jueves, 28 de agosto de 2008

El caballero oscuro: El discurso al servicio del espectáculo


Es innegable que el revuelo causado por El caballero oscuro le ha favorecido en taquilla, pero perjudicado en su valoración. Todos hemos esperado demasiado del film de los Nolan, y no ha faltado gente dedicada a resaltar sus defectos. Sin embargo, también ha generado toda una serie de debates en la blogosfera, de reseñas de un altísimo nivel que indican claramente que la profundidad del film va más allá de lo que dura su metraje.

Su discurso, siempre supeditado a cánones y exigencias de espectáculo y taquilla, acaba por calar. Buscamos aire en el frenético montaje y acaba por desbordarnos, como al propio protagonista, mostrando que las decisiones precipitadas no siempre se toman acorde a un sistema de valores. Es ahí donde el film da un paso más allá, a medio camino entre la diversión y la obra de arte. La misma batalla que implica a Joker y Batman, donde todo espectador puede considerarse un Harvey Dent en potencia.

Situada varios años después de lo acontecido en Batman Begins, Gotham sigue sumergida en el crimen y la corrupción. En un mundo donde quienes imparten justicia (jueces, policía) viven más al margen de la ley que los criminales, los habitantes de la ciudad confían en Batman (Christian Bale) como esperanza de futuro. La justicia personificada en un anónimo disfrazado que incumple tantas o más leyes que las personas contra las que lucha.

En plena operación contra los fondos de las mafias de Gotham, irrumpirá un nuevo e inquietante personaje. El Joker (Heath Ledger) hace aparición en la ciudad con la única intención de destruirla desde dentro, involucrando a Batman en sus incompresibles planes. Si Batman asumía que su ley en la sombra debía dejar paso a la de Harvey Dent (Aaron Eckhart), el Joker obligará a Batman a llegar al límite de su moral para hacerle frente.


Tintes de drama clásico salpican constantemente esta cinta, donde el vertiginoso montaje deja poco tiempo a la reflexión. La dimensión de la cinta de los hermanos Nolan se eleva al ritmo que el Joker trenza sus planes, en la dualidad que representan villano y héroe. La disección de los personajes es perfecta, desde la lúcida locura del Joker a su influencia en Batman y Dos Caras, en una evolución que funciona como perfecta antesala a su desenlace.

Y aquí hallamos la grandeza de El caballero oscuro, en su discurso, en su capacidad para dar sentido a planes y diálogos, de proponernos un magistral y frenético entretenimiento, que nos lleva a nosotros mismos a cuestionarnos sobre tan antagónicas figuras. Si la figura que representa la justicia en Gotham quiere acabar con el Joker, tendrá que convertirse en él, redefinirse, tal y como en la primera entrega hizo con el concepto de guardián de la justicia.

El film juega con los elementos clásicos que provocan en terror en nuestra moderna sociedad, a base de videos en televisión, actos sin sentido e incluso renunciando a la mayor arma existente: el dinero. Así vemos como el Joker más que pretender destruir los cimientos de una sociedad, pretende hermanarse con ella, como hijo suyo que es, pervirtiendo su dos mayores baluartes: la figura pública e icónica de la justicia (Harvey Dent), y el temido guardián en la sombra (Batman).

Todo ello trazado a golpes de guión donde cada escena tiene un sentido inmediato, y es germen de cambio para lo venidero en un puzzle abrumador que, salvo un par de hechos muy desubicados, golpea al espectador sin piedad durante los 150 minutos de metraje. Así nos sentimos cómplices en la impotencia del héroe, desbordado por un villano al que supera sobradamente en el terreno físico, pero instalado en un terreno ético y moral al que no puede llegar. Basta la desafiante soberbia del Joker pidiendo a Batman que le atropelle con la moto.

Cierto es que parte del montaje (Lee Smith) peca de pomposo, las momentos musicados (James Newton Howard y Hans Zimmer) de excesivos, y algún giro de guión desacertado, así como la sensación de que los hermanos Nolan no han querido salirse de lo políticamente correcto, cerrando el film con un final descafeinado. Pese a eso, la enorme brillantez de gran parte de El caballero oscuro, la eleva varios peldaños por encima del cine de entretenimiento. La labor técnica roza en varias ocasiones lo magistral.

Los actores cumplen sobradamente con su papel, gracias a un guión que ha priorizado su correcta composición. Batman pasa a ser un secundario donde el mérito está en su evolución (Bale cumple con el piloto automático), Harvey Dent vive en ambos lados de la balanza y pese a lo abrupto del salto, Aaron Eckhart borda el envite. Morgan Freeman, Michael Caine, Gary Oldman y Maggie Gyllenhaal aprueban sus respectivas intervenciones, breves pero importantes.

Y sin duda, la gran estrella es Joker, de apariencia endeble y demoledores actos, huyendo del histrionismo. Decir que Ledger está perfecto en el papel es algo de sobras conocido. Pero más allá de la labor del coral reparto, su rol cobra importancia en cada hecho del film, donde los diálogos son el motor de la historia. Si el Joker se basta solo para ocupar su lugar en la balanza como dinamitador de valores, Batman representa el brazo ejecutor del opuesto. Ahí Alfred representa el elemento estabilizador y guía para el héroe, Rachel sus limitaciones y la propia identidad, Dent la figura de la necesidad real de dicha sociedad que ha creado a Batman, y Gordon la esperanza de encontrar ideales en dicha sociedad. Un solo elemento capaz de poner en vilo todo un sistema de valores en el que nuestro protagonista y los ciudadanos de Gotham bailarán al son del Joker entre la oscuridad y la luz, siendo el final demasiado conservador.

Final crepuscular con aroma de western, cabalgando nuestro justiciero hacia un ocaso iluminado por las luces de la ciudad, menos la que representa su identidad. Final que nos habla de símbolos, de cómo los iconos superan al hombre. Si Batman Begins habla del miedo, El caballero oscuro habla de la lucha por la esperanza y de los vasos comunicantes en una sociedad instalada en la doble moral.

"Muere como un héroe o vive lo suficiente como para verte convertido en un villano"

En definitiva, El caballero oscuro es un film excelente, excepcional, un drama, una tragedia, un film de acción, llevados hábilmente al límite gracias a un soberbio guión, una dirección magistral, un montaje frenético y unos actores en estado de gracia. Una obra maestra en su terreno, pero no la obra definitiva que muchos han creído (o querido) ver.

Lo mejor: Su profundidad argumental, sus personajes y su ritmo.

Lo peor: Un par de giros en el guión, donde David S. Goyer y Christopher Nolan corren a cargo de la historia, y el mismo Nolan junto a su hermano Jonathan Nolan firman el guión. Excesivamente cerebral, privándole, en parte, de alma.

El dato: Mucho se ha hablado de la interpretación de Ledger, y de su inspiración en Alex De Large y Sid Vicious. Vivió un mes solo en un hotel, preparando el personaje, improvisó la escena en que aplaude en comisaría, y pidió a Bale que le pegara tan fuerte como pudiera en el interrogatorio para meterse mejor en el papel.

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