Con el final del festival en el horizonte la cosa cambia, y la predisposición a disfrutar de cada segundo que reste de experiencia aumenta lo suficiente, permitiendo incluso disfrutar de castañas como Sector 7. El film de Kim Ji-hun es de esos que no sabes ni si el director se lo toma en serio y, además, en 3D. La historia nos sitúa en una plataforma petrolífera donde aparecerá un monstruo marino que liará un follón de narices, con los habituales toques emotivos para darle chicha al asunto. Muy probablemente sea un film infame, pero no aburrirme a esas alturas de festival tiene mérito, y de tan exagerado que resulta su tramo final, hasta me resulta un film simpático.
Radicalmente opuesto era el film elegido para precederle, tratándose de la nueva película de Hong Sang-soo, The day he arrives. En ella, un director de cine decide viajar a Seúl a visitar a un viejo amigo para acabar deambulando por la ciudad, en cinco variaciones a partir de la misma premisa. Así presenta Hong un abanico de posibilidades con una honestidad y destreza que le queda grande al Van Dormael de Las vidas posibles de Mr. Nobody, optando por encuadres en vez de estéticas, por respuestas en vez de gominolas. Amor, azar, decisiones y desvíos para uno de los films más sugerentes de esta edición.
El siguiente plato venía de la mano de Koen Mortier, que tras Ex Drummer presentaba 22nd of May, film sobre un guarda de seguridad de un centro comercial que un suicida hará volar por los aires. Con ello, un film que apunta a thriller se convierte en un drama donde su protagonista (como en The day he arrives) revivirá los instantes previos al suceso una y otra vez, interactuando con las víctimas y el suicida en un vano intento por evitar la masacre. Dicha apuesta entronca directamente con las palabras de Mortier, que resaltó el anónimo papel de las víctimas, condenadas a las matemáticas en los medios de comunicación y que en 22nd of May reviven su propia muerte como modo de aceptación.
Y a toda carrera tras el film de Mortier tocaba una maratón donde obviariamos la floja Grave encounters para disfrutar de The Innkeepers, nuevo film de Ti West tras la magnífica The house of the devil. Basta tomar como referencia la reacción de un acreditado sentado a mi lado, cuyo nerviosismo no paraba de crecer a medida que avanzaba el metraje, clamando al cielo alguna muerte y confirmándome la enorme calidad e inteligencia del film. Porque The Innkeepers juega en otra división, desde el tributo y una inteligente puesta en escena, sin obviar las referencias ni plantear revoluciones en el género, pero encontrando a caballo de lo contemporáneo y lo clásico un espacio donde desarrollar sus intenciones. Y no os quepa duda que toda la preparación del film va enfocada a un tramo final asfixiante que calló muchas de las bocas presentes en la sala.
Y tras una noche inquieta recordando las imágenes compuestas por el bueno de Ti West tocaba acudir al humor de Juan de los muertos, una peli de zombis cubana, hecho que en sí mismo es gracioso. Con ello tenemos un film donde el retrato social y político sobrevuela todas las situaciones de unos personajes que donde otros ven peligro, ellos ven oportunidad de negocio, y con ello una sucesión de cómicas situaciones para presentar el habitual esquema de supervivientes de forma más ligera que impactante. Hubiera sido firme candidata a premio del público de no ser por Attack the block, ya que el film de Alejandro Brugués es tan desinhibido como entretenido.
La siguiente cinta ya no tenía nada de amable, porque El páramo es una contundente cinta rodada casi exclusivamente cámara en mano que mete a un pelotón de militares en un entorno hostil. Jaime Osorio se vale de la puesta en escena para dotar al paisaje de un aire amenazador, sumado a la presencia de una extraña mujer cuya sola presencia desencadenará la psicosis general que moverá el film hacia adelante. Y en esa onda del enemigo invisible se mueve El páramo, explotando la tensión entre sus protagonista para mantener en vilo al espectador constantemente, con la única certeza de los actos de los militares en una espiral de violencia donde quizás el único inocente es la mujer que desencadena el drama.
