jueves, 19 de noviembre de 2009

Chacun son mérite: Sonido


En el cine no siempre se le da la importancia necesaria al sonido, siendo el cine un arte audiovisual que desde su nacimiento buscó un acompañamiento sonoro. Y es que aunque se le considere el hermano menor del binomio audiovisual, la importancia de la coherencia entre lo que vemos y lo que oímos es vital para la correcta comprensión e inmersión en un film.

Ya en los mismos orígenes del cine era habitual que desde la sala de proyección se simularan sonidos para representar lo que se estaba viendo en pantalla, así como las bandas sonoras se fueron adaptando para potenciar ciertos momentos dentro de un film. Pero el uso del sonido ha ido evolucionando hasta intentar ir más allá de el simple eco sonoro de lo visual, aportando algo más a las imágenes en pantalla, equilibrando la balanza e incluso estando muchas veces por encima de lo visual. De hecho es el recurso más efectivo para mostrar lo que hay fuera de plano.

Así es como la labor de los profesionales encargados del sonido ha ido ganando peso con el paso de los años, no sólo en su labor de mezclarlo con imágenes sino también en crear y plasmar en un film el mejor audio posible, sin renunciar a ampliar el significado de una escena con su trabajo.

Dentro de ese ámbito cabe diferenciar dos disciplinas habitualmente difíciles de distinguir: El montaje de sonido y el sonido. En lo que se refiere al trabajo del profesional resulta sencillo, ya que si uno crea un sonido, el otro lo monta sobre el film, pero no resulta tan fácil valorarlo durante su visionado ya que ambos trabajos se presentan, obviamente, a la par. De ahí que hayamos decidido presentar un sólo artículo para ambas disciplinas, con siete ejemplos de los que intentaremos extraer qué parte de mérito tiene cada una de las dos disciplinas en dicha escena.

Empezaremos con un ejemplo de cómo el sonido transmite una realidad aparente dentro del film, cuando realmente se está jugando con la percepción del espectador. En Días Extraños su directora, Kathryn Bigelow, nos muestra la huida de unos delincuentes por unos tejados, supuestamente perseguidos por un helicóptero. La verdad es que creemos que existe dicho helicóptero porque escuchamos sus aspas y vemos un foco en el cielo, cuando realmente se trata de un foco y un inteligente uso del sonido para ahorrar costes de producción.



Este otro ejemplo es tan actual como sencillo, reforzando lo que antes comentábamos sobre la importancia de la coherencia entre sonido e imagen. La escena corresponde a ·[REC], del que se valoró mucho su aspecto de falso documental obviando el peso del sonido dentro de esa apuesta. La escena que os proponemos está montada junto a la versión americana (Quarantine) y doblada que llegó a nuestras carteleras, de manera que el contraste os haga notar la fuerza del sonido en cuanto a credibilidad con respecto a un sonido menos acertado. No es que el sonido de la segunda sea malo, ya que encaja en el uso habitual del sonido en el cine, sino que para la original española se optó por un estilo mucho más verosímil y acorde a las imágenes.



En muchas ocasiones expresar el estado emocional de un personaje se vuelve complejo si el actor no es capaz de transmitirlo ni el diálogo tiene sentido en la escena. En Paranoid Park el director Gus Van Sant nos sumerge bajo la ducha con su protagonista donde la simple imagen muestra el conflicto interno, pero el uso del sonido amplifica la lucha del personaje consigo mismo. Poco a poco se suma al audio un rumor selvático mostrando la soledad e indefensión del protagonista frente a su culpabilidad. Tanto montaje como elección del sonido son un pleno acierto de sus responsables.



Este ejemplo tiene más que ver con el montaje de sonido que no con el sonido en sí, aunque también es importante. En él vemos como Henry entra en casa de una mujer para saltar directamente a la escena donde la vemos muerta. Obviamente el audio del asesinato es importante, pero el impacto de la escena viene por cómo el sonido está montado sobre la imagen del cadáver, sin necesidad de ver dicha escena, dejándolo a nuestra imaginación y, en cierta manera, acercándonos a la mente del protagonista obligándonos a imaginar el asesinato.



Estamos acostumbrados al uso del fuera de campo en los films de Haneke, lo que lleva normalmente al uso del sonido para mostrar lo que no vemos. En este fragmento de El video de Benny el protagonista presenta sonido e intenciones, para rematar su cometido fuera de plano. De esta manera se resta violencia visual a la escena, pero se apela a la imaginación de un espectador de nuevo forzado a imaginar lo que ocurre y irremediablemente implicado en los hechos gracias al montaje de sonido.


Tsai Ming-liang usa en El sabor de la sandía elementos importantes dentro del film para fundirlos en una misma escena. En este caso el sonido de una sandía se hermana con la masturbación a una fémina sin que realmente haya sexo de por medio, en un tiempo en que se recomienda zumo de dicha fruta para combatir la terrible sequía, la misma sequía emocional que asola a los protagonistas de la escena.



No podemos cerrar el artículo sin nombrar a uno de los grandes directores que vivió el salto al cine sonoro, Fritz Lang. M supuso la primera toma de contacto del director austriaco con la recién llegada tecnología, y no dudó en aprovechar las oportunidades que el sonido le ofrecía, siendo este un elemento de gran importancia dentro del film. En dicho film vemos el secuestro de un niña por parte de un asesino al que no vemos el rostro pero sí le escuchamos silbar una melodía. Más tarde y ya en el vídeo se nos presenta un hombre cuyo rostro desconocemos pero identificamos como el asesino por el mismo silbido, que usará repetidas veces durante el film. Ya en la segunda parte del video Lang juega con el asesino fuera del plano, marcando su presencia de nuevo con la melodía acechando a la niña, de manera similar a cómo se usaba la banda sonora en Tiburón. En el momento que la niña está a salvo, cesa el silbido y la cámara da entonces presencia al asesino, supliendo su silencio con su imagen y mostrando un hábil uso de los recursos audiovisuales.



Y hasta aquí el repaso al uso del sonido a través de diferentes escenas, mostrando la importancia de éste en un arte que, aunque naciera mudo, siempre buscó ser audiovisual. En la próxima entrega trataremos sobre el uso de la fotografía dentro del cine, más allá de la recurrida belleza de las imágenes. Un saludo.


2 comentarios:

Mister Lombreeze dijo...

Interesante a la par que didáctica entrega. Pero lo que me ha parecido realmente extraordinario es la acertadísima selección de los ejemplos que han hecho que ésta sea, por el momento, mi entrega favorita de esta serie.
Enhorabuena.

Por cierto, qué habilidad tiene el joputa de Haneke para ponerme mal cuerpo.

Por aportar algo y aprovechando el comentario de un lector gusano, traigo el comienzo de Delicatessen que considero un buen ejemplo también de parte de lo expuesto.
El sonido de la cuchilla contra el afilador propagándose por las tuberías, el ruído del papel de embalaje...
http://www.youtube.com/watch?v=avuovbgoyxU

Redrum dijo...

Muchísimas gracias, Mr.Lombreeze! Desde el principio supuso un reto enorme buscar ejemplo, y aunque las primeras disciplinas eran más obvias van llegando ahora las más complejas de ejemplificar.

Igual que la música debe saber usar del silencio, el cine debe saber usar lo que no se ve, y Haneke lo domina, igual que el juego de grabaciones en Chache.

Totalmente de acuerdo con su ejemplo, aunque aquí entramos más en la necesidad de contextualizar la escena.

1 saludo y gracias por comentar!