Maquiavelo decía que es bueno para un gobernante tener ciertas virtudes. Pero en su ausencia, era recomendable aparentar tener esas virtudes. En un mundo regido por el capitalismo y las grandes corporaciones, las marcas son un fin en sí mismo. Es más importante el cómo se vende un producto que no el producto mismo y prueba de ello son las grandes campañas publicitarias de algunos films que llegan a veces a generar beneficios antes de su estreno, sólo con merchandising.
El mundo del deporte no es ageno a ese mercado, como no lo es el de la música y otros tantos, y la mayoria de profesionales de élite obtienen la mayor parte de sus ingresos de los patrocinadores. Así llegamos a la adaptación que Mark Robson hizo sobre la novela de Budd Schulberg, adentrándose en el oscuro mundo de los púgiles.
Eddie Willis (Humphrey Bogart) es un redactor deportivo en el paro. Perdido empleo y prestigio, le surge la oportunidad de renacer cuando un mánager pide su ayuda para promocionar a un púgil tan grande en tamaño como negado para el boxeo. Mientras Nick Benko (Rod Steiger) organiza combates amañados, Eddie vende humo sobre Toro Moreno, el futuro campeón mundial.
Los ingresos y la fama llegarán con facilidad, a medida que el boxeador será tratado cada vez más como una fuente de riqueza. Eso posicionará cada vez más a Eddie del lado del luchador, que desposeido de dinero y verdad sólo lo queda la gloria en un camino sin final feliz para él: luchar contra el campeón.
Con la máxima de que es más fuerte la pluma que la espada, el film cierra con una escena perfecta, que se va gestando desde el mismo inicio. La fingida inocencia con la que el protagonista inicia su periplo pronto va mostrando su verdadero rostro y cual Leviatán devorará sus creaciones.
Sobra decir el excelente papel de Humphrey Bogart como un hombre que lo ha perdido todo, menos la honradez, que luchará por sobrevivir pero no a costa de todo. Rod Steiger le da la réplica con corrección como despiadado mánager de Toro Moreno, interesado sólo en el dinero.
Con un ritmo intachable, Mark Robson nos presenta un film sin alardes, directo, una serie de jabs, crochet y gancho directo al mentón para explicar una historia sin épica, pero que crece en intensidad a cada combate, dentro y fuera del ring. Un trabajo de guión excelente a cargo de Philip Yordan para mostrar lo justo y necesario, sin efectismos que empañen la historia.
El film acierta en mostrar esos engranages que encumbran figuras, cómo detrás del púgil está el representante, el jefe de prensa, el contable y un innumerable de asalariados que conforman una empresa y se reparten las ganancias de quien realmente trabaja, el rey que jamás dejó de ser peón.
En definitiva, Más dura será la caida es un film excelente, bien narrado e interpretado y con un final espléndido.
Lo mejor: El poder de la palabra que muestra constantemente el film.
Lo peor: Necesaria pero reiterada la estupidez de Toro Moreno.
El dato: Fue el último papel de Humphrey Bogart, que murió de cáncer un año después.
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