miércoles, 24 de octubre de 2012

Sitges 2012: Familia


No hay que ser un lince para ver la importancia que el cine ha dado a la familia como entidad, y menos aún para enteder que, en el contexto actual, cobra aún más relevancia. Con esto no me refiero meramente a las tramas que presenta el cine de género, sino al crowfunding o a las películas corales (hasta cuatro en esta edición) cuando el cine deja poco a poco de ser un acto social. Quizás ese miedo atávico a perder el penúltimo reducto de seguridad tenga que ver con la cantidad de títulos que giraban alrededor de ese concepto, en todas sus posibles formas.

Eso justifica, en parte, la premisa de Sound of my voice, donde una suerte de secta rinde pleitesía a una supuesta visitante del futuro. Esa entrega incondicional de nuestra esperanza será parte del conflicto que afecte a sus protagonistas, subyugado uno de ellos a la voz que da nombre al título. Y es que realmente la figura de Brit Marling y su voz consiguen potenciar esa sombra de duda que alimente la esperanza, en un film que nos insta a creer en los demás. Así su director, Zal Batmanglij, se encarga de cimentar poco a poco esa confianza que hemos de depositar tanto en Maggie como en el propio film.

Warrior también se aferra a la desesperación para sacar adelante una apuesta sobre el mundo de la lucha que pasó discretamente por nuestra cartelera. Y, la verdad, resultó ser un fantástico film jaleado por los asistentes en una comunión que pocas veces he visto pero que tuve la suerte de repetir en el pase de Spring Breakers. Warrior presenta la lucha de dos hermanos en busca de su última oportunidad, enfrentados por ella, como última opción para o bien conservar su actual vida, o bien para recuperar la perdida. Ya se sabe, la épica, el dolor y mucho brío con la cámara por parte de Gavin O´Connor consiguen levantar de la butaca al más escéptico.




Y si Sound of my voice y Warrior representaba a sus personajes en busca de refugio, son otras tantas las que recorren el camino inverso, el de la pérdida. Así Citadel arranca de manera similar a À l'intérieur o al Azul de Kieslowski, con un cataclismo familiar. En la cinta de Ciaran Foy su protagonista tendrá que afrontar el miedo a perder a su bebé, acechado por unos extraños culpables de la muerte del cónyuge, asentado en un ambiente tan decadente que impide a uno desligar su trama del contexto social actual. Así el film deriva el drama social en terror con suavidad, todo lo contrario a la contudencia que presenta Chained, el nuevo film de Jennifer Lynch tras Surveillance, donde nos pondremos en la piel de un chico secuestrado durante décadas, amaestrado para servir. No deja de ser un film vistoso aunque la constante presencia de La piel que habito en el recuerdo impide que el film se más de lo que propone, menos perturbador y atrevido de lo que se presumía.

Mucho más atractiva resulto ser Lovely Molly, donde se demuestra que Eduardo Sanchez no ha olvidado cómo acojonar al personal sin apenas recursos. Cierto es que no presenta una historia que brille por ser novedosa,  pero resulta inevitable sentirse incómodo durante todo el film, temerosos sin que recursos fáciles lo justifiquen. Así la huida de la protagonista de un pasado familiar turbio acaba resultando un escalofriante film cargado malrollismo. Esa misma huida parece retratar Despite the Gods, documental sobre el fallido intento de, de nuevo, Jennifer Lynch por rodar un film en la India. Más allá del carisma que la directora tiene y el retrato exótico del Bollywood que no conocemos el documental no resulta especialmente interesante, una curiosidad sobre el fracaso de la hija de David Lynch.

De padres ausentes también hablan Wolf Children y El Bosque, films de Mamoru Hosoda y Óscar Aibar respectivamente. El primero es una conmovedora historia sobre una madre obligada a cuidar de sus dos hijos, fruto de una relación con un licántropo, característica que heredarán los hijos. Tierna, divertida y emotiva, otro acierto de Hosoda, todo lo contrario del que resulta ser El Bosc, un film fantástico ambientado en la guerra civil española y con Tom Sizemore en el reparto. Sí, eso debió ser la razón de convencer a los inversores, porque el desarrollo es tremendamente flojo y previsible, caprichoso y convecional, una película cauta o escasa de imaginación, como prefieran, pero prescindible.




Looper, sin embargo, habla de la construcción de una família, desde la sci-fi y el noir. Rian Johnson levanta un artilugio aparentemente complejo (Nolan style) para acabar dotando de alma a una trama sobre viajes en el tiempo, siendo los protagonistas la férrea base sobre la que se articula la acción de la película. Y ojo, con una de las muertes más espectaculares que uno recuerda pero, sobretodo, un film donde los personajes son cercanos.

Cercanos son también los directores que forman parte de tres de los títulos corales visto en Sitges: V/H/S, The ABC´s of Death y Doomsday Book. Así, en un pequeño resumen encontraríamos a Nacho Vigalondo, Ti West, Adam Wingard, Kim Ji-woon, Cattet & Forzani, Ben Wheatley y Xavier Gens, entre otros, cosa que hace esperar lo mejor de las tres cintas aunque, como casi siempre, los resultados son tibios excepto por esos momento de brillantez individual.

El caso más claro es el de The ABC´s of death, donde hay un cineasta por letra del alfabeto, con un resultado donde hay pocos cortos realmente brillantes, poco realmente espantosos y muchas medianías. Ojo al O is for Orgasm de Cattet y Forzani, los creadores de Amer, que se basta solito para justificar el visionado del film entero, aunque os lo adjunto aquí abajo y os ahorro faena.



V/H/S en cambio se articula bajo una misma trama que incorpora cinco piezas dentro de ella, teniendo mucho más empaque que la anterior, siendo más cercano a un compendio de mediometrajes. Así West, Bruckner y compañía son capaces de levantar piezas mucho más atractiva e inquietantes, sumadas a la trama principal ciertamente enfermiza. En cambio, Doomsday Book, compuesta por tres piezas independientes (unidas por la temática) no acaba de funcionar, salvado meramente por el fragmento de Kim Ji-woon, sobradamente superior al resto.

Queda claro que ante la cercanía del fin del mundo volvemos a apelar a nuestro factor social para hacer frente al final, no solo en lo temático sino también a la hora de levantar proyectos. Qué mejor lugar para vivirlo que rodeado de amigos en un festival de cine, cerca del mar.

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