en el discurso de Joseph. Sin embargo, el apartado que debería tratar sobre ello se cierra jocosamente con una falseada manifestación de espectadores acusándolo de comunista que, a modo de chiste y de acicate a los falsos reaccionarios seguidores de Joseph, cierra el apartado más vital del movimiento Zeitgeist. Joseph no tiene respuestas, pero no se preocupa en hacérnoslo saber porque el papel del espectador y, por ende, del ejército del cambio es meramente ejercer de soldados, no de ideólogos.

Por ponerlo de manera sencilla. Zeitgeist servía como conspiranoide denuncia sobre religión y economía, mientras que su Addendum proponía una alternativa como el Proyecto Venus. Ahora bien, cuando llamas al levantamiento en Moving Forward, debes ser capaz de transitar el gap entre presente y Venus, no meramente proponer un primer y último paso, y dejar el resto al azar. Por eso Joseph es un irresponsable sin el mínimo respeto a su mensaje, porque demuestra un nulo interés en su heredada propuesta, porque ejerce de collage mediático de diferentes opiniones y tendencias puestas al servicio de su ego.

Un ejemplo es el uso constante de datos e imágenes de publicaciones digitales para reforzar sus argumentos, cuando en Zeitgeist ponía en duda a toda la industria de la información. Lo que antes era un enemigo, ahora es una base para denunciar los males del ser humano, obviando esta vez temas como religión o esa oscura mano que movía la economía del mundo. El "malo" en Moving Forward es el propio sistema económico en si mismo, el dinero, mientras que hasta ahora en su discurso, el vil metal era el arma de los poderosos contra el pueblo. Ahí radica el peligro de Joseph y su difuso discurso, en que la contundencia de sus afirmaciones esconde goteras enormes que muchos obvian, anulando por completo la vital reflexión que su reaccionario movimiento propone. Joseph no nos habla a nosotros, sino a un mundo paralelo donde su mensaje podría tener cabida, pero no a nosotros ni a un ahora, al menos sin el análisis (tan exigido por Joseph como método) de sus propios postulados, que a día de hoy siguen siendo tan vistosos como endebles.

Y es precisamente el apartado humano el que más descuida Zeitgeist, hablando extensamente sobre la ciudad ideal y su funcionamiento, sin tener en cuenta a sus habitantes y usando el concepto de igualdad con insultante inocencia. Hablar de absolutos le viene grande al autor, creyendo estar por encima de muchos grandes ideólogos que son demonizados con el ventajismo que da el tiempo y la crisis económica actual. Si bien estoy de acuerdo con cosas que plantea, el eco mediático no le provee del estudio necesario sobre teorías a la que otros dedicaron la vida entera, ni justifica la manera en que desvirtúa hechos para amoldarlos a su visión global del funcionamiento de la raza humana.

En definitiva, no es necesario dar más vueltas a Zeitgeist. Su primera entrega fue un entretenido documento sobre cómo dar a alas a mentes conspiranoicas, pero a estas alturas el chiste ya no tiene gracia. Basta ver el clip que cierra Zeitgeist: Moving Forward para entender que todo el movimiento Zeitgeist no pasa de ser un producto televisivo creado por y para un ego necesitado. Más problemático será lidiar con quienes tomen al pie de la letra la palabra del autocoronado Mesías, que creen heredar oscuras verdades que han de permitir despertarnos de nuestro letargo. A todos ellos me gustaría verlos tirando todo su dinero a las puertas de las entidades bancarias.

 

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