Cada nuevo proyecto de J.J. Abrams viene cargado de expectación. Para muchos no la merece, pero no podemos restar méritos al creador de Alias, Felicity, Lost y Cloverfield. Y en ésta ocasión trae bajo el brazo una serie que, como bien apuntaban los rumores, viene a suplir el hueco que dejó Expediente X, y que se estrenará éste otoño en EE.UU.
Si bien Expediente X se encargaba de lo paranormal, Fringe más bien hace su camino en el terreno de la pseudociencia (fringe science) y los avances tecnológicos. Como bien apuntan en el episodio piloto, hay una verdad oculta que pasa inadvertida para la gran mayoría de personas, un mundo de sucesos inexplicables que sirven de origen a la serie.
El piloto empieza con un avión atravesando turbulencias, y un pasajero nervioso inyectándose insulina. Eso no ayuda y decide ir al servicio, hecho que llama la atención de la azafata que irá en su busca, para encontrar al hombre completamente deforme y pidiendo ayuda. La infección alcanzará a todos los pasajeros y al capitán, que pondrá el piloto automático a tiempo. Plano del avión desde fuera, atravesando la tormenta, y entramos en la cabecera. ¡Empieza Fringe!
La cabecera vuelve a tener un toque retro, como ya la tuvo la de Lost. Vemos conceptos como teletransportación, materia oscura, piroquinesis o preconocimiento, junto al título de la serie, con el mismo tipo de letra que el de Lost. No es demasiado espectacular la cabecera, la verdad.
Vemos a nuestra protagonista, llamada Olivia Dunham (Anna Torv), que mantiene una relación con otro agente del gobierno, y ambos son llamados para atender el caso del avión fantasma aterrizado. Ambos estarán a las órdenes de Phillip Broyles (Lance Reddick) que pasó tiempo en prisión gracias a Olivia. No hay señales de vida en el avión, solo sangre en las ventanas, y el estado de los cadáveres les llevará a pensar en un ataque químico. Una pista les llevará a unos almacenes a la pareja de detectives, donde veremos vivo al hombre que inició la infección en el avión, y el agente Scott (Mark Valley) será infectado.
A partir de aquí comenzará una cuenta atrás para descifrar el enigma de la infección que acabará con la vida del agente Scott. Para ello, la agente Olivia reclutará al Doctor Walter Bishop (John Noble), confinado en un psiquiátrico a causa de las atrocidades que tuvieron lugar en su laboratorio años atrás, y origen de la infección. Para ello necesitará la ayuda de un familiar cercano que autorice la salida del centro del doctor, y la tarea recaerá en Peter Bishop (Joshua Jackson), hijo del doctor. Así tendremos creado el grupo que investigará una posible cura para el agente, mientras buscan al responsable de la infección en el avión.
Gracias a los conocimientos del doctor Bishop, Olivia entrará en un mundo desconocido entre la ciencia y la ciencia-ficción y su superior le hará saber que ese mundo existe, más allá de una realidad que esconde dichas verdades. Si en Expediente X eran los expedientes X, aquí se habla de The pattern (patrón), y vemos involucrada a una multinacional, que sirve (junto al final) para indicarnos que las grandes corporaciones están por encima de gobiernos e instituciones.
Vista la idea de la serie, resulta atrayente, pero el piloto no es todo lo atractivo como lo fueron el de Alias o Lost. El piloto comparte presupuesto con el de Lost, ambos costaron 10 millones de dólares. Si bien el tema del vuelo 627 (que no Oceanic 815) es impactante, pero la historia acaba por centrarse de lleno en la búsqueda de un remedio a la infección y la presentación de todos los personajes, solucionando el tema del avión en los últimos cinco minutos, y no con mucho acierto.
Desde luego con semejante coste de producción, el resultado está a la altura de cualquier film en cartelera y es muy indicativo de cómo la televisión come poco a poco terreno al cine, más allá de la migración de guionistas a las series televisivas. Desde luego es una apuesta muy fuerte hacia el proyecto de Abrams, destinado al primetime.
Más allá del avión como guiño a Lost, tenemos a Michael Giacchino, compositor de la banda sonora de ambas series, Ratatouille y Los increíbles, entre otros trabajos. Incluso alguna pieza de Lost suena durante el piloto. El guiño claro a Expediente X viene hacia el final, con la frase del compañero de Olivia que comenta que "the truth is ... we´re obsolete" cuando esperamos el ya mítico "the truth is out there".
En definitiva, la serie llama la atención pero debe mejorar con respecto al piloto. Posiblemente opten por realizar capítulos autoconclusivos, donde se empiece y acabe un caso pero manteniendo una historia que de sentido a cada temporada, más cerca de lo que era Alias que no de Lost. Es una de las series que más llama la atención de la nueva hornada que nos llegará en otoño, así que vale la pena darle de nuevo la oportunidad al genio de Abrams.
