A priori, decir que insinuar algo no equivale a no decir nada, resulta obvio que es cierto. Ahora bien, aplicado al cine (y al arte, en general) parece que se busca una especia de suerte casual que da vida a esas insinuaciones y aleja del mérito a la obra. Y es que en esas apuestas se corre el riesgo de tener espectadores impermeables buscando un sentido a todo lo que se les presenta en pantalla.
Sin ir más lejos, el título del film que hoy os traigo, El Ángel Exterminador, no deja de ser otro aparente capricho de Buñuel. Conocedor de esa tendencia humana ansiosa de respuestas de las que el mismo film y Buñuel carecen, nos rotula la obra con una figura bíblica, ya que a la fe es donde acudimos cuando se nos acaban las explicaciones. Enésima genialidad de Buñuel en un film donde vemos presentes la gran mayoría de las constantes de su filmografía.
Reunión burguesa en casa de los Nóbile, donde les espera una agradable cena y toda la corrección que la etiqueta requiere. Lucía de Nóbile (Lucy Gallardo) ha puesto todo su empeño en ser la anfitriona perfecta, pero los sirvientes abandonarán paulatinamente su puesto a medida que avanza la cena, donde los protagonistas lanzarán flores en público y puñaladas a sottovoce.
Disfrutando de tan amable velada, acomodados en la estancia, las horas pasarán hasta verse Edmundo Nóbile (Enrique Rambal) forzado a alojarlos en esa misma habitación para pasar la noche. Incomodados por tan vulgar situación, será la mañana quien les haga sospechar que una especie de fuerza les impide abandonar la estancia. Incapaces de superar esa invisible barrera, se verán forzados vivir hacinados en una habitación sin esperanza alguna que el exterior venga en su rescate.
La cantidad de lecturas que pueden extraerse del film son tantas como visionados le dediquemos, y aún probablemente más. Desde quien la ve como una simple crítica a las limitaciones de la clase burguesa, obviando al mayordomo, a quien le busca un completo sentido religioso. Considero que Buñuel no se detiene a buscarle un sentido completo a El ángel exterminador, y usa un sugerente punto de partida para revisitar gota a gota gran parte de los temas de su filmografía.
Y es que detenerse a buscar respuestas puede hacer perdernos los pequeños detalles escondidos en los diálogos y los pequeños gestos de los protagonistas, mientras que poco a poco nos vamos sintiendo parte del grupo de prisioneros. Y es que el uso del entorno remite a la maravillosa La Soga de Hitchcock, sumergiéndonos en la historia como un habitante más que participa de las conversaciones privadas de sus protagonistas.
A través de los diálogos y las excéntricas actitudes de los personajes vemos como el relato se tiñe de negro, se torna despiadado a medida que sus protagonistas abandonan las normas sociales para adaptarse a un entorno hostil. Esa actitud descerebrada y ese enfrentamiento contrasta con la imagen de los dóciles corderos acudiendo para ser alimento, así como la imposibilidad del exterior de acudir en ayuda de los aislado por un bloqueo tan inexplicable como la mayoría de sucesos de la vida.
Y así llegamos a su resolución, donde la serie de repeticiones vistas en el film (27) diferencia a la última, donde los protagonistas han dejado de ser ellos mismos. "Lo que desde niño he odiado más, la grosería, la violencia y la suciedad, son ahora nuestros compañeros inseparables, es preferible la muerte", espeta el anfitrión, el mismo que acaba degollando un animal para sobrevivir. La ausencia de explicación nos sitúa directamente a nosotros como jueces, buscando los motivos de su condena, y la causa de su redención. Si Buñuel juega a que seamos Dios, cierra el film en nuestra propia casa reiniciando el ciclo de nuevo.
En definitiva, un film notable, tremendamente hábil y sugerente en la historia, así como portentoso a nivel técnico. Un claro ejemplo de que insinuar suele ser más complejo que explicar, y explotar esa baza de manera tan amplia sólo queda en manos del talento de pocos. En la Calle Providencia hay una parada obligatoria para todo cinéfilo.
Lo mejor: Los diálogos y el aprovechamiento del escenario.
Lo peor: Los actores.
El dato: La escena del oso está basada en un hecho real que vivió Buñuel en una cena en Nueva York.
Sin ir más lejos, el título del film que hoy os traigo, El Ángel Exterminador, no deja de ser otro aparente capricho de Buñuel. Conocedor de esa tendencia humana ansiosa de respuestas de las que el mismo film y Buñuel carecen, nos rotula la obra con una figura bíblica, ya que a la fe es donde acudimos cuando se nos acaban las explicaciones. Enésima genialidad de Buñuel en un film donde vemos presentes la gran mayoría de las constantes de su filmografía.
Reunión burguesa en casa de los Nóbile, donde les espera una agradable cena y toda la corrección que la etiqueta requiere. Lucía de Nóbile (Lucy Gallardo) ha puesto todo su empeño en ser la anfitriona perfecta, pero los sirvientes abandonarán paulatinamente su puesto a medida que avanza la cena, donde los protagonistas lanzarán flores en público y puñaladas a sottovoce.
Disfrutando de tan amable velada, acomodados en la estancia, las horas pasarán hasta verse Edmundo Nóbile (Enrique Rambal) forzado a alojarlos en esa misma habitación para pasar la noche. Incomodados por tan vulgar situación, será la mañana quien les haga sospechar que una especie de fuerza les impide abandonar la estancia. Incapaces de superar esa invisible barrera, se verán forzados vivir hacinados en una habitación sin esperanza alguna que el exterior venga en su rescate.
