The Wrestler: Que se acabe la función al bajar del escenario

La vida de toda persona parece tener un número limitado de oportunidades para equivocarse. A medida que el fin está más cerca que el principio, nuestros errores se antojan definitivos y el tiempo de enmendarlos se agota. Ese mismo tiempo que teníamos por benévolo se torna cruel, mostrando nuestra fragilidad, nuestras imperfecciones, limitaciones y vergüenzas. El tic-tac del reloj decide cuando nuestra gloria ha de convertirse en un espejismo y a nosotros en juguetes rotos.

Cuando se nace siendo Atlas, cargando el peso de la bóveda celestial sobre nuestras espaldas, se sufre la condena de tener que ver flaquear nuestras piernas mientras el cielo se derrumba sobre nosotros. Eso es la gloria, una loba que nos amamanta, pero que nunca nos enseñará a levantarnos tras caernos. Ciertos momentos de la vida están sólo para poder ser acariciados, y beber de su recuerdo, pero nunca poder repetirlos.

Randy Robinson (Mickey Rourke) es un luchador profesional apodado "The Ram", cuyo momento pasó hace casi 20 años y que ahora sobrevive gracias al circuito independiente y el recuerdo de sus seguidores. Mientras ha dedicado su vida a lo único que sabe hacer, luchar, ha perdido todo fuera de un cuadrilátero. Pasa las noches en un bar de striptease donde entabla amistad con Cassidy (Marisa Tomei), stripper del local.

Ambos son reliquias de sus oficios, cuyos mejores años pasaron y su futuro tiene más de esperanza que de certeza. Mientras que el cuerpo de Randy cada vez irá soportando menos las duras batallas, el de Cassidy cada vez menos el juicio de los clientes, en trabajos donde es carne fresca lo que se necesita para el asador.

Darren Aronofsky vuelve a su mundo de perdedores, hallando un justo término medio entre las apuesta visuales vistas en Réquiem por un sueño y La fuente de la vida. De la crudeza de la primera, a la belleza de la segunda, con The Wrestler opta por un tono documental y frío. La verdad al desnudo resulta más cruel que cualquier hipérbole visual, y no hay mejor acierto que el de su protagonista y el personaje que interpreta.

Más allá del soberbio trabajo de Mickey Rourke y su cara reflejando una vida de excesos, el papel de luchador venido a menos, nutrido de necesidad y drogas, refleja perfectamente un mundo donde existe un trono, pero no una puerta grande por la que salir a hombros. Aún resulta más patético, si cabe, ver un mundo donde las peleas están planeadas y el consumidor responde a instintos primarios en busca de un consumo rápido, donde tu mérito se valora con propinas. A destacar la escena del chico con la pierna protética con la que insta a The Ram a atizar a su oponente.

Aronofsky y Robert D. Siegel (guionista del film) puebla el metraje de paradisíacos espejismos para los protagonistas, anclados en el pasado, esclavos del presente y clientes de un futuro que nunca llegará. Así es como culpan a la década de los 90 de sus males cuando el margen de maniobra lo gastaron confundiendo finales de trayecto con baches. Cuando la soledad y el vivir engañado agotan su cuota para los protagonistas, las únicas dos opciones que les quedan son las mismas que les quedaron a Thelma y Louise.

Podría decirse que Aronosfky cierra el film de manera precipitada, pero ni pretende un cliffhanger ni un coitus interruptus, sino que su trabajo ya está hecho. No nos presenta mártires ni conclusiones, sino cauces en la vida de sus personajes movidos por una dolorosa corriente que los consume y que deja la pluma al espectador para firmar sus finales. Es la manera en que el director de Brooklyn nos habla de la esperanza, pese al demoledor final de Réquiem por un sueño, mostrando que labramos nuestro camino, expiamos nuestros pecados y finalmente elegimos nuestro destino. Lo lógico es que el espectador elija cómo acaba The Wrestler, siendo nosotros el único brillo de esperanza al protagonista, el único que está allí para pedirle que ponga freno.

En definitiva, un film notable, un Aronofsky maduro que abandona su personal apuesta visual para parir un film desde las tripas. Restando protagonismo a su sello da más autenticidad a un producto que quizás sea el más personal del director, en una apuesta similar a la de Clint Mansell, que pese a sus magníficas composiciones, en The Wrestler cede el protagonismo a la historia y acompaña la soledad de los protagonistas. Un film hecho para durar en el tiempo más que la historia de sus protagonistas.

Lo mejor: La cruda apuesta visual que no duda en abusar del físico de un demacrado Rourke.

Lo peor: El tipo de historia lo hemos visto cientos de veces.

El dato: Pese a la acertada elección de Rourke, los primeros candidatos fueron Nicolas Cage y Silverster Stallone. Puede que influyera que Rourke no cobró por rodar el film, así como tampoco Bruce Springsteen ni Guns ´n´ Roses por los temas del film.