No hay mejor sensación viendo un film que aquella que tenemos al ver una escena perfecta, donde ni sobra ni falta nada. Si además, encadena escena tras escena así, con un buen guión y grandes actores, podemos estar seguros de estar ante una gran película.
Pese a lo cantidad de premios que consiguió con Magnolia, para que Paul Thomas Anderson se asienta con Pozos de ambición entre la élite de directores acutales, siendo su película una de las más nominadas a los Oscar.
Daniel Plainview vive del petróleo. Su única familia es su hijo, y su vida dará un vuelco al comenzar a manar petróleo de uno de sus pozos. A partir de aquí montará un imperio él solo. Daniel es un hombre desconfiado, altivo y egoista, que vende su empresa como familiar y un negocio que hará próspero a todo pueblo que le venda tierras.
En su camino, se topará con un joven pastor (Paul Dano) al que Daniel considerará un fraude, pero del que puntualmente necesitará su ayuda. Su bonanza se verá alterada por el accidente que sufre si hijo en un pozo, que lo deja sordo y necesitado de atención. El magnate no podrá hacerse cargo de él y antepondrá los negocios a su hijo.
Probablemente no hay imagen mas gráfica o cinematográfica del salto de pobre a rico, que la del hombre con su cara manchada de petróleo. Desde que el personaje interpretado magistralmente por Daniel Day-Lewis se ve en dicha situación, sabemos de su inevitable fortuna, pero lo complejo de su personaje dota al film de cierta épica y profunidad. La historia no tiene desperdicio, y la dirección es redonda de principio a fin.
El atormentado protagonista querrá eregirse como único dueño de su destino, acabando con cualquier contratiempo, y será esa ciega ambición la que acabe con él. A destacar las conversaciones que mantendrá con su supuesto hermano.
Puede que la mejor película del año, que pese a su metraje no se hace larga.
Lo mejor: Imposible apartar la mirada de la pantalla.
Lo peor: Por decir algo, algunas piezas de la banda sonora.
La película se estrena el 15 de Febrero en España.
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