domingo, 17 de octubre de 2010

Sitges 2010: Recta final


Arranca mi jueves de buena mañana con el pase de prensa de We are the night, la nueva propuesta de Dennis Gansel tras La Ola. Cierto recelo había tras lo comentado por otra gente así como por el espantoso poster, y lo cierto es que el film es de lo más flojo visto en el festival con una historia de vampiras a la conquista de la noche berlinesa. No hay dobles lecturas claras dentro del film ni un acercamiento interesante o innovador al género de vampiros, siendo una historia plana con una plana dirección, unos personajes prototípicos y nada interesante a lo que aferrarse. Queda la sensación de ser un producto meramente funcional dentro de una industria regida por las modas, que doblegan incluso reputaciones de directores con más talento del que les dejan demostrar. No en vano Darren Aronofsky se ha confirmado como el director de la secuela de X-Men Orígenes: Lobezno.

Tras el film de Gansel llegaba una de las cintas más esperadas del festival, Monsters, del debutante Gareth Edwards. El film se sirve de la invasión alienígena como excusa para tratar el nacimiento de una relación en un mundo caótico que sirve como metáfora de las relaciones sentimentales. A medio camino entre La guerra de los mundos spielbergiana y el Antes del amanecerRichard Linklater se retratan unos personajes heridos en un viaje donde a través de conocerse el uno al otro, acaban conociéndose a sí mismos. Un film interesante y personal que puede decepcionar según se encare, pero que opta por huir de los tópicos del género para encontrar su propia identidad, encontrando en los alienígenas ecos de nuestra propia esencia. de

Tras la ración de sci-fi de tinte autoral tocaba dar un paseo por el documental con Colony, de Carter Gunn y Ross McDonnell. Colony se centra en el negocio de la apicultura y en el problema al que se enfrentan al ver como enjambres enteros desaparecen sin causa aparente. A partir de ahí vemos los paralelismo entre la sociedad americana y la jerarquía de un enjambre, así como religión y negocios se mezclan en un mercado donde la polinización de cosechas es el mayor ingreso de los apicultores. También se habla de los pesticidas como posible causante del desorden de derrumbamiento de colonia, confrontando el mercantilismo con la vieja escuela de negocio representada por una familia católica. Interesante a ratos, y difuso a otros siempre resulta valioso por retratar un mundo normalmente desconocido.


Y la siguiente sesión representaba para mi el lujo de poder ver La Cabina y El bosque del lobo en pantalla grande y con la presencia de Pedro Olea en la sala para presentarnos el montaje definitivo de su film. De La Cabina poco os tengo que contar porque debo ser de las últimas personas del mundo en haberla visto, pero su demoledor final me pareció desolador tras el crescendo dramático de la pieza. En cambio El bosque del lobo no me pareció un gran film, aunque obviamente el tiempo siempre hace estragos con ciertas joyas del cine. De hecho el mismo Olea afirmaba que la censura ayudaba a que el film fuera más insinuante que explícito, ganando puntos para una historia más valiosa como retrato de sociedad que como película.

Tras el viaje en el tiempo tocaba volver a la sci-fi de la mano de Earthling, segundo film de Clay Liford en el que nos narra la aceptación de la procedencia de su protagonista. A modo de thriller navegamos a través de las divergentes emociones de una protagonista en plena metamorfosis en un caos reflejada en la narrativa. Interesante, aunque mucho menos aprovechado de lo que se puede ver en cintas como How to live on Earth, dejando la sensación de que el McGuffin no justifica tanta deriva.

Y el plato fuerte del miércoles se presenta con una maratón a la 1 de la madrugada y compuesta por The wild hunt e In the woods, propuestas radicalmente opuestas. La primera, dirigida por el debutante Alexandre Franchi, nos narra el periplo de un joven por recuperar el amor de su pareja. El problema se da cuando ella se refugia en un juego de rol real, creyéndose su personaje y sometiéndose a la voluntad de su líder, mientras el protagonista deberá acercar posturas con su hermano al ser una de las estrellas de dicho juego. Así se muestra la fantasía como una barrera en la pareja o como un refugio al que huir, cediendo terreno The wild hunt a los tópicos y cayendo en lo fácil. No pasa lo mismo con la cinta del griego Angelos Frantzis, que apuesta por sumergir a tres protagonistas en medio de la naturaleza para filmarlos con una cámara de fotos y dejar que las escenas broten. Apenas hay diálogos, apenas hay acción, y son los detalles, los gestos y las miradas los que crean una narrativa tan densa como el espectador esté dispuesto a aceptar, sin rehuir el sexo explícito.

