Johnny cogió su fusil es posiblemente uno de los títulos más complicados y controvertidos a los que el espectador puede enfrentarse. No tanto por su discutible calidad cinematográfica, como por la potencia de su discurso. Habrá quienes se aferren al historial de su escritor/director Dalton Trumbo (uno de los grandes), pero una vez empieza el film no existen los nombres ni la historia, sólo Johnny y su agonía.
El ser humano reducido a la pura conciencia, aislado del mundo, un Gregor Samsa con fusil cuya vida de un giro radical en el momento que de él sólo queda la mente. La desgracia llevada al límite como excusa para hablar de religión, política, patriotismo, eutanasia, filosofía e incluso aborto. Un discurso que más que concienciar, pretende justificar e incomodar desde una imperfección académica.
Joe (Timothy Bottoms) es un joven norteamericano que se alista al ejército en la 1º Guerra Mundial. Dejando atrás novia y familia acude a la llamada del deber convencido de hacer lo correcto. Toda su vitalidad e inocencia desaparecerán en la explosión de una bomba, que le privará de brazos, piernas, boca, ojos y oído.
Convertido en un torso con vida, incapaz de comunicarse con el exterior, su caso será tomado como objeto de estudio, manteniéndolo con vida por piedad y ciencia. Con su cuerpo por prisión irá descubriendo poco a poco su situación y aprendiendo a entender su entorno con los pocos medios que le quedan.
Cierto es que la situación que plantea es totalmente límite, un estado cartesiano donde la única verdad viene del pensamiento, y la realidad y la ensoñación son dos estados indiferenciables. Mediante flashbacks veremos su vida pasada, y también parte de sus sueños y recuerdos. A través de ellos vemos la crítica política y el ataque directo al discurso religioso que prima lo espiritual sobre lo corporal.
En su soledad e inmovilidad, se verá frustrado y decepcionado por todo lo que ha creído cierto, por haber tomado unos ideales que le han llevado a esa situación. En un diálogo con su padre vemos que ni tan sólo sus convicciones políticas son firmes, ya que desconoce lo que significa la palabra democracia, y menos aún sabe quienes son sus enemigos.
En los sueños que tiene el protagonista podemos entrever la mano que metió Buñuel, que en principio iba a dirigirlo y participó en el guión, y donde vemos los anhelos y temores del protagonista. Está claro que juzgar el film obviando el debate que propone, es complicado. En ése punto el film grandioso, con sólo un hombre en una camilla genera una serie de argumentos que muchos otros films con mucha más fanfarria no consiguen.
Eso sí, se toma el riesgo de aburrir con una narrativa lenta, y sobretodo con unos flashbacks muchas veces innecesarios. Ayudan las excelentes interpretaciones de Jason Robards y Donald Sutherland (representando a Cristo), pero queda claro desde e principio que el film no pretende ser un derroche de perfección académica, de buen hacer cinematográfico, sino el intento de un autor de plasmar su libro a la pantalla todo lo fielmente posible, rayando el ensayo.
En definitiva, estamos ante un film impresionante, a la par que polémico y complicado, de aquellos que no gusta recomendar. Para mí imprescindible, no por genial (sus fallos tiene) sino por diferente, único, y por ser la única vez que el genial Dalton Trumbo se puso detrás de la cámara.
Lo mejor: Las escenas en que Joe toma contacto con su nueva realidad.
Lo peor: Ciertos flashbacks que aportan más bien poco.
El dato: Se convirtió en film de culto cuando Metallica baso su videclip y canción One dicho film.
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