Volvemos al eterno debate de hacer lo correcto. La justicia está por encima de todo y de todos, y aunque seamos ciudadanos de a pie que no reciben compensación alguna por ejercer de ejecutores de la ley, existe una especie de imposición moral que nos mueve a ello.
Llevado al extremo, poniendo en juego nuestra vida e incluso la de nuestros allegados, hacer lo correcto se convierte en un todo o nada, estás con nosotros o contra nosotros, mantenerte al margen te hace cómplice y te hace ganar la expulsión de la escuela urbana de heroes que buscan sus 15 minutos de gloria televisiva, o tan sólo una paz interior o una redención que de manera hipócrita compensa los tantos errores de a diario.
The Contract nos llega con dos años de retraso, para contarnos como padre e hijo en una reconciliación campestre topan con un criminal huido al que sus compañeros buscan. Ante la opción de dejarlo marchar y evitar el peligro, deciden retenerlo para entregarlo a la justicia, a sabiendas del acoso de otros 4 asesinos que intentarán darles caza.
Y es que si, a priori, se nos presenta como un film de acción (éso promete el trailer), al final ésta queda relegada a un segundo planos en detrimento de las secuencias de diálogo entre Cusack y Freeman. No existe tensión alguna en el film, un patrón de gato y ratón donde el captor no es fiero y la presa disfruta el paseo.
No podemos decir que el film aburra, pero sí es cierto que no pasa nada interesante. Una historia demasiado sencilla para un desarrollo pobre, donde los protagonistas más que enemigos parece colegas gastándose una broma y las reacciones son, como mínimo, atípicas.
A destacar la escena de la cabaña, donde Cusack es avisado del peligro, y pese a todo se queda, y se sorprende al confirmarse dicho peligro, aceptando la proposición que desde el principio le hace Freeman. También es reseñable lo mucho que recuerda dicho bosque al visto en The Blair Witch Project, no tanto en aspecto sino en confuso, ya que pese a ser una reserva natural parece no tener salida.
El reparto no luce, básicamente porque no hay ninguna oportunidad de hacerlo, y tanto Freeman como Cusack dedican su esfuerzo a evitar las carcajadas en las sucesivas y absurdas escenas que comparten. Se añaden al baile otros dos personajes que no aportan absolutamente nada, excepto el de evidenciar el peligro con sus propios cuerpos. Ni tan sólo la impersonal dirección de Beresford ayuda a mejorar el conjunto, ya que no imprime ni ritmo ni fuerza. Claro que rara vez Beresford ha sido capaz de ello.
Cierto es que el arranque del film promete, pero en éso queda, la historia se estanca y navega entre el aburrimiento y la inanición. La trama apenas avanza, y las tramas secundarias son un cliché detrás de otro que acaba por buscar más la risa que la tensión.
En definitiva, un film flojo, sólo apto para quien se conforme con no aburrirse. Una apuesta por un planteamiento interesante, pero cuyo desarrollo se acerca a la improvisación. Película que llega dos años tarde a nuestras pantallas, y unos 70 años tarde al cine.
Lo mejor: El arranque, pese a la absurda escena inicial.
Lo peor: No hay tensión ninguna en el film.
El dato: Algún iluminado hablará del cambio de registro de morgan Freeman, cuando lo hemos visto en papeles similares tanto en El Cazador de sueños como en El Caso Slevin.
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