Cerrado el miércoles con tan radical apuesta para altas horas de la madrugada, tocaba empezar el viernes con la esperadísima cinta de Apichatpong Weerasethakul, que obviamente crearía la habitual división de opiniones dentro de la crítica. Y es que en un cine tan personal como el del director tailandés el acercamiento lo es todo, sin que haya cabida a reticencias, sospechas o expectativas, siendo necesario entregarse de lleno a una visión del cine tan limpia como única, poblada de referencias culturales ajenas y fascinantes. Y ahí reside el problema de un término medio que apenas es posible cuando su director deja tanto margen al espectador, demostrando que su independencia no tiene precio y pariendo un film interesante sin ser, para mí, el mejor de los que he podido ver suyos. El Tio Boonmee que recuerda sus vidas pasadas nos habla de fantasmas, de leyendas y de la aceptación de la muerte como un paso más dentro del devenir de las almas, buscando una bucólica naturalidad en el impostado habitual que rodea al más allá en el cine. Desde la plasticidad de sus encuadres y elocuencia de sus (escasos) movimientos de cámara nos sumergimos en diferentes épocas donde pasado y presente (¿y futuro?) conviven en una harmonía que, al igual que deja la puerta abierta a la crítica política (los fantasmas como reflejos de las víctimas del enfrentamiento entre los revolucionarios comunistas y el gobierno tailandés, que pobló de cadáveres el lugar donde se ha rodado el film) puede encararse como la conciliadora concepción del cine de un autor que creció con Indiana Jones, disfruta del cine norteamericano de catástrofes y pese a todo se le encasilla en el ghetto de "autor festivalero", mientras él reivindica lo popular de su cine.

Propuesta diametralmente distinta es Atrocious, rodeada de una potente campaña viral para dar credibilidad a su sinopsis. Y es que lo de "basado en hechos reales" ya se queda corto, y las películas se venden como reales (nada nuevo, snuff legal), pero montar protestas falsas contra el documental a la entrada de la sala me parece indignante. Como indignante es el film en sí, las supuestas grabaciones de una familia asesinada en Abril de este año en Sitges, montadas para disfrute del espectador. Y es que todo huele a refrito barato donde apenas existe tensión ni frescura, y mucho menos verosimilitud cuando todo se confía a la credulidad de un espectador mucho más curtido de lo que los creadores de Atrocious creen. De lejos, el peor film que he visto en el festival.


El día aún dio de sí para films como Bedevilled, escrito y dirigido por Jang Cheol-soo. El film venía de ganar el premio del público en el Fantastic Fest celebrado en Austin, donde Secuestrados había ganado el premio a mejor film de terror y Sound of Noise el de mejor film en la sección de fantástico. Animado tras haber disfrutado con las dos ganadoras ya vista en Sitges tocaba afrontar la apuesta surcoreana, que venía precedida de un reguero de sangre. Y es cierto que violencia no le falta, ni le sobra, pero tras acumular tantas horas de butaca los trámites se convierten a veces en duras batallas que librar contra la vigilia. Y es que a Bedevilled le cuesta más de medio film arrancar, preocupado por convencernos de lo que ha de llegar, exagerando las motivaciones para equilibrarlas con las consecuencias, pero en un festival como Sitges nunca se considera "violencia gratuita" un término peyorativo, por lo que gran parte de su metraje se hace reiterativo, un abuso emocional. El resto da lo que promete, rienda suelta a una protagonista cargada de rabia infinita haciendo estragos en una isla que representa la muerte frente a la ansiada Seúl. El premio en el Fantastic Fest confirma que es un buen film, muy bien llevado y sin caer en delirio de grandeza alguno, pero las casi dos horas de metraje se pueden hacer excesivas cuando no se pretende escarbar en una historia con apenas dobles lecturas.

Y cerrando ya el viernes era hora de una de las posibles sorpresas del festival, Simon Werner a disparu del también debutante Fabrice Gobert. A caballo del drama juvenil, el thriller y el noir, Gobert nos plantea una narración fraccionada donde las versiones de cada uno de sus protagonistas ayudan a desvelar el misterio de las desapariciones de los jóvenes de un aula del instituto. Así navega el espectador entre sospechosos que resultan no serlo, inocentes que no lo son tanto, motivos que no existen y azares con los que no contaba para un relato más atractivo por la forma que por el fondo pero que no acaba de ser notable en ningún aspecto, pese a la cacareada banda sonora de Sonic Youth compuesta expresamente para la película.

