jueves, 11 de marzo de 2010

The Girl Who Leapt Through Time: Controlando el azar


El pasado suele ser un agravio comparativo, una fachada construida de errores donde sólo es hogar para la dicha. Disfrutamos de sus estancias sin poder reprimir una mirada al entrar o salir hacia los "y si..." que decoran los muros exteriores. En la sucesión de elecciones que es la vida nadie escapa al anhelo de querer corregir uno solo de los desvíos equivocados, ya sea por curiosidad, inconformismo o tristeza. Y es que a priori cambiar el pasado es jugar sobre seguro, sin tener en cuenta que tras ese cambio se abre un nuevo abanico de elecciones desconocidas. jugando desde el ventajismo de las consecuencias que nos acompañan en un contexto que estamos cambiando.

El azar tiene su equilibrio, y la suerte en propiedad no deja de ser la que negamos a otros, ampliando el espectro en el ejercicio de reescritura. La chica a la que no nos atrevimos a acercarnos no acabaría en brazos del guaperas del instituto, la lotería que no compramos no taparía lo agujeros de otro y el coche que se llevó por delante a tu hermana se habría llevado a cualquier otro. (qué obvio soy...) lo que somos sería propiedad ajena. Porque al fin y al cabo cambiar una decisión no deja de ser ocupar el lugar de quien sí eligió correctamente.

El presente se convierte así en fin de línea, en terreno yermo donde la siembra se planifica hacia atrás y los únicos planes (me repito!) proyectos considerados son los de fruto inmediato, descartando el largo plazo para el que no vale un acierto, sino varios consecutivos. Y cambiando nuestro error por la elección correcta de otro, truncamos no sólo el momento, sino también el pleno al quince alrededor nuestro, pasando a ser dueños de esa suerte tan culpable de nuestros males.

Y aunque no deja de ser divertido el inocuo proceso de prueba y error, nos hace verdaderamente conscientes de nuestro papel en el mundo y del peso de nuestros actos en el entorno cercano, donde cada mínimo detalle marca un destino. Es así como convertidos enCronos (no, demasiada wikipedia) amos del azar acabamos siendo sus esclavos a expensas de intentar cambiar el pasado sin alterar el resto del presente sin entender que el tiempo es un cubo de Rubik. (,que ninguna pieza rota sola y cada movimiento se hace con varios pasos de antelación)

Así pues mientras hilvanamos nuestra biografía personalizada en busca de una alternativa olvidamos el sabor del riesgo, trivializamos decisiones que conforman lo que somos y nos cargamos con responsabilidades que antaño pudimos cargar a otros la suerte. Gobernamos un mundo artificial y, en parte, previsible donde la magia del trayecto se ciega estando atenta en no saltarse la estación correcta y olvidando que lo trivial son los cimientos de lo transcendental. porque la vida no es un clímax contínuo

Volvemos al punto de partida, más expertos y con parte de nuestra curiosidad saciada, pero aleccionados sobre las trampas que guardan nuestros aparentes errores, donde dos fallos no hacen un acierto. El pasado no siempre vuelve, pero el futuro siempre llega y acabamos por entender que la reescritura sólo funciona en el arte, y no en la nostalgia.

2 comentarios:

M. Jordan dijo...

Gracias por ilustrar el entramado de la propia película. Siempre he sentido especial debilidad por las críticas que buscan empaparse de las estructuras de las películas.

Redrum dijo...

De nada, Mónica! Menos mal que te ha gustado a ti, como recomendadora, porque el éxito del post es apabullante...

1 saludo y gracias por comentar!