sábado, 26 de abril de 2008

Rompiendo las reglas: Tunning, ostias y psicología barata


Quien dice que en el cine está todo inventando, no dice nada descabellado. Rompiendo las reglas es la historia de la inmortal Karate Kid, con la puesta en escena de A todo gas, y con tintes de El club de la lucha para que la cosa no queda en un absoluto despropósito.


Y es que Rompiendo las piernas, pese a todo, dudo que pueda decepcionar a mucha gente, porque no creo que exista alguien capaz de pagar la entrada al cine pensando que va a encontrar una puesta al día de Los 400 golpes ni un profundo análisis del camino que lleva del vacío existencial a las tortas. Dicho ésto, vamos a ver qué nos cuenta el film.

Jake Tyler (Sean Faris) es un joven que se muda a una nueva ciudad, dejando como recuerdo una pelea en un partido de fútbol americano, donde noquea a un compañero. Llegará a su nuevo insituto siendo una celebridad de youtube y en plena fiesta, Ryan, el chulo del insituto lo infla a ostias con un tipo de lucha llamado mixed martial arts.

Con ganas de revancha, una familia problemática y su sentimiento de culpa por la muerte de su padre, acabará en el gimnasio de Jean Roqua (Djimon Hounsou), un mito de dichas artes, que le entrenará a cambio de no hacer uso de lo que aprenda. Sorprendente que el protagonista no le responda pidiendo que él no se gaste el dinero que le paga por entrenar. Todo ese entrenamiento estará enfocado a buscar su venganza en un torneo del que Ryan ha sido varias veces ganador.

Cabe decir que no todas las burradas que uno podría esperar hacen acto de presencia. El film no es un despropósito absoluto, aunque la historia es la misma que hemos visto contada tantas veces y de tantas formas. El típico alumno aventajado que supera y alecciona al entrenador, con final feliz incluido. Fácil teniendo en cuenta lo arquetípico de todos los personajes, salvando a la esposa de Jack Bauer que cree bueno que su hijo progrese en sus habilidades motoras más que en su capacidad intelectual.

Es ahí donde tenemos el toque de psicología barata, un aire tangencial a El Club de la lucha, pero con un personaje mucho más simple que el de Edward Norton y un formato hecho a medida de adolescentes con el clásico giro de cuello y sagre brotando de la boca, aderezado con música estridente y coches iluminando las peleas.

Y es que poco tiene que contar el film, que nos cambia el clásico "poner cera, pulir cera" por un "controla la respiración" y que hace aún más grande la intepretación de Ralph Macchio. Unos jóvenes que se valoran en función de las visitas de sus videos en youtube y que para ello, todo vale.

A su director (Jeff Wadlow), poco se lo puede achacar ya que hace lo que puede, pero al guionista (Chris Hauty) no debió llevarle más de dos horas escribir el guión. No en vano el único guión aparte del presente trata de la vida de dos perros parlantes, y de eso hace ya 12 años.

En definitiva, ninguna sorpresa para bien ni para mal, una absurda historia de superación que sirve de excusa para ver a jóvenes parténdose la cara. Una revisión del sexo, drogas y rock & roll.

Lo mejor: Djimon Honsou, sin duda.

Lo peor: Que pese al final, vende una visión positiva de las peleas.

El dato: Deprimente pensar que Karate Kid tiene 24 años.

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