Y tras los sinsabores del día anterior, era hora de encarar el último día del festival con la sangrienta propuesta de Kim Ji-woon llamada I saw the devil. "Brutal" es la palabra que mejor engloba las sensaciones al abandonar la sala, tanto por el contenido como por la asfixiante puesta en escena del director surcoreano, que apuesta por las emociones primarias para dar forma a un relato sobre la venganza. Cabe añadir al protagonista de Old Boy como antagonista del relato, con la dosis de violencia que extradiegéticamente añade al relato frente a un inmaculado y joven policía dispuesto a sublimar el dolor de su rival para alcanzar la venganza. Y pese a alguna laguna argumental y lo excesivo de su metraje, I saw the devil es un film que cumple sobradamente con lo que promete.

Todo lo contrario que Into Eternity, documental firmado por el documentalista danés Michael Madsen que trata sobre la problemática de almacenar residuos nucleares con vistas a su aislamiento a 100.000 años vista. El documental entero es una duda que se perpetúa a través del metraje para reposar sobre las incógnitas de lo que depara un futuro para el que debemos hacer previsiones en el presente, alertando del peligro de la tumba nuclear de nombre Onkalo a los futuros habitantes de esa región. De hecho el propio film se postula como documento a esas futuras generaciones y el propio Madsen no duda en incluirse una y otra vez con sus opiniones en un documental que peca de vago. Interesante temática con la que atraernos, pero una excesiva repetición de conceptos y el constante goteo de preguntas sin respuesta (acorde, por otro lado, con lo que propone el director) hacen que le falte garra, así como ciertos momentos hilarantes hacen cuestionarse la seriedad de la propuesta.





Más conciso era Fin, film de Luis Sampieri sobre la incomunicación de la juventud y amparado en la rabiosa actualidad importada de oriente. En Fin nos sumergimos en la relación entre tres jóvenes que no se conocen y que parecen estar unidos por algún plan que desconocemos. Las reticencias harán actos de presencia a medida que ejecutan lo planificando sin dar pistas al espectador mientras poco a poco se nos retrata a cada uno de los tres personajes, parcos en palabras. Con momentos brillantes y otros demasiado contemplativos es fácil despistarse al tener tantas fugas el hilo narrativo y resultar tan obvio el desenlace del film, sin entrar a posicionarse o indagar sobre las motivaciones de sus protagonistas.

El penúltimo film de mi maratoniana experiencia en Sitges era Isolation, una de las tantas rarezas que podemos disfrutar en el festival y que nos sitúa directamente en la sala de aislamiento de un hospital donde una cirujana convertida en paciente será prisionera de una cuarentena sobre la que poca información le darán. Dirigida por Stephen T. Kay cuenta con un par de caras conocidas entre el reparto y se vale de apenas un escenario para situar la angustiosa acción. Resulta fácil perder el pulso de la narración con tan pocos medios, y ni siquiera con injertos de exteriores se suaviza una narrativa que acaba pecando de convencionalismos pese a habernos engatusado ya con su sinopsis. Y es que el pastel entero acaba dependiendo de la guinda y, en este caso, suena a conformista todo un desarrollo sin garra que tampoco consigue coger por sorpresa al espectador.

Y finalmente tocaba cerrar el festival con una dosis de sangre como la que propone el remake de Day of the Woman, I spit on your grave, de Steven R. Monroe. De nuevo la venganza como eje central de un film a cuyos protagonistas tuvimos para presentarlo, y donde se apuesta por lo directo para preparar su tramo final. Y el problema es el desequilibrio entre la preparación del tramo final y el propio tramo final que, como sucedía en Bedevilled, se torna excesivo (mucho más en este caso) y obvio, casi rutinario. La idea es plantear la sangrienta venganza de una mujer violada y supuestamente asesinada por unos habitantes de la América profunda, y para ello no son necesarios más de noventa minutos de metraje, gastados básicamente en crear el suspense previo a la violación de la protagonista, jugando por enésima vez al despiste con personajes que no son lo que aparentan. Ciertamente su violento tercer acto levantó aplausos por lo salvaje (aunque incomprensible) de la venganza, pero en su cómputo total resulta un film flojo marcado por la necesidad de plasmar ciertas escenas y crear alrededor de ellas un hilo conductor que dé sentido al relato.

Ahí acabó Sitges 2010 para un servidor, rondando la cuarentena de films, el letargo mental y la pulmonía. Sobre los premios hablaremos otro día, así como de los films más destacables y los recuerdos y mejores momentos que me he traído de la presente edición del festival. ¡1 saludo!

jueves, 14 de octubre de 2010

Sitges 2010: Días 5 y 6


Mi martes en Sitges arranca con la masterclass del mítico Joe Dante (Gremlins, Exploradores) en el Casino Prado. Mientras tanteo la opción de asaltar al presente en la sala Miguel Ángel Vivas (director de Secuestrados) para pedirle una entrevista, me planto delante de Joe Dante para pedirle un autógrafo, que amablemente me concede. A partir de aquí se nos hace un pase de Trailers from Hell, una colección de tráilers de películas comprendidas entre 1930 y 1980 y comentados por importantes personajes del mundo del celuloide. Comenta Dante que él acostumbraba a coleccionar tráilers, y que una vez se dio cuenta que en su garaje no hacían más que acumular polvo decidió colgarlos de internet. A partir de ahí muchos compañeros de profesión se unieron a la iniciativa, eligiendo sus films preferidos y comentando cada tráiler en piezas de no más de cinco minutos. 

