Seré directo: No he leído Ensayo sobre la ceguera, novela de José Saramago en la que se basa Blindness, la nueva película de Fernando Meirelles. Habrá quien opine que con ello pierdo gran parte de la esencia que el film intenta evocar, pero la crítica de un film es eso, no la comparativa entre ambos. Son experiencias totalmente distintas, y un absurdo pretender equipararlas y valorarlas de igual a igual.
Así que es normal que todo lo que anunciaba Meirelles que había optado por insinuar llegue a nosotros como semilla que en cada uno dará su fruto. Y es aquí donde tenemos la base de un film cercano a lo filosófico, donde no se nos dan respuestas, sino preguntas disfrazadas con hechos. Una apuesta cercana a Hijos de los hombres, pero que navega en un terreno más metafísico.
Época actual, una ciudad cualquiera, y un conductor (Yusuke Iseya) que queda ciego en medio del tráfico. Su especialista (Mark Ruffalo) no verá nada anormal, y de lo que se considera un caso aislado brotará una epidemia imparable. El doctor se verá afectado y aislado junto a su mujer (Julianne Moore), que fingiéndose afectada viajará con él a una instalaciones donde no pararán de llegar infectados.
Abandonados a su propio autogobierno en un mundo que ni ven ni les ve, se verán sumergidos en una redefinición de su propia existencia bajo el yugo de la violencia y el hambre. Sólo la figura de la mujer del doctor será capaz de hacer ese viaje como pasajera y espectadora, siendo Virgilio, caballo de Troya y Mesías moderno.
Visualmente impactante, arriesgada y hermosa, a la par que fría y aséptica. Meirelles ni se casa ni deja indiferente a nadie, explora su propio lenguaje cinematográfico siempre con una intención hacia el espectador. Nos propone una historia de contrastes, un terreno moral resbaladizo y un tablero en blanco donde se dibujan las piezas y las reglas progresivamente.
El film bascula sobre el personaje de Julianne Moore, como espejo de la decadencia y motor de la esperanza. Decir que está bien es poco, y todos conocemos de qué es capaz esta actriz. En su periplo la acompañan Mark Ruffalo, Danny Glover, Gael García Bernal y Alicia Braga, todos ellos siendo satélites en la historia pero correctos en sus papeles.
Y no es casual que Moore tenga más protagonismo que el resto, a diferencia de la novela. Puntualmente Meirelles pretende sumergirnos en el infierno de los ciegos, con planos a caballo entre la crueldad y la elegancia, pero su intención es que veamos el mundo a través de los ojos de la mujer del doctor. Ello lleva a una serie de planos que podrían perfectamente sobrar por su obviedad, como la escena del supermercado. Y es que aunque se suela decir que los grandes films son los que plantean más preguntas de las que responden, la falta de respuestas a veces esconde una ausencia de rumbo que lleva a detenerse en cualquier isla desierta.
No podrá negar nadie que la apuesta era arriesgada, y probablemente deje fríos a la mayor parte de espectadores, pero es esa clase de films que uno se lleva a casa y sólo la rutina diaria acaba con su sello. ¿Eso la hace mejor? Pues no, es una rareza de la que Meirelles sale bien parado con una historia donde el blanco y el negro se presentan en dos horas, y los grises los pone el espectador. No en vano los personajes son anónimos, ciegos, y se les conoce por sus actos y no sus etiquetas.
En definitiva, un film extraño, tan hechizante como aburrido, tan personal como anónimo. Un relato desesperanzador sobre lo mejor y lo peor de la condición humana y el frágil castillo de naipes sobre el que se construye un sistema ético y moral en el que amoldar nuestra identidad.
Lo mejor: Junto a la dirección, la fotografía de Marco Antônio Guimarães.
Lo peor: Algunas escenas redundantes.
El dato: Los actores prepararon las escenas de grupo de manera similar a como vemos en el film, abandonados en calles desiertas. Y como era de esperar, ya ha habido asociaciones de invidentes que han protestados sobra la imagen dada en el film.
Así que es normal que todo lo que anunciaba Meirelles que había optado por insinuar llegue a nosotros como semilla que en cada uno dará su fruto. Y es aquí donde tenemos la base de un film cercano a lo filosófico, donde no se nos dan respuestas, sino preguntas disfrazadas con hechos. Una apuesta cercana a Hijos de los hombres, pero que navega en un terreno más metafísico.
Época actual, una ciudad cualquiera, y un conductor (Yusuke Iseya) que queda ciego en medio del tráfico. Su especialista (Mark Ruffalo) no verá nada anormal, y de lo que se considera un caso aislado brotará una epidemia imparable. El doctor se verá afectado y aislado junto a su mujer (Julianne Moore), que fingiéndose afectada viajará con él a una instalaciones donde no pararán de llegar infectados.
Abandonados a su propio autogobierno en un mundo que ni ven ni les ve, se verán sumergidos en una redefinición de su propia existencia bajo el yugo de la violencia y el hambre. Sólo la figura de la mujer del doctor será capaz de hacer ese viaje como pasajera y espectadora, siendo Virgilio, caballo de Troya y Mesías moderno.
