jueves, 29 de septiembre de 2011

Grandes bandas sonoras: Algo en común


New slang, a cargo de The Shins para esa pequeña joya llamada Algo en común.

 

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Si no queda satisfecho...


Leo horrorizado que unos cines de mi provincia están canjeando la entrada de cine a todo aquel que se sienta estafado durante los 30 primeros minutos de El árbol de la vida, seguido de vitores y aplausos entre comentarios aquí y allá. Llamádme impopular (o gilipollas, si os place), pero me parece una de las medidas más absurdas que he escuchado en mucho tiempo, casualmente apoyada en el hecho de que el film de Malick se ha alzado con el primer puesto en la taquilla patria. Siendo un film tan esperado/promocionado, ¿de verdad nadie tenía ni idea de cómo iba a ser? Joder, a descargar o ver pelis online aprendemos rápido, pero a informarnos hay rumores que no...

El caso es que si bien el hecho que sea número uno en taquilla ayuda a que la cartelera se pueble de films de otro talante (ante tanta amarga queja del mal estado esta), optar por someter al juicio del espectador la valía subjetiva de un film no ayudaría precisamente al cine. Claro, la medida es muy popular, desde luego, con el consiguiente eco mediático que conlleva, pero realmente actuar así perjudicaría básicamente a todo ese cine alejado de la acomodada industria. Ya no hablo de que el próximo film de Malick no asomaría la cabeza por la cartelera, sino que otro tipo de films ni de lejos encontrarían distribuidora, apoyos económicos y difusión en un mundillo que funciona por (siempre) y para (casi siempre) el dinero.Cierto es que a muchos el cine "de chinos" y "gafapastas" os la trae al pairo, pero el amigo de un amigo al parecer le ha comentado que pese a comer mierda cada día, sigue sabiendo a mierda.

Por si fuera poco, ese maravilloso invento de estos cines ya estaba inventado: se llamaba trailer. Vale, hay pelas de por medio y el trillado "es que hay trailers muy engañosos", pero sinceramente ¿podemos juzgar una peli por sus 30 primeros minutos? Todos los que estáis pensando que sí no me cabe la menor duda que ejemplificáis con un film que sí acabásteis de ver, y este asunto no va de eso. Porque puestos a poner el límite en 30 minutos, emulemos a El corte inglés y devolvamos el dinero si el film no nos ha gustado, y las salas cerrarán en 2 semanas. Pediremos que se haga lo mismo con los DVDs, y al mes tendremos medidas antipirateria como para no tirarnos un peo sin miedo alguno, y a los tres meses el DVD será cosa del pasado.


Claro, luego llegarán los ventajistas a quejarse de la SGAE, los impuestos y las plataformas de cine online (cobijo para ese cine "barato" repudiado en cartelera) firmemente convencidos de su derecho a erigirse como jueces artísticos, como si Mercadona te devolviera el dinero si no te gustan sus canelones. Sí, quizás me excedo vaticinando hechos, pero no cabe duda que ceder el derecho a elegir la valía económica de un film al espectador supone el método más eficaz para degradar, poco a poco, el mainstream. Si lo que cuentan son los primeros 30 minutos, no duden en que pasados esos 30 minutos la gran mayoría de films serían una castaña de cuidado.

Porque puestos a ser molones, mejor proponer un regateo a la entrada de la película (a la salida nadie daría un duro) en función del tráiler, actores, lo empapados que lleguemos tras no encontrar aparcamiento cerca un día de lluvia o el calentón que tenga el incauto con la cani de turno. O mejor aún, un sistema de cotizaciones, donde los fans de Nolan nos sufraguen parte de la entrada para ver esas pelis "que no cuentan ná", así pagamos por ver la nueva de Pixar lo que dejamos de pagar con la nueva de Haneke. O incluso mejor, que el número de espectadores que huyan de un film sirvan como métrica para saber la longitud del palo que habrá que meterle por el culo al director en un evento retransmitido online, siendo este un método mucho más efectivo que la crítica tradicional.

En fin, que el gusto es personal pero cobrar por tu trabajo es un derecho (eludible como todos sabemos), por lo que no es necesario ser hipócritas llenándonos la boca con eso de que el pueblo se soberano (y sabe un huevo de todas las disciplinas artísticas) por tal de esquivar el coste de una entrada de cine para después pagar la zona azul o el vino de la casa como si se hicieran con sangre de unicornio. Sintiéndolo mucho, yo no puedo devolver el tiempo que habéis perdido leyendo esta chorrada.