Joe Dante se reconoce como hombre de la vieja escuela, experto en trabajar con bajos presupuestos y preocupado por un futuro que le da la espalda: “Empecé con films baratos para Roger Corman, y ahora vuelvo a hacer films baratos para Roger Corman”. Se mantuvo políticamente correcto durante la masterclass, aunque sutilmente atizó a la crítica y a las productoras más preocupadas por los beneficios que por la calidad. De paso resumió Avatar como “100 años de clichés metidos en una buena peli” y reconoció que tras Miedos 3D no hace ascos a ninguna clase de trabajo.

El día continúa con la vuelta a los orígenes de Takeshi Kitano tras su trilogía sobre arte y artista. Outrage nos plantea la lucha por el poder dentro de los clanes yakuza, donde el mínimo malentendido es capaz de desencadenar una espiral de violencia. Y es cierto que Beat Takeshi está presente en Outrage, donde un cutter le vale para causar estragos, pero el Kitano más inspirado se ausenta en un film tan plano como conformista. Veremos sangre, reiremos y disfrutaremos con su universo, a sabiendas que no estamos ante uno de sus mejores films.

Y el relajado martes se cierra para mí con Kanikosen, dirigida por Sabu y basada en la obra maestra de la literatura proletaria The Crab Cannery Ship, escrita por Takiji Kobayashi. Si bien ya existía una adaptación cinematográfica, el protagonista de Ichi The Killer intenta actualizar la puesta en escena sin modificar la ambientación de la obra, pero consiguiendo un film obvio. Pese a contar con escasos escenarios no consigue que ninguno resulte opresivo, e insiste en escenas que se repiten una y otra vez buscando que empatizemos con los trabajadores a base de acumular, no de convencer. El guión está claramente dirigido a representar la figura del mártir, pero no existe un trabajo formal correspondiente al mantener Sabu una distancia excesiva con sus personajes y una frialdad al retratarlos en sus encuadre.

El miércoles toca madrugar para ver el nuevo trabajo de Joel Schumacher, aunque el ritmo en Sitges hace que ni siquiera recordara algo más del film aparte de su título: Twelve. Basado en el best seller de Nick McDowell nos retrata los conflictos adolescentes de los chicos del  upper east side neoyorkino a través del punto de vista del chico bueno metido a camello tras la muerte de su madre. No vamos a encontrar nada nuevo en Twelve que no hayamos visto en otros retratos generacionales de este tipo, añadiendo una molesta voz en off encargada de constatar toda una serie de información presente en el libro, demostrando lo fallido de la adaptación. Pese a todo, salvaría una escena hermosísima donde la voz en off (Kieffer Sutherland) pone en palabras la importancia de aquellas cosas que, dando por sentadas, nunca decimos.

Agradable fue la sorpresa que supuso Easy Money, tercer film del sueco Daniel Espinosa que se sumerge en el mundo del tráfico de drogas en las calles de Suecia. JW es un joven ambicioso que trabaja de taxista para poder pagarse una vida alternativa de fiestas de alta alcurnia con una vida inventada. Un encargo y sus conocimientos como estudiante de economía le harán imprescindible en un grupo de narcotraficantes a la espera de un gran golpe que le valdría para asentarse en la vida de lujos que tanto ansía, pero con tanto dinero de por medio no hay nadie en quien se pueda confiar. Pese a la milimétrica y trabajada trama, la gran fuerza del film es el retrato de sus personajes, dejando claros sus motivaciones, sus miedos y sus frustraciones para acabar confrontando a todos ellos.




La siguiente en la lista fue My Joy, una rareza de la mano del ucraniano Sergei Loznitsa (Bloqueo, Sweet Sixties). En ella se nos hace un retrato atemporal de su patria y sus gentes, a través de varias escenas sin un hilo conductor del todo claro. En todas ellas se nos muestra un despiadado instinto de supervivencia en unos solitarios personajes más cercanos a lobos que a personas, saltando temporalmente para mostrar el estancamiento moral de un país atrapado en sí mismo. Para ello se basta de escaso diálogo y largas escenas donde la cámara busca descifrar el rostro de los habitantes de My Joy, film donde no hay cabida para la alegría.