Y para suavizar el cierre del penúltimo día en Sitges tocaba sumergirse en el nuevo trabajo de James Marsh, ganador del Oscar por Man on wire. Project Nim trata de un experimento con un primate llevado a cabo en lo setenta, donde se le intentó enseñar un lenguaje de signos para ver si era capaz de crecer aprendiendo y usando dicho lenguaje. Y el caso es que la temática engancha, y acaba por dejar impronta en la memoria en el momento que el chimpancé decide fumar marihuana y beber cerveza, pero Marsh no puede evitar ser facilón/buscar otro oscar, y acude a obviedades para resaltar que el mono es un mono (cuando le interesa) y tirar de emotividad ante un animal que sufre (cuando lo necesita), anegando por completo la posibilidad de que el espectador saque conclusiones pero si mismo.
Con monos se cierra el día para abrir el cierre de Sitges con La cosa, la pseud-precuela firmada por ese director que nos hace sentir gangosos al pronunciar su nombre y que pese a no estar, ni de lejos, a la sombra de sus predecesoras, no deja de ser un film ameno. Sutilezas las mínimas, CGI del que se nota y una presencia casi constante del bicho en pantalla, para apelar más al bigger que al better y escapar de comparaciones a base de buscar el contrario, conformando un film olvidable pero que ni se cree mejor de lo que es ni pretende más que rellenar los huecos de la ignorancia imberbe.
Sin tiempo a reposar de tanta persecución llegaba el mejor director según Cannes con su Drive debajo del brazo. Y a pocos decepcionó el film de Nicolas Winding Refn, compacto y poderoso, multi-genérico y estilizado que, pese a alguna ñoñería, pasa por ser uno de los mejores vistos en esta edición del festival. Un conductor que ofrece sólo cinco minutos de su pericia, la chica mona que se cruza en su camino, y el lío de turno que no puede acabar bien, y todo ello sin sentir pereza ante una historia mil veces vista pero narrada con pocos adornos y mucho sello. Y por si fuera poco, una banda sonora tremenda.
Y aunque, llegado el momento, parece mentira, era hora de la última película de Sitges 2011, la despedida a una experiencia increíble. Y la elegida para tal propósito no fue sino que la deliciosa The Artist, que venía precedida de muy buenas valoraciones tras su paso por Cannes. No es de extrañar, teniendo en cuenta que es un tributo al cine mudo rodado como tal, es decir, en blanco y negro y sin sonido directo, y eso, en pleno siglo XXI, implica meterse en el bolsillo a un buen puñado de espectadores. Y no negaremos que The Artist es un film amable y divertido, con todo lo necesario para dejar un buen sabor de boca y con esa inocencia del cine de antaño, pero quizás la edad o el cansancio me hacen tolerar menos el azúcar y, con ello, dejo de encontrarle la gracia a un plagio demasiado encorsetado, insistente en negar el presente al que pertenece.
Sitges 2011 ya es historia viva a través de nuevas gentes, recuerdos y textos, un oasis cinéfilo que mientras te agota, te impele a repetirlo cuanto antes. Tanto que la siguiente parada llega con Gijón en un mes, para retomar las charlas dejadas a medias y disfrutar de nuevos horizontes cinéfilos, tanto por títulos como por gentes. Todo amante del cine debería poder vivir, aunque sea una vez, este tipo de experiencia.
4 comentarios:
Como siempre, es interesante ir leyendo una crónica tan intensa. Sin embargo al final da la sensación de que todo queda escondido dentro del bosque. Muchas películas, nombre y directores, es peor que la lista de los reyes godos :)
De momento yo me quedo con ver la de Rutger y attack de block.
"Todo amante del cine debería poder vivir, aunque sea una vez, este tipo de experiencia."
ya me gustaría, ya.... aunque no sé si toleraria un empacho tan grande.
Saludos
Jajajaja!!! Estimado Anónimo, es normal, aunque muchos de estos nombres son los que luego crecen y se hacen reconocibles, por lo hablar de lo sugestivo que es entrar a ver una peli de la que no tienes referencias ni de la sinopsis, ni del director ni nada.
La de Rutger no la vi, y Attack the block es entretenida, pero con tanto título prefiero algo interesante y arriesgado.
Nada, el agobio se rebaja con las charlas cinéfilas cervezita en mano!
1 saludo y gracias por comentar!
Y yo recojo otra frase "una peli de zombis cubana, hecho que en sí mismo es gracioso". Lo que me he reído, Dios mío. Sigo con estas crónicas de Sitges que no las leí en su día.
Jajaja! Insanus, es que cuando lees la info, ves "Juan of the dead" e indica que es cubana, es un mindfuck de cuidado.
No te quepa duda que te gustará si la consigues.
1 saludo y gracias por comentar!
Publicar un comentario