La cantidad de lecturas que pueden extraerse del film son tantas como visionados le dediquemos, y aún probablemente más. Desde quien la ve como una simple crítica a las limitaciones de la clase burguesa, obviando al mayordomo, a quien le busca un completo sentido religioso. Considero que Buñuel no se detiene a buscarle un sentido completo a El ángel exterminador, y usa un sugerente punto de partida para revisitar gota a gota gran parte de los temas de su filmografía.
Y es que detenerse a buscar respuestas puede hacer perdernos los pequeños detalles escondidos en los diálogos y los pequeños gestos de los protagonistas, mientras que poco a poco nos vamos sintiendo parte del grupo de prisioneros. Y es que el uso del entorno remite a la maravillosa La Soga de Hitchcock, sumergiéndonos en la historia como un habitante más que participa de las conversaciones privadas de sus protagonistas.
A través de los diálogos y las excéntricas actitudes de los personajes vemos como el relato se tiñe de negro, se torna despiadado a medida que sus protagonistas abandonan las normas sociales para adaptarse a un entorno hostil. Esa actitud descerebrada y ese enfrentamiento contrasta con la imagen de los dóciles corderos acudiendo para ser alimento, así como la imposibilidad del exterior de acudir en ayuda de los aislado por un bloqueo tan inexplicable como la mayoría de sucesos de la vida.
Y así llegamos a su resolución, donde la serie de repeticiones vistas en el film (27) diferencia a la última, donde los protagonistas han dejado de ser ellos mismos. "Lo que desde niño he odiado más, la grosería, la violencia y la suciedad, son ahora nuestros compañeros inseparables, es preferible la muerte", espeta el anfitrión, el mismo que acaba degollando un animal para sobrevivir. La ausencia de explicación nos sitúa directamente a nosotros como jueces, buscando los motivos de su condena, y la causa de su redención. Si Buñuel juega a que seamos Dios, cierra el film en nuestra propia casa reiniciando el ciclo de nuevo.
En definitiva, un film notable, tremendamente hábil y sugerente en la historia, así como portentoso a nivel técnico. Un claro ejemplo de que insinuar suele ser más complejo que explicar, y explotar esa baza de manera tan amplia sólo queda en manos del talento de pocos. En la Calle Providencia hay una parada obligatoria para todo cinéfilo.
Lo mejor: Los diálogos y el aprovechamiento del escenario.
Lo peor: Los actores.
El dato: La escena del oso está basada en un hecho real que vivió Buñuel en una cena en Nueva York.
8 comentarios:
Una película fascinante e imprescindible
Estoy de acuerdo con lo dicho y, sobre todo, con la elección de "lo peor".
Sabido es que Buñuel hubiera querido rodar esta historia en Francia, con actores, escenografía y recursos de más alto nivel.
Buñuel=moderno.
Ciertamente, pero la libertad de Méjico es mayor... el mismo productor vino a decir algo como "¡No he entendido una mierda! ¡Es maravillosa!" en el pase privado.
Jajaja! Vamos a ahorrarnos replicar debate en este post, aunque ya sabe que no estoy de acuerdo. Al menos desde su concepción de lo moderno y lo clásico.
¡1 saludo y gracias por comentar!
No hace falta decir que aunque sólo fuera por mis raíces mañas reivindicaría a Buñuel delante de las puertas del infierno, pero es que... ¡además era un genio!
Personalmente lo que más disfruté de esta película fue precisamente ese componente provocador tan moderno (no entraré en debates, sólo es un apunte) de no dar explicaciones. Lo cuadrado y masticado me cansa, oiga.
"La ausencia de explicación nos sitúa directamente a nosotros como jueces"
Buena interpretación. Es decir, que la película requiere al espectador para finalizar el sentido del film, ¿no? Eso es algo muy de la actualidad... ¡Qué visionario era Buñuel!
Pues esta también la quería criticar algún día porque me gusta mucho, igual que a usted. Aunque de las que más me gusta de Buñuel es El discreto encanto de la burguesía, película que me sorprendió por sus escenas tan originales y surrealistas. Un saludo!
Nada, se me llena esto de maños... espero que no defendáis a Héroes del silencio...
Mónica, correcto, aunque ni tan sólo acierte con la respuesta, implica al espectador. Así podemos pasar el film pensado qué pasa, y porqué les pasa. Y a las malas, tiras de título.
Que ojo, no es sólo no dar explicaciones, sino insinuar con esa misma ausencia.
Visionario no te lo niego, pero en la actualidad predomina más el afán de no contar nada, o explicar demasiado.
¡1 saludo y gracias por comentar!
redrum, ojalá esa concepción fuera mía, daría conferencias por ahí, pero me temo que la definición de clásico y moderno de la teoría del cine ya tiene sus autores, empezando por los famosos formalistas rusos.
Mónica, Aragón la más famosa es de España y sus regiones.
Y además de los Héreos, los Radio Futura, Amaral, Masbirras. je,je...
Pero hay que reconocer que el arte de Buñuel está principalmente basado en la cultura francesa.
Me he encontrado con tu estupendo comentario cuando he buscado visiones alternativas a la crítica de esta película que acabo de publicar en The Quatermass Experiment. Os recomiendo los documentales que sobre la figura de Buñuel aparecen en las ediciones de Criterion de Viridiana, Angel Exterminador y Simeón del desierto, excelentes todos ellos.
Por cierto, estupendo blog, te enlazo desde ya.
Saludos. Ah! y aquí otro maño!.
Doc, la visita a su blog está hecha, y en nada le linko. También prometo comentar cuando tenga algo más de tiempo ;)
¡1 saludo y gracias por comentar!
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