Iremos por la vía rápida: si no te gusta el cine de Jackie Chan, ahórratela. Cierto que entonces poco sentido tiene que haga la crítica de un film sobre este señor si no me gusta su cine. Vale, pero es un blog de cine y series (eso le incluye) y todo el mundo merece una segunda oportunidad. El reino prohibido parecía una oportunidad de crear un film de aventuras donde el protagonismo fuese precisamente eso, la aventura, y no, el protagonismo es para las leches que reparten sus dos protagonista, ya que en esta aventura Jet Li comparte el protagonismo.
El responsable del invento es Rob Minkoff, que si bien se hizo un nombre como director de El Rey León, se lo borró él solito con Stuart Little y La Mansión encantada (sí, esa que salía Eddie Murphy). En éste caso el actúa como mero espectador, intentado dotar al film de un aspecto fabuloso pero que acaba subyugado por el protagonismo de las peleas y buscando entretener con las gracietas y las tortas de los protagonistas, cuando el entretenimiento debe estar en la misma historia.
El argumento no tiene desperdicio. El joven Jason (Michael Angarano) es un fan de las películas de kung-fu. Las compra a un anciano (vejez tecnófila...) que tiene una pequeña tienda en Chinatown. Cuando los macarras de su instituto le fuerzan a ir a la tienda entrada la noche, la reyerta con el anciano acabará con un balazo para el dueño y un palo para el protagonista que al caer del tejado se verá metido en un mundo nuevo.
En dicho mundo existe la leyenda del Rey Mono (Rey León, un no parar de pensar...), que traicionado por el malvado emperador fue convertido en pedrusco. Su bastón se perdió y es el único medio de poder liberarlo de su maldición. En su viaje le ayudarán un borracho (Jackie Chan), una huérfana (Bingbing Li) y un monje silencioso (Jet Li), que juntos plantarán cara al malvado emperador 500 años después de su traición al Rey Mono.
Y yo que pensaba que los reyes sólo podían ser campechanos, resulta que pueden ser monos también. En fin, la propuesta destapa pronto sus cartas, con un Jackie Chan experto en la técnica del mono borracho y con sus clásicos chascarrillos y bromas varias. Que digo yo una cosa, ¿hace falta hacerte el borracho para luchar mejor? Con hacer gestos raros valdría, pero ¿fingir el mareo? El cine necesita que vuelva Bud Spencer y sus tollinas a dos manos...
Claro está que el Emperador (malo hasta las trancas), de esos que te piden unos céntimos para el billete de bus, y se les ve en la cara que es para Ducados, mala gente) se entera del retorno del bastón y quiere hacerse con chaval portador y su maquilladora que no repara en maquillaje para tapar la "juventud facial" del chico. Así el chico necesitará de la protección del borracho y de paso de la chica vengativa que también reparte ostias como panes.
En su camino se cruzarán con un monje que de leches sabe y reparte soberanamente, pero que la meditación parece haberlo dejado innortado. Aparece cual Gandalf, caballo blanco y túnica inmaculadamente blanca, para robarle el bastón al zagal, que presto acude a Vino Peleón para que resuelva el entuerto. Momentazo para los fans del género esa batalla Jackie Chan - Jet-li, duelo en las alturas, no por la calidad, sino por los botes que meten. Claro está que ninguna de las dos estrellas hubiera firmado el guión si en dicho intercambio de galletazos hubiera salido perdedor, con lo que previsiblemente la partida acaba en tablas. ¿El motivo? Pues que Jet-Li andaba buscando al portador del bastón y ahora que lo ha encontrado puede enfundar los puños. Que digo yo, cuando alguien roba algo a alguien, el segundo sujeto ¿no es casualmente el portador del objeto? ¿O Jet-donut-Li vio un palo andando solo?
El resto lo podemos obviar, porque es justo lo que se espera, con algún toque dramático que nunca se concreta y con el retorno del chico a la civilización sabiendo kung-fu y devolviendo las collejas a los maleantes que dispararon al anciano. ¿Cabe destacar algo del aspecto técnico del film? Pues no.
Básicamente el film se reduce a escenas de acción con gente voladora, pero alargadas en exceso. Claro que Rob Minkoff no puede hacer más, el coreógrafo se encarga de planearlas, y el director de rodar, pero es que el resto del film tampoco destaca en nada. Si debía ser un film de aventuras, no lo es. El guión de John Fusco es tan flojo como previsible, y sirve como mera excusa para encadenar peleas y saciar mentes aficionadas al manga, cuando en su haber figuran guiones como los de Arma Joven, Cruce de Caminos y Océanos de fuego... vale, el de Lago Ness también es suyo. Aunque lo que realmente da miedo es que Fusco es el guionista del remake en ciernes de Los siete samuráis. Si la reencarnación existe, Kurosawa volverá con más mala leche que los bichardos de Monstruoso.
Vamos, para acabar, que Los Cronocrímenes ha costado horrores que la distribuyera alguien en España, y semejante bodrio ha sido exitazo de taquilla en América, como previsiblemente lo será aquí. Sólo para fans de las artes marciales y grupos de amigos que gusten de hacer su propio doblaje de los films.
Lo mejor: Poca broma, que al final el muchacho reparte tortas en condiciones sin hacer uso de un doble ni nada.
Lo peor: Si hasta Wesley Snipes ha podido cambiar de registro, ¿porqué no Jackie? Claro, porque sino no vendería...
El dato: El protagonista no ha cumplido aún los 21 y carga casi 40 películas a sus espaldas... alguna hasta es buena.
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