 

domingo, 18 de septiembre de 2011

El árbol de la vida: Aburrirse


Era de esperar que el film de Malick despertara pasiones e iras a su paso por la cartelera patria, y más cuando la tendencia del director norteamericano ha ido acercando su cine a la abstracción y la reflexión, términos poco amigos de los multisalas. Y de entre los argumentos más socorridos para suspender El árbol de la vida se encuentra el aburrimiento, escudado en lo críptico de la propuesta o lo anodino (para algunos) de algunos de sus pasajes. No puedo estar más en desacuerdo: aburrirse con el film de Malick es de haber perdido por completo la inocencia.

El film de Malick representa la mirada del niño vista desde el recuerdo del hombre, imbricando preguntas que no buscan respuesta y una visión de la vida mucho más honesta que la habitual y rancia que puebla el cine comercial (y gran parte del invisible). Y sin embargo una historia mucho más tangible y cercana a nosotros acaba por resultar anodina, a apelar al "no conecté con el film" como criterio artístico (perpetuando males endémicos de la crítica) y a desgastar la comparativa con 2001: una odisea del espacio cuando ambos films se parecen lo que un huevo a una castaña, víctimas del subjetivismo propio al que han llevado las plataformas digitales.

El film de Malick es el mejor del año, de manera incontestable, y puede que el mejor de lo que llevamos de siglo, no sólo por lo que es sino también por lo que supone, ya no solo en ciertas redefiniciones de un lenguaje cinematográfico poco habituales en el mainstream sino por su ambiciosa manera de plantear el cine como un arte total. Y con ello, más allá de gustos y religiones, El árbol de la vida supone un film técnicamente irreprochable en el que su filosófica narrativa no nace de la forma ni la apoya sino que conforma una unidad que no entiende de porcentajes en una simbiosis que para otros censuramos ya sea por pedante o por lucimiento técnico.


Manu Yáñez decía desde las páginas de Fotogramas que "sólo queda esperar a tener la oportunidad de revisar esta obra monumental, que merece ser estudiada al margen de la agitación, urgencia y espesura de la vida festivalera. [...] Démosle un tiempo a esta obra desconcertante y extraña, cuya traumática primera proyección dejó en paños menores a los críticos del Cannes 2011", y esas urgencias festivaleras son equivalentes a las de los sites digitales que no dejan pasar ni 24 horas para pronunciarse sobre un film que no acaba tras la proyección sino que crece y crece al volver a él. En mi caso fue un largo rato el que pasé sentado en un parque al acabar el film, observando a la gente mientras volvía sobre ciertas escenas del film, pero entiendo que resulta más fácil volver a casa raudo construyendo un discurso vacuo fundamentado en el aburrimiento de un film al que no hemos dejado entrar.

El árbol de la vida es uno de esos contados films que marcan época en la industria y el arte, que mientras genera división entre los espectadores se va creando un hueco en la historia que llevará a preguntarnos dónde estábamos nosotros el día que se estrenó. Tan cercano como ambicioso, universal y local, poético y terrenal, pero sobretodo tremendamente humano. No hablamos de ser pionero sino de elevar y fusionar elementos ya tratados en otros films para dotarlos de una majestuosa fuerza y belleza que insta al espectador a, como dice Blutarsky en La casa de los horrores, "convertiros en un lienzo puro e inmaculado" para aprehender lo que Malick quiere decirnos. En un mundo donde el "todo está inventado" se cree su propia mentira, Sergi Fabregat afirma "todavía se puede soñar en un cine, en un mundo más allá de las estrellas". Hay films cuyo visionado provoca un exclusivo "gracias", balbuceado antes de volver a caer en un mutismo necesario, porque cualquier comentario se vuelve absurdo ante semejante espectáculo.

