jueves, 20 de marzo de 2008

Destino Final 2: El plan B de la muerte


Para que vamos a negarlo, ver jovencitos ingenuos palmando en una película es un gran entretenimiento. El cine de terror hace años que se nutre de éste tipo de entretenimiento, donde la mayoría de veces somos más partidarios del psicópata asesino que no de la muchachada.


Si además surge una buena idea, que engacha con el público, ya tenemos una saga lista para ser devorada por el público. La saga que hoy me trae aquí es Destino Final, de sobras conocida por todos vosotros. Un joven tiene una espantosa visión antes de subir a un vuelo con sus compañeros, y decide no coger ese avión, arrastrando consigo a varios de ellos. Cuando el avión estalla tal como el predijo, la muerte irá tras ellos para reparar el error. El acierto de la primera entrega era que la muerte no tenía una entidad física, sinó que se camuflaba de cotidianidad para dar caza a sus presas de la manera más salvaje. La clara representación de que la muerte acecha en todas partes.

Un año después de lo acontecido en la primera entrega, una serie de personas se verán implicadas y salvadas de un accidente múltiple en una autopista. Dicho evento les marcará en la agenda de la muerte y surgirá la relación que les une a las víctimas del vuelo 180.

Sí, no me andaré con rodeos, es una mala película. Pero supongo que nadie esperaba un film de calidad,¿no? Como dije en mi crítica de John Rambo, hemos venido a ver muertes. Y la verdad es que en ese aspecto cumple. Empecé el visionado de Destino Final 2 justo después de ver noticias relacionadas con los accidentes de tráfico en semana santa, y el especial de Callejeros. Así que la escena inicial del film me pareció soberbia, impactante, lejos de la tónica cómica del resto del film. Incluso diría que tenía un componente dramático, casi poético, al hablar de destino. En ésta primera escena mueren todos, para ipso facto volver la protagonista de su visión, y salvar (atasco mediante) a los protagonistas de su visión. Pero sólo a medias, ya que sus amigos perecen, y el accidente ocurre igualmente, pero con otros protaqgonistas, y de paso, varios kilómetros antes.

A partir de aquí, más de lo mismo visto en la primera parte, peró con peores actuaciones, un guión (si cabe) aún más flojo, y personajes aún más torpes. Pero eso nos importa poco, porque sabemos que la muerte va a hacer su trabajo, y al espectador sólo queda sorprenderlo en la manera en cómo nuestro protagonistas abandonan nuestro mundo. Aquí el film juega sus bazas y nos presenta sucesos que avisan de esa muerte, pero que acaba siendo muy diferente a lo que esperamos. A veces realmente ridícula, otras extremadamente gore, y en este caso, quitan ese componente más mundano que tenía el film anterior. Lo atractivo de aquel film era ver cómo en actos cotidianos se pueden juntar ciertos eventos que crean un peligro a priori impensable.

Desde luego no falta estupidez, algunos personajes mueren casi sin buscarlo, pero otros lo merecen. Pongamos el caso del chico ganador de la loteria, que no tiene otra cosa mejor que meter la mano en la trituradora, o el chico aplastado por el ventanal, que hace mucho debió superar el extraño gusto por espantar palomas.

En ésta segunda entrega se juega más con el humor negro (por llamarlo de alguna manera) y los personajes se muestran temerosos ante su muerte, pero no se privan de hacer sus chistes o bromear con la muerte de otros. Ni uno sólo de esos momentos merece mención especial. Mención que sí merece su final, malo y precipitado.

En definitiva, un film malo, pero entretenido, una buena alternativa a tanto remake de película japonesa y que sólo se vuelve aburrido en su media hora final.

Lo mejor: La escena del accidente de tráfico.

Lo peor: La escena de las palomas.

El dato: El director, David R. Ellis, prepara la cuarta entrega después del exitazo de su Snakes on a Plane.

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