lunes, 22 de octubre de 2007

Matromonio compulsivo: Los Farrelly pierden el tren...


Existe la norma no escrita que reza "si algo funciona, mejor no tocarlo". De eso tenemos mucho ejemplos en el cine actual donde a un producto exitoso suelen sucederle secuelas, precuelas e incluso un boom de películas de temática homóloga. Es totalmente lícito explotar ese filón, pero un cineasta que asume repetir fórmula debe tener la obligación de reinventarse y superarse.



Los Farrelly son esclavos de su éxito, de una película que abrió un camino por ser suficientemente redonda y fresca. Desde entonces los intentos de repetir ese éxito han tenido más o menos acierto, pero su gran error ha sido intentar repetir la película que les dió a conocer.

Matrimonio compulsivo no pasa de ser una floja comedia, donde el humor se nos sirve en raciones doble de exageración creyendo que el estómago cinéfilo no queda saciado por falta de cantidad. Los gags en la película llegan a rozar el mal gusto o a ir de su brazo incluso, cayendo en la vulgaridad al estilo de Scary Movie, y los Farrelly saben estar por encima de eso.
La historia es sencilla, típica, tópica y en ocasiones un despróposito, pero no nos priva de bastantes carcajadas. La lástima es que para hacernos reir tiren de recursos tan trillados apoyados en guión tan inverosímil.

Aunque muchos odien a Ben Stiller, es él quien salva la película, no por sus dotes interpretativas (que las debió perder en aquella área de servicio para encuentros gays), sino por esa cara que la genética le ha dado que hace creíble que la desdicha siempre se supere en él. Michelle Monaghan cumple a la perfección con su papel, arrebatando al recién casado con Mr. Hyde.

El resto es un viaje entre lo escatológico, el chiste fácil y la exageración.

Lo mejor: La capacidad de Ben Stiller de hacernos creer que nada es lo suficientemente malo como para que no le pueda pasar a sus personajes.

Lo peor: Lo realmente aborrecibles que llegan a ser muchos de los personajes.

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