 

jueves, 15 de septiembre de 2011

2 x 1 en revistas + agradecimiento


Cosas de la red, que arrancas con un sitio pequeño y acabas disperso en infinidad de sitios, para bien y para mal, desde luego. Pero bueno, el caso es que ya tenéis disponible el segundo número de La caja de Pandora, el titánico proyecto del amigo Crowley, esta vez dedicado a las drogas. En ella tenéis firmas como Astrum X, Aaron Rodríguez Serrano, Antonio Callau, Babel, Cinemagnific, Crowley, Dialoguista Cinéfila, DVD, Kinezoe, La Mujer Escarlata, Licantropunk, Lula Fortune, Marcos Callau, Miguel Angel Villalobos, Miquel Zueras, Mucipa, Pabela, Pablo de Blas Andrada, Ramón Monedero, Tomás Serrano y un servidor con un alucinado texto sobre Arrebato, el excelente film de Zulueta. Aquí os dejo el link de descarga directa, aunque os invito a dejar vuestras impresiones en la página de la revista.


Por otro lado ya están disponibles las cinco crónicas que desde Venecia componen la cobertura que hemos hecho a tan ilustre festival, del que os he ido dejando algunas breves pinceladas por aquí, pero con una más amplia extensión en Cineuá.

Y para acabar, el agradecimiento. Y es que no se si recordaréis que hace bien poco os pedí vuestra ayuda y ojos para un concurso de cortinillas, del que finalmente resulto estar entre los 16 finalistas. Sin duda, un agradecimiento enorme a todos los que pusísteis vuestro granito de arena ya que, por cutre que fuera el video, me supone la primera vez podré ver alguna criatura mía en pantalla grande, y además en mi ciudad. Si gano, ya os mereceréis que me haga fotos a lo Scarlett Johansson y os las dedique.

 

lunes, 12 de septiembre de 2011

Venezia 2011: The way back


Ante todo mis disculpas por no haber tenido demasiado tiempo para haceros llegar las novedades desde ese show llamado Biennale, dejando huérfano este pequeño espacio. Ahora bien, tras 74 títulos a las espaldas, y la confortable comodidad del hogar, toca hacer recuento de las pequeñas cosas realmente reseñables de un festival verdaderamente abrumador.

Como ya sabréis a estas alturas (y si no, echad un ojo al enlace de los amigos de Cinemaseries) Faust es la ganadora a mejor film, mientras la dirección se la lleva Shangjun Cai por el film Ren Shan Ren Hai, el film sorpresa de esta edición. Con lo de sorpresa no me refiero a revelación, sino realmente a un film que no se desvela hasta el mismo día del estreno, y que tuvo una agradable acogida más allá del incidente con fuego que retrasó su pase. No han sido uns premios nada descabellados (menos el del jurado a la anodina Terraferma), y sumando el premio Orizzonti a Kotoko, del inclasificable Shinya Tsukamoto, una locura absoluta que no da un solo respiro al espectador. Por si el director nipón os suena a chino, aquí teneís uno de esos tributos tan de moda en la red.


Pero volviendo al festival, a su sección oficial, cabe destacar la poderosa Shame, la bizarra Killer Joe, la extrema Himizu, la sugerente Alpis, la tierna A simple life y Life without principle, que es de Johnnie To y eso ya es señal de calidad. Ferrara vuelve íntimo y zen con un film más que majo mientras El topo se me hizo plomiza. Y es que era raro encontrar un film realmente potente en la sección oficial, así que una vez hacía los deberes, tocaba irse a Orizzonti u otras secciones que propusieran un cine más arriesgado.

Y si en la anterior entrada ya os hablé de Photographic memory, hoy toca hablaros tanto de Play como de Monkey Sandwich, dos extraños films con enfoques casi opuestos. El primero, a cargo de Ruben Östlund, nos traslada a la Suecia del bienestar para mostrar el conflicto racial entre dos grupos de chavales. Su discurso ya no sólo se centra en el problema de la inmigración sino que, con una puesta en escena que la convierte casi en un Gran Hermano, refleja las relaciones de poder y las ansias de humillación que, a modo de juego, utilizan los fuertes contra los débiles. No es un film que os vaya a dejar indiferentes, aunque tampoco lo esperéis en la cartelera.

Sobre Monkey Sandwich cuesta expresar algo con un mínimo sentido ya que el mismo film parece no tenerlo. A la manera de Sion Sono, los créditos aparecen a los 40 minutos de metraje, precediendo un cambio radical en la historia previamente presentada y desarrollada... y ese tampoco será el último giro. Básicamente la historia gira en torno de un director teatral que más tarde abandona ese puesto entras en la arquitectura y más tarde para liderar una pequeña comunidad afincada en medio de la nada. No podéis negar que al menos suena curiosa, ¿no?

