Mal Ejemplo: McLovin y las comedias divertidas

¿Acaso existen otras? Pues sí, hay comedias que son un tostón de campeonato, o a lo que nos va acostumbrado el zafio humor americano. Así es como la exageración, vómitos y pedos, pésimos chistes sexuales y demás hijos del ingenio pueblan la mayoría de productos que llegan a la pantalla. Y es que a la risa no se le conoce padres, así que parece que las tendencias van cambiando a medida que funcionan en taquilla.

Por suerte aún quedan comedias gamberras, que sin necesidad de caer en el mal gusto o en el exceso, se apoyan en historias sencillas y valores universales para dejarnos una sonrisa en la cara al salir de la sala. Mal ejemplo se puede añadir a otras dos joyas como Supersalidos y Virgen a los 40, films amenos y amables que sin llamar a la trascendencia hacen pasar un buen rato entre amigos y risas.
Danny (Paul Rudd) y Wheeler (Seann William Scott) son dos comerciales de una marca de bebida energética, cuya labor consiste en dar conferencias en colegios e instiutos instando a los jóvenes a no probar drogas y sí la bebida que patrocinan. Mientras que al alocado Wheeler esa vida le gusta, a Danny le parece miserable y amarga su existencia y la de su pareja.

Tanto es así que su pareja le abandona, acaba estrellando su furgoneta en un altercado por la policía y condenados ambos a 150 horas de trabajos sociales con una fundación llamada Alas Protectoras. Allí tendrá que hacerse cargo cada uno de un niño e intentar ser un modelo para ellos, pero no lo tendrán nada fácil con sus respectivas asignaciones.

Sale Christopher Mintz-Plasse, alias "McLovin" y con eso podría acabar la reseña e instaros a todos a verla, ya que estáis ante un nuevo ídolo de masas, el friki molón del siglo XXI. Es obvio que a muchos os parecerá un film flojo, sencillo, y no hay que negarlo, es así. Pero no siempre resulta fácil que los personajes resulten tan sinceros y cercanos, alejándose de los desafueros de Stiller o Sandler.

Y es que reconforta ver a gente hacer el ridículo y pese a todo triunfar, todo ello desde la cercanía de personajes anónimos a los que el azar da la espalda como a cualquier hijo de vecino. Y es que el patetismo es buen compañero, cual espejo que nos devuelve una imagen decadente en la que siempre seremos mejores nosotros, creando así cierta empatía hacia personajes a los que nos creemos capaces de dar consejo.

Todo ello siempre aderezado con esos mensajes en pro de la amistad, del patetismo y del ridículo como vía de salvación, y con la risa como terapia para el espectador. Al fin y al cabo, quien paga una entrada de cine para este tipo de comedias, reírse es lo mínimo que debe esperar. ¡Y pardiez que lo consigue! Sin recurrir al absurdo y usando el diálogo como principal arma.

Los vehículos elegidos para esta ocasión dan el perfil idoneo, desde un Seann William Scott que no se aleja de su rol en American Pie, a Paul Rudd que hace mucho que se encasilló. McLovin siempre borda su papel, así como Jane Lynch convence al frente de Alas Protectoras. No se puede decir lo mismo de Elizabeth Banks ni de Bobb´e J. Thompson, en el típico papel de niño insolente que no hay quien lo aguante. Casi tan insoportable como el insufrible Richie de Cosas de Casa.

En definitiva, un film entretenido y amable, que a un servidor hizo reír a carcajadas en no pocas ocasiones, si bien es innegable la necesidad de verla en grata compañía. Un humilde producto que logra su labor de mantenernos durante 100 minutos alejados de nuestros mundanales problemas.

Lo mejor: Su sencilla apuesta y efectividad.

Lo peor: Los dos personajes antes comentados.

El dato: Aquí tenéis el póster original, y aquí la adaptación patria, con un par de guiños a expresiones de reciente (y dudosa) moda.