Parafraseando al gran José Tojeiro, me siento igualmente estafado por los Wachowski. Si te gustan las carreras, no veas Speed Racer. Si te gustan los dramas familiares, no veas Speed Racer. Si te gusta el cine, vete a ver Wall·E. Pero si lo que te gusta son los alucinógenos, Speed Racer es tu película. La paranoia visual creada por estos (anteriormente) dos señores, alcanza cotas inverosímiles, que su técnica requiere, pero un sentido también, y en este caso carece por completo de él.
Los conocidísimos responsables de Matrix, con Joel Silver de nuevo como productor, nos traen cine familiar, un gran espectáculo visual, un entretenimiento sencillo, humilde en propuesta, artificioso en escena. Vamos, una pedrada en toda regla, un film hecho para ellos basándose en la serie de mismo nombre, creada por Tatsuo Yoshida. Se gustan y hacen un film para ver con su familia y explicar cómo han conseguido que quede todo tan majo en pantalla.
Speed Racer (Emile Hirsch) es un joven inepto que como no vale para estudiar, se pasa el día pensando en las carreras. No en vano su hermano (Scott Porter) es un gran corredor, y Speed aprovecha para aprender de él tanto como puede. Un trágico acontecimiento acabará con su hermano fiambre, y el luchando contra fantasmas, siguiendo la estela del hermano mayor y metido en un mundo competitivo que será más complejo de lo que realmente creía.
Para ello, abandonará a su familia, cuyo padre (John Goodman) le construye los coches, y recibiendo la ayuda de Racer X (Matthew Fox) hará frente a la maldad que habita en las carreras. Y es que el vil metal no es un fin en sí mismo, y eso lo sabe Speed Racer, que corre, corre... pues ni él mismo lo sabe, por hacer un mundo mejor, o vete tú a saber.
Y eso nos traen los hermanos Wachowski, un film tonto, como el protagonista. Un viaje lisérgico a través de infinidad de planos sin sentido y con efectos totalmente absurdos. El film carece de emoción alguna, ni humana ni narrativa, ya que la superioridad del protagonista en pista es insultante, y las tonterías al volante infinitas. Y su historia no lo es menos, a la par que previsible y aburrida.
Por si fuera poco, se añade el factor familiar, que de serie viene con un niño pequeño repelente hasta el tuétano y que jamás se lleva su merecida reprimenda. Además, viene acompañado de un mono más listo que él, formando un tándem demencial que no provoca ni una sola sonrisa, sino que protagoniza las escenas más vergonzosas de la cinta.
El reparto cumple con lo esperado, o sea, poco. Con una Susan Sarandon con el piloto automático, John Goodman con un papel liso, Emile Hirsch que sólo pone cara de algo al volante, Christina Ricci adornando, y Matthew Fox luciendo un traje ridículo, el resto de personajes son asquerosamente prototípicos. Claro, es cine familiar, tienen que entenderlo desde la abuela, a los más pequeños.
A nivel técnico, deslumbrante a la par que vacío. Coches de choque y carreras locas donde cualquier cosa que pase te la crees y punto, con automóviles que saltan, escalan y derrapan que da gloria verlos. Lástima que lógica y carreras pillen tan lejos de semejante experimento totalmente carente de emoción.
En definitiva, un pastelazo, empalagoso y directo, para un amplio abanico de paladares. Tan simplón que aburre, tan excesivo que espanta, tan pirotécnico que da la risa. Carta blanca a la locura de los endiosados Wachowski, que ni inventaron ni inventarán nada. Y en éste caso, tampoco entretienen.
Lo mejor: Susan Sarandon y John Goodman.
Lo peor: Dura 2 horas y cuarto.
El dato: Alfonso Cuarón (Hijos de los hombres) fue tenido en cuenta para la dirección, así como a Johnny Deep para el protagonista y Keanu Reeves para Racer X.