Ya de vuelta a la sección de Noves Visions llegaba el momento de La doppia ora, mezcla de géneros del director Giuseppe Capotondi. Arrancando y acabando como un drama romántico el film se desliza suavemente por el thriller sobrenatural y el cine negro para dar respuesta al mcguffin en forma de robo. Capotondi nos entrega las piezas prácticamente desde el principio y las va colocando poco a poco, trasladando la importancia del desenlace del género al drama y creando un título tan imaginativo como hipnotizante. Gran parte del mérito es de su protagonista, Kseniya Rappoport, ganadora de la Copa Volpi en la pasada edición de la Biennale.


Y el martes se cerraba con el pase de 13 Assassins, una vuelta al clasicismo por parte de Takashi Miike con una historia de samuráis y traiciones. El shogun está dispuesto a dar poder a un cruel súbdito, por lo que otros samuráis fieles al juramento de proteger al pueblo decidirán acabar con él antes de llegar al poder. Ellos son 13 y el enemigo 200, y tras los preparativos durante casi tres cuartas partes del film da comienzo el último cuarto dedicado por completo a la batalla, violenta pero contenida. Buen film el del Miike donde olvida los excesos, opta por una dirección transparente y prescinde de grandes dosis de sangre teniendo en cuenta el número de muertos que hay en el film.

Y con esto se cierra el sexto día de intenso festival, quedando una recta final de tres día donde nos espera la palma de oro de Cannes, lo nuevo de Kim Jee-won, Bedevilled, Monsters, We are the night y otros tantos títulos. ¡Un saludo!

martes, 12 de octubre de 2010

Sitges 2010: Días 3 y 4


Tercer día de mi estancia en Sitges y llega uno de los platos fuertes del festival, pese a que las colas son menores de lo esperado. Llega Rubber y con ella la historia de un neumático asesino dotado de poderes psíquicos, dispuesto a no dejar títere con cabeza a su paso. Y es que la gamberra apuesta de Quentin Dupieux levantó tantas carcajadas como aplausos entre un público entregada a tan extraño film. Se ha convertido por derecho propio en una de las mejores del festival, con un arranque surrealista y una primera mitad inspiradísima, donde vemos los primeros pasos del neumático en su entorno, aprendiendo y disfrutando de su condición. No es nada fácil hacer que un neumático sea expresivo…


Segundo plato, y de nuevo uno de los fuertes, que no es otro que The Ward, el regreso a la gran pantalla de John Carpenter. Y con él volvemos a las discusiones entre fanáticos y no fanáticos con un film que, pese a la buena factura, no tendría apenas notoriedad si no fuera por quien lo firma. La historia nos sitúa en un pabellón psiquiátrico donde una chica ha sido ingresada tras incendiar una casa. Allí empezará a ser acosada por un fantasma ante la incredulidad de los doctores y el silencio de sus compañeras, que poco a poco irán pereciendo. Si a las trampas habituales sumamos su cierre, y el uso excesivo del sonido y los sustos de manual para aterrorizar, queda un producto que no defraudará a sus seguidores pero al resto puede que se les quede corto, y más en un festival con tanta oferta donde el riesgo suele ser reconocido.

Ya entrada la tarde era turno para Secuestrados, el film de Miguel Ángel Vivas. Con un arranque soberbio aunque tramposo y unos escasos diez planos secuencia se basta el director para componer un film tan físico como angustiante. No es caprichoso que cada set piece sea un plano secuencia, sumergiendo al espectador en el relato y no renunciando al lucimiento al fusionar dos planos secuencia en uno solo. No faltan el guiño a Funny Games ni los caracteres arquetípicos para un film más enfocado en impactar que en reflexionar.


Y para cerrar el día llegó otra de esas rarezas tan necesarias en el panorama cinematográfico, Sound of Noise, de Ola Simonsson y Johannes Stjarne Nilsson. La propuesta nos sitúa a lomos de un policía que pertenece a una estirpe de reconocidos músicos pero cuyo nulo oído musical lo convierte en la oveja negra de la familia. Pero su oportunidad llega cuando un excéntrico grupo de terroristas intente sembrar el caos en la ciudad a base de conciertos prohibidos, rechazando los instrumentos para utilizar la ciudad como vehículo para la música. Así veremos los 4 movimientos de una sinfonía que les llevará a un quirófano, un banco, el exterior de un auditorio y unos cables de alta tensión en una escena tremendamente creativa. Y pese a recordar a la voluntad de sacar la cámara a las calles de distintas tendencias cinematográficas, el film acaba perdiendo fuelle y cayendo en una linealidad y corrección lejana a lo visto en su primera mitad.

