sábado, 3 de octubre de 2009

Rocket Science: La nostalgia es una putilla mentirosa


No lo digo yo, lo dice el amigo Insanus, aunque yo lo suscriba. Los sueños miran al futuro, y el presente es ese futuro donde no habitamos dicho sueño, sino que miramos atrás buscando un tiempo donde a la esperanza le sobraban oportunidades. Así vivimos el engaño de la superación y el éxito, del mañana triunfante que justifica un hoy marchito, de la melancolía convertida en nostalgia.

Del cine hemos aprendido que la voluntad es lo único que nos separa de cuanto deseamos, que si corremos lo suficiente tras el bus, bajará la chica de nuestros sueños para quedarse con nosotros, que si nos aplicamos intensamente conseguiremos ese ascenso o ese puesto en el equipo. Se nos enseña a hablar y a triunfar, pero no a callar o fracasar ya que la huérfana derrota sólo da lecciones a particulares.

El cine independiente parece haberse alzado como poética voz del fracaso, brindándonos personajes que como, ya en su día Charlot o Rick, derrotados aún son más grandes. El happy ending no está de moda porque no invita a la reflexión, mientras que el regusto amargo deja poso con su (a veces artificial) profundidad, aunque hayamos visto un bodrio. Ahí entra en juego la sinceridad de la apuesta, la humildad de lo que narra, sin caer en lo pretencioso (como Cashback) ni en lo absurdo (como Happy), sino dando a los personajes la dimensión humana que les toca en un mundo cansado de mártires.

Ese es el punto de partida de Rocket Science, el de un joven cuyos problemas de autoestima y contexto le provocan problemas de dicción, y pese a todo buscará impresionar a la chica de turno apuntándose al grupo de debate. Si el arma del joven Hal tartamudea es de esperar ese momento catártico en que su problema sea superado heroicamente al filo del abismo, pero la realidad es que dicha empresa está condenada desde el principio, y si en Little Mis Sunshine la recompensa era un helado, aquí es finalmente un trozo de pizza la que justifica dichos esfuerzos.

Si el triunfo conecta con nuestros anhelos, el fracaso lo hace con nuestra experiencia, reconociendo inmediatamente el patetismo del primer amor, aquel que el recuerdo embellece, porque si el presente siempre puede empeorar, el pasado es el inmaculado retrato de la feliz inocencia. Gran parte del mérito es para Reece Thompson, que encarna al protagonista con un rostro marcado por la inexperencia, por la inseguridad y el anonimato, y que sin embargo se ilumina al descubrir el amor con una convicción pasmosa, cual Leónidas enfilando la muerte al grito de "This is, this... I, this... this... Sp... this... this is... Sparta!!!". Mala suerte para el espertano que no hubiera pizzerías en las Termópilas.

El resto del reparto se compone de los habituales freaks y adultos problemáticos que aportan el contrapunto cómico necesario para ese tono amable habitual de esta clase de films, que asume el patetismo de sus personajes, mientras que la réplica a nuestro protagonista lo da Anna Kendrick en el papel de talentosa líder del grupo de debate con una lengua mucho más experta que la de Hal, siendo habituales los diálogos donde el poderío verbal de esta abruma a nuestro protagonista. Aunque en la vida no todo son argumentos...

No hay que buscar más en Rocket Science porque en ningún momento pretende ir más allá, ni reflejar el fracaso de los sueños de juventud, ni cantar al primer amor ni componer versos sobre grandeza del perdedor. No se juega la baza de falsear una amplitud que le va grande a la historia, sino que se juega con la experiencia de la gran mayoría de personas que ven el film, escarbando más que esculpiendo. Simplemente nos relata la sencilla historia del chico al que la lucha por una chica le llevó a ganar su batalla en las colas para la comida, escaso premio en un arte que no enseña que un campo de concentración puede ser divertido o un retrasado el héroe de América.

Y es que la esperanza es una senda de pisadas en la arena que desaparece tras la marea.

2 comentarios:

Insanus dijo...

Ay, perdona! Que acabo de ver esta entrada ahora, al leerte en un comentario de más arriba.

Qué poderoso análisis, Redrum, de verdad, enhorabuena. Sí, a mí también me encantó que no hubiera un desenlace triunfal al uso, con el prota en el concurso de debate machacando a Ginny verbalmente.

Mi adolescencia no fue tan traumática y apenas guarda parecidos con la del chico de la peli, pero era fácil empatizar con el personaje, porque es un pj honesto, creíble.

Hasta otra!

Redrum dijo...

Muchísimas gracias, Insanus, entre tanta intimidad!!! Jajajaja!!!

Más razón aún si poco te une al prota el que el film sea tan cuidado. Es justo eso, ya no necesitamos heroes, necesitamos personas, y el prota lo es.

1 saludo y gracias a ti por la recomendación!