Si bien desde la segunda guerra mundial hasta el arranque de la guerra fría, los nazis representaron el terror enemigo en celuloide, en adelante lo fueron los rusos. Después ya llegó el 11-S que situó al mal en oriente próximo y cuyas ramificaciones se hicieron más sofisticadas que los agentes dobles o triples vistos hasta entonces. Pero vivimos en la era de la información, donde nos resulta fácilmente accesible el conocimiento y descubrir las costumbres de los habitantes del más remoto poblado de la India a golpe de clic.
Y si desconocido es un adjetivo cada vez menos aplicable, buscar un objeto sobre el que volcar el miedo resulta cada vez más complejo, y las fórmulas buscan entes difusos para espectadores cada vez más ilustrados. Así es como le llega el turno a las grandes corporaciones, cuyo funcionamiento y negocios nos resulta lejanos que son buen caldo de cultivo para que el espectador las identifique como enemigo con sólo sembrar la duda en él.
En ese terreno se mueve la propuesta de Tom Tykwer (El Perfume, Corre Lola Corre) en un producto a medida de Clive Owen y escrito por el debutante Eric Singer. Y con ello presenta un thriller sencillo y lineal, sin complicaciones ni ambiciones más allá intentar complicar una trama que rota sobre un único protagonista.
Y es que no nos engañemos, por entretenida que pueda ser la apuesta, es sencilla y a ratos absurda. Eso cuadra más con films de acción donde el enemigo (ruso o vietnamita) era ciertamente torpe, que no con films de espionaje como Cortina Rasgada, destapando así una trama que busca más dar sentido a ciertas escenas que no una historia que dé lugar a dichas escenas.
Así es como bajo la grandeza de las conspiraciones se esconden unos pocos, enfrentados directamente con el protagonista, siempre forzado a estar por encima de las leyes que, por enésima vez, protegen el capital. Todo ello con un Clive Owen cuya evolución emocional se reduce básicamente al nivel de degeneración de su estilismo, especialmente enfocado en su peinado.
La presencia de Naomi Watts se explica sólo gracias a algún tipo de estadística en la productora que indicara el mejor rendimiento en taquilla de films con pareja protagonista, frente a los pendulan sobre un único personaje, ya que la importancia de Watts en el film es la misma que la de Moulin Rouge o Dark City en la historia del cine: nula.
Y con ello tenemos el clásico héroe solitario luchando contra los elementos, con todo en contra, pero sobretodo, sin una motivación clara para sus actos. Y ese es un problema cuando tenemos que ver al protagonista luchar del bando de la ley, para más adelante saltársela, cumpliendo con su deber al principio pero luego demasiado obcecado en una trama, ya de por sí, chirriante.
Porque en The International la trama se complica innecesariamente con escenas que sólo aportan metraje y dejan de lado partes borrosas de un guión condicionado por la presencia constante de Clive Owen en pantalla. Y esa desgana en no cuidar una historia en la que involucrar a sus personajes acaba transmitiéndose al espectador, que acaba aferrándose a la escena del Guggenheim para salir medianamente contento con el visionado.
En definitiva, un film flojo, sin garra ni historia que contar, que intriga en su arranque para quedar en una temporada de 24 comprimida en dos horas. Un descafeinado thriller donde todo acaba pareciendo rutinario y nos convencemos de lo usual que es caminar por la calle pistola en mano.
Lo mejor: La escena del Guggenheim.
Lo peor: Su simpleza.
El dato: Las malas opiniones en los pases previos llevó a rodar nuevas escenas que la volcaran más hacia un film de acción, aprovechando la temática para ser estrenada en la peor crisis bancaria de Estados Unidos.
Y si desconocido es un adjetivo cada vez menos aplicable, buscar un objeto sobre el que volcar el miedo resulta cada vez más complejo, y las fórmulas buscan entes difusos para espectadores cada vez más ilustrados. Así es como le llega el turno a las grandes corporaciones, cuyo funcionamiento y negocios nos resulta lejanos que son buen caldo de cultivo para que el espectador las identifique como enemigo con sólo sembrar la duda en él.
En ese terreno se mueve la propuesta de Tom Tykwer (El Perfume, Corre Lola Corre) en un producto a medida de Clive Owen y escrito por el debutante Eric Singer. Y con ello presenta un thriller sencillo y lineal, sin complicaciones ni ambiciones más allá intentar complicar una trama que rota sobre un único protagonista.
Y es que no nos engañemos, por entretenida que pueda ser la apuesta, es sencilla y a ratos absurda. Eso cuadra más con films de acción donde el enemigo (ruso o vietnamita) era ciertamente torpe, que no con films de espionaje como Cortina Rasgada, destapando así una trama que busca más dar sentido a ciertas escenas que no una historia que dé lugar a dichas escenas.
Así es como bajo la grandeza de las conspiraciones se esconden unos pocos, enfrentados directamente con el protagonista, siempre forzado a estar por encima de las leyes que, por enésima vez, protegen el capital. Todo ello con un Clive Owen cuya evolución emocional se reduce básicamente al nivel de degeneración de su estilismo, especialmente enfocado en su peinado.
La presencia de Naomi Watts se explica sólo gracias a algún tipo de estadística en la productora que indicara el mejor rendimiento en taquilla de films con pareja protagonista, frente a los pendulan sobre un único personaje, ya que la importancia de Watts en el film es la misma que la de Moulin Rouge o Dark City en la historia del cine: nula.
Y con ello tenemos el clásico héroe solitario luchando contra los elementos, con todo en contra, pero sobretodo, sin una motivación clara para sus actos. Y ese es un problema cuando tenemos que ver al protagonista luchar del bando de la ley, para más adelante saltársela, cumpliendo con su deber al principio pero luego demasiado obcecado en una trama, ya de por sí, chirriante.
Porque en The International la trama se complica innecesariamente con escenas que sólo aportan metraje y dejan de lado partes borrosas de un guión condicionado por la presencia constante de Clive Owen en pantalla. Y esa desgana en no cuidar una historia en la que involucrar a sus personajes acaba transmitiéndose al espectador, que acaba aferrándose a la escena del Guggenheim para salir medianamente contento con el visionado.
En definitiva, un film flojo, sin garra ni historia que contar, que intriga en su arranque para quedar en una temporada de 24 comprimida en dos horas. Un descafeinado thriller donde todo acaba pareciendo rutinario y nos convencemos de lo usual que es caminar por la calle pistola en mano.
Lo mejor: La escena del Guggenheim.
Lo peor: Su simpleza.
El dato: Las malas opiniones en los pases previos llevó a rodar nuevas escenas que la volcaran más hacia un film de acción, aprovechando la temática para ser estrenada en la peor crisis bancaria de Estados Unidos.
3 comentarios:
Yo le dije que era mala...pero nunca me hace caso!!!
No me atrae nada, pero leyendo tu reseña me han venido paralelismos con ese pestiño de "La conspiraciòn del pánico"(Eagle eye), y aún me tira más de espaldas.
Claro que está Naomi Watts...
Jajajaja! Ángel, también he visto Dragonball... tengo un fustigador dentro, qué le vamos a hacer.
Doc, entonces me apunto no ver la del pequeño Indy!
¡1 saludo y gracias por comentar!
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