Con ello cerramos el día y tocaba madrugar el día siguiente para ver A horrible way to die, film de Adam Wingard. A grandes rasgos nos narra la vida de una mujer tras delatar a su marido, culpable de varios asesinatos. Mostrando paralelamente la huida del hombre de la prisión junto al intento de rehacer su vida de la protagonista, se tratan alcoholemia y asesinatos como enfermedades a las que ambos hacen frente. Sin prisas y sumergiendo la cámara en el núcleo emocional de ambos protagonistas vemos el intento de superar un pasado del que no saben escapar, un hilero de sangre que siempre permite desandar nuestros pasos.


Tras la dosis de sangre y relaciones humanas, tocaba desatascar el compungido corazón con una divertida propuesta como es Super, enésimo film sobre personas corrientes convertidas a superhéroes. La cinta firmada por James Gunn (guionista de Amanecer de los muertos) nos narra la lucha de un hombre vulgar por rescatar a su amada de las garras de unos narcotraficantes, mamporros mediante. Y pese a la insolencia de algunas escenas, empiezan ya a oler a rancio este tipo de propuestas al buscar todas una estética de cómic y tirar de un humor negro, restando identidad a cada propuesta donde lo excesivo se convierte en seña distintiva. En este caso tenemos un protagonista patético con el que resultaría fácil empatizar, pero los excesos lo convierten en meramente funcional, restando punto para decantarse por la parte más desenfada. Divertida, sin duda, pero hija de los estudios de mercado.

Más tarde llegaba la inefable Dream Home del hongkongnés Pang Ho-cheung, donde nos plantea una denuncia sobre la especulación inmobiliaria. La idea se reduce a mostrar el sueño de una mujer por tener una casa con vistas al mar que resulta demasiado cara. Por ello acabará perpetrando una masacre en el edificio donde está el piso que quiere adquirir para así conseguir una rebaja en el precio. La línea principal se encarga de mostrarnos su presente y las dificultades económicas de mantener con su sueldo a la familia, alternando flashbacks para justificar tan anhelado sueño. La otra línea narrativa nos muestra la noche donde sucede la masacre, un auténtico festival de sangre y tripas donde la crueldad de la protagonista no queda ni de lejos justificada. Una mezcla desequilibrada que acaba aburriendo.

La siguiente sesión vino aderezada con la entrega del premio La màquina del temps a la meteórica trayectoria de Richard Kelly (Donnie Darko, Southland Tales), que tímidamente agradeció el premio recordando la gran acogida de sus dos primeros films en este festival. Y tras ello llegaba la nueva propuesta de Brad Anderson (Session 9, El maquinista), Vanishing in the 7th Street, que con una premisa interesantísima acaba quedándose precisamente en dicha premisa. El arranque es impresionante, donde nos muestra como la oscuridad acecha a las personas y las desvanece instantáneamente. El resto se convierte en un survival horror al que le falta garra y guión, diluyéndose en flashbacks intrascendentes. El propio film acaba “a oscuras” tras brillar los primeros minutos, y remata la función con el habitual guiño a la esperanza.


El penúltimo film del día nos dejó sobre el escenario la presencia de un simpático James Wan encantado con el festival y el ambiente de Sitges. Tras esto, arrancó el visionado de su último y extraño film, Insidious, del que hay opiniones para todos los gustos. Yo no me decidía por ninguna ya que el film se construye desde un clasicismo de libro pero sus acabados buscan una identidad propia, navegando por varios estilos y creando un efectivo film de terror. No le auguro un gran éxito de taquilla, pero sí es un film que tiene todos los números para ganar mucho con un segundo visionado.

Y el día finalmente acaba con 14 days with Victor, de Román Parrado, que nos cuenta la experiencia del joven Víctor posando para un artista atormentado con la idea de plasmar la esencia del sufrimiento. A partir de ahí se explora la psicología del artista en decadencia y del joven en busca de una identidad, tratado bajo el manto del arte desde su concepción a su venta. El film es interesante cuando se sumerge en sus personajes, mostrando como el arte se convierte en un vehículo a través del cual canalizar su dolor y jugando a veces al despiste. Cuando entra en el debate sobre los límites del arte se torna demasiado convencional y previsible, mientras que la imagen del artista esclavo del mercado es más poderosa que la de los ricos ansiosos de arte extremo.