Si bien Expediente X se encargaba de lo paranormal, Fringe más bien hace su camino en el terreno de la pseudociencia (fringe science) y los avances tecnológicos. Como bien apuntan en el episodio piloto, hay una verdad oculta que pasa inadvertida para la gran mayoría de personas, un mundo de sucesos inexplicables que sirven de origen a la serie.
El piloto empieza con un avión atravesando turbulencias, y un pasajero nervioso inyectándose insulina. Eso no ayuda y decide ir al servicio, hecho que llama la atención de la azafata que irá en su busca, para encontrar al hombre completamente deforme y pidiendo ayuda. La infección alcanzará a todos los pasajeros y al capitán, que pondrá el piloto automático a tiempo. Plano del avión desde fuera, atravesando la tormenta, y entramos en la cabecera. ¡Empieza Fringe!
La cabecera vuelve a tener un toque retro, como ya la tuvo la de Lost. Vemos conceptos como teletransportación, materia oscura, piroquinesis o preconocimiento, junto al título de la serie, con el mismo tipo de letra que el de Lost. No es demasiado espectacular la cabecera, la verdad.
Vemos a nuestra protagonista, llamada Olivia Dunham (Anna Torv), que mantiene una relación con otro agente del gobierno, y ambos son llamados para atender el caso del avión fantasma aterrizado. Ambos estarán a las órdenes de Phillip Broyles (Lance Reddick) que pasó tiempo en prisión gracias a Olivia. No hay señales de vida en el avión, solo sangre en las ventanas, y el estado de los cadáveres les llevará a pensar en un ataque químico. Una pista les llevará a unos almacenes a la pareja de detectives, donde veremos vivo al hombre que inició la infección en el avión, y el agente Scott (Mark Valley) será infectado.
A partir de aquí comenzará una cuenta atrás para descifrar el enigma de la infección que acabará con la vida del agente Scott. Para ello, la agente Olivia reclutará al Doctor Walter Bishop (John Noble), confinado en un psiquiátrico a causa de las atrocidades que tuvieron lugar en su laboratorio años atrás, y origen de la infección. Para ello necesitará la ayuda de un familiar cercano que autorice la salida del centro del doctor, y la tarea recaerá en Peter Bishop (Joshua Jackson), hijo del doctor. Así tendremos creado el grupo que investigará una posible cura para el agente, mientras buscan al responsable de la infección en el avión.
Gracias a los conocimientos del doctor Bishop, Olivia entrará en un mundo desconocido entre la ciencia y la ciencia-ficción y su superior le hará saber que ese mundo existe, más allá de una realidad que esconde dichas verdades. Si en Expediente X eran los expedientes X, aquí se habla de The pattern (patrón), y vemos involucrada a una multinacional, que sirve (junto al final) para indicarnos que las grandes corporaciones están por encima de gobiernos e instituciones.
Vista la idea de la serie, resulta atrayente, pero el piloto no es todo lo atractivo como lo fueron el de Alias o Lost. El piloto comparte presupuesto con el de Lost, ambos costaron 10 millones de dólares. Si bien el tema del vuelo 627 (que no Oceanic 815) es impactante, pero la historia acaba por centrarse de lleno en la búsqueda de un remedio a la infección y la presentación de todos los personajes, solucionando el tema del avión en los últimos cinco minutos, y no con mucho acierto.
Desde luego con semejante coste de producción, el resultado está a la altura de cualquier film en cartelera y es muy indicativo de cómo la televisión come poco a poco terreno al cine, más allá de la migración de guionistas a las series televisivas. Desde luego es una apuesta muy fuerte hacia el proyecto de Abrams, destinado al primetime.
Más allá del avión como guiño a Lost, tenemos a Michael Giacchino, compositor de la banda sonora de ambas series, Ratatouille y Los increíbles, entre otros trabajos. Incluso alguna pieza de Lost suena durante el piloto. El guiño claro a Expediente X viene hacia el final, con la frase del compañero de Olivia que comenta que "the truth is ... we´re obsolete" cuando esperamos el ya mítico "the truth is out there".
En definitiva, la serie llama la atención pero debe mejorar con respecto al piloto. Posiblemente opten por realizar capítulos autoconclusivos, donde se empiece y acabe un caso pero manteniendo una historia que de sentido a cada temporada, más cerca de lo que era Alias que no de Lost. Es una de las series que más llama la atención de la nueva hornada que nos llegará en otoño, así que vale la pena darle de nuevo la oportunidad al genio de Abrams.
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