El hecho de llevar a la gran pantalla la vida de grandes personajes suele ser una ventaja de cara a producir un buen film. La vida de personajes relevantes despierta la curiosidad y ayuda en la labor de guión, ya que los hechos suelen ser reales (no como Amadeus) y la notoriedad del protagonista compensa las posibles carencias en la historia.
Eso no quiere decir que no exista biopic malo (Alejandro Magno), sino que resulta más sencillo llevarlo a buen puerto. Si además Adolf Hitler aparece en todas las listas entre los 5-10 personajes más importantes de la historia, es de esperar captar la atención de un amplio sector del público
El hundimiento nos situa en los últimos días de la 2º Guerra Mundial, del Tercer Reich y de la vida de Adolf Hitler. Berlín se encuentra sitiada por los rusos y Hitler con su plana mayor de generales, secretarias y familiares se refugian en un búnker desde donde dirigen la defensa de la ciudad.
Claro está que todos sabemos cómo acabó, de manera que lo interesante está en el desarrollo de los acontecimientos que llevaron al suicidio del Führer. Para ello, Oliver Hirschbiegel se ayuda del testimonio real de la secretaria que acompañó a Hitler en esos últimos días. Ni tan sólo alguien tan cercano se había dado cuenta de las consecuencias del gobierno del Reich.
El film narra la escisión que existía entre los fanáticos seguidores de Hitler y aquellos miraban a otro lado mientras el barco siguese a flote. Con el hundimiento algunos querrán permanecer en Berlín y morir con su líder, mientras que otros optan por claudicar o huir, pero todos ellos conscientes que el mundo que vendría después no tendría cabida para los responsable de millones de muertes.
La decadencia alemana se ve reflejada en el búnker, donde a medida que su resistencia se agota, se perfilan los preparativos para los direfentes suicidios. Esa decadencia se personifica en Hitler, del que en ningún momento del film vemos como un hombre temible, sino más bien un hombre desquiciado al que la mayoría dan por acabado y enajenado.
No es (aunque sea contradictorio) una película de personajes, apenas hay evolución en ellos. Se encuentra más cerca de ser un documental donde la historia justifica los personajes, y no al revés. La labor del director, sin demasiado artificio, es eficaz, solvente, al igual que las interpretaciones.
En definitiva, una película cuya temática ya justifica su visionado, y aún así, muy recomendable.
Lo mejor: Nunca cae en el discurso fácil o la moralina de tertulia televisiva.
Lo peor: Encumbraron a Bruno Ganz más por parecido físico que por interpretación.
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