Visualmente impactante, arriesgada y hermosa, a la par que fría y aséptica. Meirelles ni se casa ni deja indiferente a nadie, explora su propio lenguaje cinematográfico siempre con una intención hacia el espectador. Nos propone una historia de contrastes, un terreno moral resbaladizo y un tablero en blanco donde se dibujan las piezas y las reglas progresivamente.
El film bascula sobre el personaje de Julianne Moore, como espejo de la decadencia y motor de la esperanza. Decir que está bien es poco, y todos conocemos de qué es capaz esta actriz. En su periplo la acompañan Mark Ruffalo, Danny Glover, Gael García Bernal y Alicia Braga, todos ellos siendo satélites en la historia pero correctos en sus papeles.
Y no es casual que Moore tenga más protagonismo que el resto, a diferencia de la novela. Puntualmente Meirelles pretende sumergirnos en el infierno de los ciegos, con planos a caballo entre la crueldad y la elegancia, pero su intención es que veamos el mundo a través de los ojos de la mujer del doctor. Ello lleva a una serie de planos que podrían perfectamente sobrar por su obviedad, como la escena del supermercado. Y es que aunque se suela decir que los grandes films son los que plantean más preguntas de las que responden, la falta de respuestas a veces esconde una ausencia de rumbo que lleva a detenerse en cualquier isla desierta.
No podrá negar nadie que la apuesta era arriesgada, y probablemente deje fríos a la mayor parte de espectadores, pero es esa clase de films que uno se lleva a casa y sólo la rutina diaria acaba con su sello. ¿Eso la hace mejor? Pues no, es una rareza de la que Meirelles sale bien parado con una historia donde el blanco y el negro se presentan en dos horas, y los grises los pone el espectador. No en vano los personajes son anónimos, ciegos, y se les conoce por sus actos y no sus etiquetas.
En definitiva, un film extraño, tan hechizante como aburrido, tan personal como anónimo. Un relato desesperanzador sobre lo mejor y lo peor de la condición humana y el frágil castillo de naipes sobre el que se construye un sistema ético y moral en el que amoldar nuestra identidad.
Lo mejor: Junto a la dirección, la fotografía de Marco Antônio Guimarães.
Lo peor: Algunas escenas redundantes.
El dato: Los actores prepararon las escenas de grupo de manera similar a como vemos en el film, abandonados en calles desiertas. Y como era de esperar, ya ha habido asociaciones de invidentes que han protestados sobra la imagen dada en el film.
7 comentarios:
La he omitido en Sitges, queda pendiente a verla en los cines.
Bueno, no creo que no leer el libro sea una pérdida por no poder comparar ambas. En todo caso es una pérdida en sí misma, la verdad es que el libro me pareció cojonudo.
Lo de las asociaciones de invidentes es increíble. Es una metáfora tan obvia. Me imagino que no leerían el libro, y la película como mucho la escucharon (dudo que se estrene en cines con "audio para invidentes")... si no se la contaron bien, la malinterpretación está al canto. "Pues resulta que se quedan todos ciegos y se empiezan a cometer barbaridades". Dicen ellos que la gente cuando se vuelve ciega no se vuelve también mala... no creo que nadie piense eso, no es como si fuera la confirmación de un estereotipo.
También hay comentarios como que está mal que no fueran ciegos de verdad los actores, porque además los ciegos no se comportan así ni se van golpeando con todo (claro, digo yo que los que tienen experiencia no, pero lo de la película es algo insólito).
Vamos, hay críticas y opiniones por todas las bandas. Yo de momento creo que mantengo las esperanzas por la película. Quién estuviera en Sitges...
Os toca esperar hasta el 9 de Enero.
No Javier, no digo que sean incompatibles, digo que quien ha leído el libro parte con ventaja para entender el film, y no es mi caso. Así sólo tengo las armas que ofrece el director y no Saramago.
Vale la pena verla, pero es un film memorable, ni tan contundente o agresivo como puede parecer.
¡1 saludo y gracias por comentar!
Tengo una ganas terribles de verla, me encanta su cine. ME parece interesante que no deje indiferente, eso creo que es bueno.
Como de aquí a que se estrene tengo tiempo, creo que me leeré el libro!!
Teniendo en cuenta que de Meirelles salió Cidade de Deus que me apasionó el modo en el que estaba rodada, por descontar la historia que es brutal y el enfoque que le dio, y que la siguiente que vi de él fue EL Jardinero Fiel, bien hecha, buen guión, historia on mensaje, me pregunto cómo será Blindness.
Regina, no te preguntes como es, que para algo me he currado la review ;)
Videodromo, sin duda, cuando un film no deja indeferente, es que llega a la gente y la implica. Otra cosa es el modo en que deja indiferente, desde Hostel a Alguien voló sobre el nido del cuco.
¡1 saludo y gracias por comentar!
Pfff, pues tiene pinta de tostón. En fin, esperemos a Enero.
Yo me dormí viendo "Hostel".
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