Y con esto toca encarar un martes y miércoles donde estaremos en la masterclass de Joe Dante, veremos el nuevo film de Takeshi Kitano, el nuevo de Miike, y otros films como La doppia ora o My Joy. ¡Un saludo!

domingo, 10 de octubre de 2010

Sitges 2010: días 1 y 2


Pese a que Sitges arrancaba el día 7, yo sólo pude acercarme para solicitar entradas para el día 8, día que que empezaría "mi" Sitges 2010 con un único film: Agnosia. Con tiempo me fui para Sitges el dicho viernes, y aprovechando que el film de Eugenio Mira no empezaba hasta las 22:45 dediqué el tiempo a inspeccionar la zona de mi hotel, sacar fotos y embriagarme del ambiente del festival. Y con Agnosia empezaba, para mí, el festival.

A presentarnos Agnosia vino gran parte del equipo: desde su director Eugenio Mira, a los actores (Eduardo Noriega, una embarazadísima Bárbara Goenaga, Félix Gómez, Sergi Mateu) y su guionista (Antonio Trashorras). Agnosia parte de la premisa de dicha enfermedad sobre la protagonista para construir una trama de espionaje industrial y amor sobre los protagonistas, ambientando la historia en la Barcelona del siglo XIX. Es un film bien rodado, muy cuidado en aspectos técnicos, pero a la historia la falta pegada así como ritmo y guión son algo desequilibrados. No es mal plato para empezar Sitges, pero es de las que debería olvidar durante la estancia en el festival.


Arranca el segundo día de buena mañana con el pase de prensa de The Last Exorcism, falso documental sobre las actividades de un sacerdote con una fe más que dudosa. El film de Daniel Stamm no se toma en serio y le benefecia por completo, cayendo en tópicos habituales en este tipo de cintas, pero aligerando con un potente sarcasmo. La idea del cura intentando desmontar el fraude que existe en los exorcismos, enseñándonos la parte de show que tiene la relegión ayuda mucho a un film que en la vertiente de terror da pocas alegrías.

Más tarde tocaba el film Gustavo Hernández Pérez, La casa muda. Pese al poco entusiasmo que había levantado el film en otros festivales, había curiosidad por ver cómo se planteaba una historia de terror en una casa rodada en un solo plano secuencia y con una cámara fotográfica. El tema de usar una cámara de fotos es intrascendente ya que la calidad de la grabación es excelente, mientras que el uso de un único plano secuencia lastra por completo el guión, adecuado a las exigencias de tener un solo personaje que ha de permanecer en cada estancia un tiempo concreto. El ejercicio es complejísimo, no cabe duda, pero una vez el film está en marcha, dejas de preguntarte por cómo han rodado una escena para preguntarte por qué narices la protagonista es dedica a mirar uno por uno todos los libros de la casa.

El siguiente plato viene de la mano del mejicano Jorge Michel Grau y se compone de carne humana. Somos lo que hay arranca con la muerte de un (en apariencia) vagabundo cerca de un centro comercial. Rápidamente se borra su presencia, se vuelve a la normalidad, y nos sumergimos en la disfuncional familia cuyo padre hemos visto morir. Mientras se plantean el futuro sin un líder, se nos plantean cuestiones como la subsistencia sin alguien que traiga el dinero a casa, par amás tarde hacernos entender que ese dinero no es tan necesario como la comida. Y es que se destapa pronto que la base de la dieta de dicha familia es la carne humana, por lo que la madre o alguno de los tres hijos debe asumir el papel de cazador para cumplir con el rito al que tanta importancia dan. Humor negro y una visión extrema de la sexualidad dan forma a un film que opta por no sumergirse en la casquería ni en el drama familiar, evitando caer en el ridículo y en la pompa para finalmente ser aplaudido por la sala. Y es que la mirada de deseo adolescente no siempre esconde el deseo sexual.


Para mi desgracia, llegó después Tajomaru, film de Hiroyuki Nakano que retoma la historia vista en Rashomón para relatar la historia de amor y amistad entre dos hermanos, un vagabundo y la chica. Podría explicaros la trama y la relación que ella guarda con la historia de Rashomón, pero no es un film que recomiende ya que sus 140 minutos se hacen excesivos, las repeticiones de ideas aburren, las exageraciones e imposibles se suceden y el relato pierde toda la credibilidad necesario para que podamos empatizar mínimamente, ya no con los personajes, sino con la historia. Si me apuráis, diría que de esos 140 minutos del film, 50 se los pasa el protagonista llorando, a los que hay que sumar una voz en off tan innecesaria como molesta.