Los conocidísimos responsables de Matrix, con Joel Silver de nuevo como productor, nos traen cine familiar, un gran espectáculo visual, un entretenimiento sencillo, humilde en propuesta, artificioso en escena. Vamos, una pedrada en toda regla, un film hecho para ellos basándose en la serie de mismo nombre, creada por Tatsuo Yoshida. Se gustan y hacen un film para ver con su familia y explicar cómo han conseguido que quede todo tan majo en pantalla.
Speed Racer (Emile Hirsch) es un joven inepto que como no vale para estudiar, se pasa el día pensando en las carreras. No en vano su hermano (Scott Porter) es un gran corredor, y Speed aprovecha para aprender de él tanto como puede. Un trágico acontecimiento acabará con su hermano fiambre, y el luchando contra fantasmas, siguiendo la estela del hermano mayor y metido en un mundo competitivo que será más complejo de lo que realmente creía.
Para ello, abandonará a su familia, cuyo padre (John Goodman) le construye los coches, y recibiendo la ayuda de Racer X (Matthew Fox) hará frente a la maldad que habita en las carreras. Y es que el vil metal no es un fin en sí mismo, y eso lo sabe Speed Racer, que corre, corre... pues ni él mismo lo sabe, por hacer un mundo mejor, o vete tú a saber.
Y eso nos traen los hermanos Wachowski, un film tonto, como el protagonista. Un viaje lisérgico a través de infinidad de planos sin sentido y con efectos totalmente absurdos. El film carece de emoción alguna, ni humana ni narrativa, ya que la superioridad del protagonista en pista es insultante, y las tonterías al volante infinitas. Y su historia no lo es menos, a la par que previsible y aburrida.
Por si fuera poco, se añade el factor familiar, que de serie viene con un niño pequeño repelente hasta el tuétano y que jamás se lleva su merecida reprimenda. Además, viene acompañado de un mono más listo que él, formando un tándem demencial que no provoca ni una sola sonrisa, sino que protagoniza las escenas más vergonzosas de la cinta.
El reparto cumple con lo esperado, o sea, poco. Con una Susan Sarandon con el piloto automático, John Goodman con un papel liso, Emile Hirsch que sólo pone cara de algo al volante, Christina Ricci adornando, y Matthew Fox luciendo un traje ridículo, el resto de personajes son asquerosamente prototípicos. Claro, es cine familiar, tienen que entenderlo desde la abuela, a los más pequeños.
A nivel técnico, deslumbrante a la par que vacío. Coches de choque y carreras locas donde cualquier cosa que pase te la crees y punto, con automóviles que saltan, escalan y derrapan que da gloria verlos. Lástima que lógica y carreras pillen tan lejos de semejante experimento totalmente carente de emoción.
En definitiva, un pastelazo, empalagoso y directo, para un amplio abanico de paladares. Tan simplón que aburre, tan excesivo que espanta, tan pirotécnico que da la risa. Carta blanca a la locura de los endiosados Wachowski, que ni inventaron ni inventarán nada. Y en éste caso, tampoco entretienen.
Lo mejor: Susan Sarandon y John Goodman.
Lo peor: Dura 2 horas y cuarto.
El dato: Alfonso Cuarón (Hijos de los hombres) fue tenido en cuenta para la dirección, así como a Johnny Deep para el protagonista y Keanu Reeves para Racer X.
4 comentarios:
Jajajaja, una pedrada en toda regla!!! Buenísimo, a mí es que ni se me pasó por la cabeza ver esto...Hay que tener estómago.
Un saludo!
Jajajajaja! Hombre Tomás, después de Matrix, uno puede esperar algo mínimamente entretenido, pero no dichas regurgitaciones visuales. En fin, si ya los tenía a estos dos por flor de un día, ahora ni te cuento.
¡1 saludo y gracias por comentar!
PD: Se están haciendo de rogar tus críticas de El Caballero Oscuro y Wall·E,eh?
Lo mejor: los pechos de la Ricci
Jajajaja! Lector observador que espero haya visto tanto los fotos como el texto.
Y de paso, un visionado de Black Snake Moan tampoco está de más...
¡1 saludo y gracias por comentar!
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