lunes, 31 de marzo de 2008

Despierto: Piensa como Hitchcock, rueda como cualquiera


No es nada nuevo decir que el ser humano teme a la muerte, tanto por el abismo que nos espera al llegar, como por el supuesto sufrimiento que de ella se deriva. Cuando se agotan nuestros
sueños de inmortalidad, nos queda al menos esperar que moriremos sin dolor.

Pero si nuestra ansia por no coincidir con la muerte es grande, más lo es no coincidir con ella y seguir vivos. Ya plasmó Poe de manera excelente el miedo a ser enterrado vivo en su relato El entierro prematuro, y más tarde Hitchcock dirigió un capítulo de su propia serie donde dan por muerto a un hombre que es plenamente consciente pero totalmente paralizado.

Claro que apoyar todo un film en semejante premisa, es arriesgado, y en Despierto, más bien sirve como vehículo para destapar una trama también muy cercana a Hitchock, pero con un desarrollo más convencional. Una apuesta de la vieja escuela adaptada al gran público.

Clay Beresford (Hayden Christensen) es un joven millonario que sufre de una anomalía en el corazón
que le lleva a someterse a un transplante a manos de su mejor amigo. Prometido con la secretaria de su madre (Jessica Alba) esconderá la relación a ésta última sus planes por miedo al rechazo y la herencia.

Sobre la mesa del quirófano y anestisiado quedará paralizado con entradas en primera fila para su propia operación y la trama orquestada para acabar con su vida. Encerrado en su cuerpo luchará por su vida sin medios para ello.

Si algo cabe destacar de la cinta, es su guión, pulido y ajustado, tirando más al defecto que al exceso. La historia de un hombre que vive en primera persona su operación no da para una película, así que usan el suceso para destapar una trama con unos personajes bien presentados que tampoco se destapan buscando el efectismo.

El film huye del sentimentalismo, y apuesta por ser conciso, directo, 84 minutos de metraje para una historia oscura, sencilla y nada artificiosa, que opta más por dejar buen sabor de boca al salir de la sala, que no por dejar una gran impronta en la memoria.

Los actores no destacan excesivamente, cumplen con corrección y sin alardes, al igual que la labor del director (Joby Harold), más pendiente de no fallar que de arriesgar, no en vano es su ópera prima con guión firmado por él mismo.

En definitiva, un film muy correcto e interesante, a ratos claustrofóbico, que ni empalaga ni aburre.

Lo mejor: El guión y su duración.

Lo peor: Algún giro bastante previsible.

El dato: Lo sucedido al protagonista en el quirófano no es invención.

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