Sobre films podría pasar mucho más rato hablando, así como de muchos cortos bastante cañeros, pero en general la Biennale intimida, ya no sólo por los films sino también porque supone entrar en otra dimensión dentro de estos mundillos. Ya no se trata de ver a Clooney y demás famosetes paseando por ahí, sino que dentro del mismo mundo de la crítica te encuentras a las cabezas visibles de la crítica interncional, y con compañeros que necesitan dos manos para contar las veces que han cubierto dicho festival, dejando en paños menores a un humilde novato como yo. Anecdótico resulta ver como Boyero llega a su ritmo a las colas, se sienta apartado, saca su malboro y se lo fuma mientras su cola avanza, sin prisa alguna por entrar en la sala y, en ocasiones, con cierta prisa por salir de ella.

Eso sí, hay que reconocer que los medios italianos son los que dan el punto de glamour a la prensa, donde algunos no sabes si presentan película y por eso van tan arreglados, mientras la delegación española somos algo más humildes en pro de una necesaria comodidad ante el asfixiante calor de Venecia. Eso sí, entrados en lo profesional, todos nos convertimos en autómotas que comen a la carrera para volver a hacer cola, repitiéndose carreras arriba y abajo en busca de no perder el tren de un film del que te han hablado maravillas. Y si sumas el que muchos de los directores asisten al pase y planifican charlas con la prensa, resulta más que gratificante la cercanía de dichos directores aún no consogrados que traen su trabajo para compartirlo con nosotros.

En fin, eso es Venecia, una experiencia que quiero poder vivir más veces y que me sirve como paso previo a esa locura llamada Cannes, la cumbre de los festivales de cine. Ahora ya toca pensar en el incipiente festival de Sitges y guardar los buenos recuerdos a buen recaudo y disfrutar de la excelente gente que me ha hecho más llevadera (y rica en conocimiento) la experiencia. ¿El resto? Es solo cine...



viernes, 2 de septiembre de 2011

Venezia mon amour

¡Ostiaputa! ¡Qué calor hacer por estos lares! Y no me refiero a la proximidad de la estrellas sino a la puñetera humedad de esta ciudad... no me lo esperaba... En fin, no esperéis fotos porque no las habrá aún, pero si sois del gossip os diré que he visto a Clooney, Mortensen, Cronenberg y Cassel, más a algunas celebridades menos conocidas. Dicho esto, vamos a lo que seguramente más o interesa: el cine.

De los grandes títulos visto hasta ahora, quedaros con Carnage, el film de Polanski. The ides of March es tibia en su mensaje (¡pon un prota negro, coño!), y A dangerous method representa una cierta domesticación de Cronenberg. Madonna es punto y aparte, porque W.E. como broma es genial, pero si no es el caso... madre mía qué castaña...

Ahora, las gratas sorpresas tiene estos nombres: ¡Vivan las Antipodas!, Photographic Memory y Palacios de pena. El primero nos habla de 4 pares de lugares que son antípodas unos de otros, cosa rara al estar el planeta cubierto de agua. Con ello nos embarca Kossakovsky en un viaje donde la cámara se olvida de la gravedad y nos encontramos a través de las diferencias, de las metáforas y las costumbres. Y si no os convence, quedaros con la impresionante fotografía, muestra de la cual os adjunto más abajo.


Photographic Memory es un documental que aborda la dificultad del documentalista en educar a su hijo adolescente. Repasando los ratos felices (grabados con una cámara) que pasaban ambos cuando Adrian, su hijo, era pequeño se cuestiona qué ha cambiado, y con ello se lanza a escarbar en su propio pasado para saber cómo era él con la edad de su hijo. A partir de ahí se lanza a reconstruir una vida a partir de las imágenes y los diarios, el único testigo de que aquello fue real, ya que ni tan sólo el recuerdo es capaz abarcarlo todo. Simplemente acojonante cuando el director se da cuenta de que de ciertos momentos no queda ni el lugar, ni el recuerdo ni los protagonistas... sólo la imagen... y en digital ni eso.

Palacios de pena es una burrada suprema, con una abuela que acojona más que la de Animal Kingdom y una historia de herencias y disputas familiares contada de manera muy sui generis.

 

Bona notte, morgueros!