Para rematar el día llegó una propuesta mucho más interesante como es Confessions, del japonés Tetsuya Nakashima, donde se nos narra una historia de vengaza de una profesora hacia sus alumnos. El film es contundente, muy videoclipero (no hay escena que dure más de 10 segundo), y elaborado, donde la historia completa se formará poco a poco a través de las confesiones de sus protagonistas, calando como la lluvia a través de la ropa. Así se compone un mosaico muy crítico tanto con las nuevas como con el propio sistemas que los educa como son pero no los penaliza por ello. De momento, de lo mejor del festival sin duda alguna.
Y con esto cierro mis dos primeros días de festival, con una infinidad de títulos por delante y las ganas suficientes para teneros al día. Mañana a primera hora toca la esperadísima Rubber, y el regreso de John Carpenter a las pantallas con The Ward, de las que sabréis en la próxima entrada. ¡Un saludo!


jueves, 7 de octubre de 2010

¡Arranca Sitges 2010 en Cineuá!


Hoy da comienzo la 43 edición del Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya (Sitges 2010) y desde Cinueá no podíamos perdérnoslo. Actualizamos con un video tributo a los zombies y dos críticas de actualidad, pero iremos publicando periódicamente desde el corazón del festival. ¡Estad atentos!



miércoles, 6 de octubre de 2010

Grandes bandas sonoras: El exorcista


Archiconocida melodía la de Mike Oldfield para un film que se proyectará en Sitges 2010. Para alguno el film de Friedkin ha envejecido mal, a mi me sigue pareciendo cojonudo, pero de lo que no cabe duda es del revuelo que creó su estreno hace 27 años.


martes, 5 de octubre de 2010

La frase de la semana: Regreso al futuro


"¿Caminos? A donde vamos no necesitamos caminos."

 

lunes, 4 de octubre de 2010

La imagen de la semana: Road to Sitges 2010 (V)


The time has come, y este mismo jueves arranca la 43 edición del Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, antaño conocido como Sitges. Acreditados Cineuá y LCM, os espera una cobertura importante sobre el festival, "retransmitiendo" (tan buenamente como podamos) a diario desde allí, para que sepáis antes que nadie qué se cuece por esos lares, así como los films que están cosechando una buena acogida. De muchos de ellos habéis tenido ya mención aquí en anteriores entradas, por lo que lanzo algunas propuestas más antes de zambullirme de pleno en el festival.

Las dos primeras viene firmadas por Patrick Senécal, responsable de los guiones de 7 Days y 5150 Rue Des Hormes. La primera la dirige Podz (Daniel Grou) y nos narra la apacible existencia de un matrimonio canadiense cuya vida dará un giro de 180 grados al ser asesinada su hija de ocho años por un pederasta. La segunda está dirigida por Éric Tessier y nos cuenta la historia de Yannick, joven aspirante a cineasta, acaba de ser admitido en una prestigiosa escuela de cine y se ha mudado a un pequeño barrio de Québec. Un accidente con la bicicleta le llevará al número 5150 de la calle de Los Olmos, la casa que habita la familia Beaulieu y el lugar donde acabará secuestrado.


Otra propuesta interesante será La casa muda, del director uruguayo Gustavo Hernández. Basada en hechos reales, La casa muda intenta poner orden a un crimen que, en el Uruguay de los años cuarenta, quedó sin resolver. Laura y su padre pasan una noche en la casa que un amigo de él les ha prestado con una única condición: que no suban al piso de arriba. Curioso ante una serie de ruidos, el padre rompe esa norma, iniciando entonces un auténtico calvario para Laura, que deberá huir de esa terrorífica casa. A eso se añade la peculiaridad de estar rodada en una sola toma, en tiempo real.


Y para terminar, una de las triunfadoras en el Fantastic Fest, A horrible way to die, del norteamericano Adam Wingard. El film nos cuenta la historia de Sarah, una chica que cuando descubrió el terrible secreto que ocultaba su novio, Garrick, éste acabó en prisión y a ella no le quedó otra opción que escapar y cambiar de vida. Su nuevo trabajo, que alterna con visitas a alcohólicos anónimos, le ha proporcionado desde entonces la estabilidad que anhelaba aunque su oscuro pasado se encuentra a punto de volver a atormentarla. Garrick ha escapado y no va a parar hasta dar con ella. Dos historias yuxtapuestas, personajes creíbles y un singular sentido estético son algunas de las cartas que el realizador Adam Wingard baraja con gran habilidad en este thriller de terror que combina el misterio con un reguero de cadáveres.


Con esto os dejo, y os insto a visitar LCM y Cineuá el jueves, donde daremos el pistoletazo de salida al festival.

domingo, 3 de octubre de 2010

Grandes momentos del cine: Braindead


Se acerca Sitges, y con ellos los zombies, así que nada mejor para abrir boca que una de las escenas míticas del género.


viernes, 1 de octubre de 2010

La recomendación de la semana: El Otro


Terror e infancia en un film de 1972, dirigido por Robert Mulligan y premiado en Sitges a la mejor dirección.