miércoles, 20 de febrero de 2008

El sueño de Casandra: Prudencia disfrazada de conciencia


Casandra
, la que enreda a los hombres, prometió a Apolo entregarse a él si éste le concedía el don de la profecía. Una vez poseedora del don, faltó a su palabra y Apolo escupió en su boca, maldiciéndola. A partir de ese instante, podría saber el futuro, pero nadie creería ni una sola de sus palabras, ni cuando profetizó la caída de Troya.


Casandra es esa voz que muchos llaman conciencia, que no es más que prudencia ante actos punibles. Si en Match Point, Woody Allen nos hablaba de la suerte, aquí mas bien nos habla de la desventura o el precio de los sueños.

Ian (Ewan McGregor) y Terry (Colin Farrell) son dos hermanos, chicos de barrio, que convierten en realidad su sueño de comprar un barco. Criados a la sombra de su tio Howard, el clásico familiar que prosperó en el extranjero, buscarán aspiraciones más altas que las que ofrece el restaurante de su padre.

Mientras uno de ellos ayuda a us padre en un restaurante, el otro trabaja en un taller mecánico, del que toman prestados coches de lujo para deslumbrar a sus ligues. Ambos necesitan dinero, para inversiones en hoteles, para pagar un piso o las deudas del juego. Si bien, al principio la suerte les sonríe, cuando les da la espalda se hace inevitable acudir al socorrido tio Howard.

Su tio, también en apuros, les pedirá un favor a cambio del importante desembolso económico. Pedirá a sus sobrinos que maten a una persona. El asesinato apuntalará los negocios de uno y pagará deudas y casa al otro, pero con secuales morales dispares.

Con una puesta en escena dinámica, típica del director, donde gran parte de las escenas duran menos de 30 segundos, vemos el vertiginoso ascenso y descenso de los hermanos. Sin ser tan ambiciosa y pulida como Match Point, la historia gana poco a poco en interés y verosimilitud.

El reparto convence, y sin ser prodigioso, cumple, siendo acertada sobretodo la elección de Tom Wilkinson como tío Howard. Todo ello en un in crescendo que habla sobre la culpabilidad y el precio de los sueños, que nos secuden y ciegan nuestra prudencia.

No es el mejor film de Allen, desde luego, pero sí uno notable y entretenido, donde sólo la parte final puede parecer un poco precipitada.

Lo mejor: El vertiginoso inicion.

Lo peor: El final.

El dato: Es el primer film del director cuya banda sonora es en estereo, de la mano de Philip Glass.

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