sábado, 22 de noviembre de 2008

Yakuza: Deuda y honor contra los fantasmas del pasado


Yakuza es el perfecto ejemplo que ilustra que ritmo y velocidad no son lo mismo. Yakuza es un thriller que hospeda acción y melodrama, pero que se toma su tiempo para justificar todo lo que acontece en su historia. La acción es consecuencia y no causa, y para presentar los giros que vemos en Yakuza es necesario plantear al milímetro cada una de las situaciones.

Gran parte del mérito es de Robert Towne (que ese mismo año firmó Chinatown) y de un debutante Paul Schrader, al que más tarde encumbrarían sus trabajos con Scorsese. Y ésa es la gran baza de Yakuza, planear una historia sin fugas, lo que contar, para más tarde centrarse en cómo contarlo y adecuar el ritmo a la historia, y no al revés. Si a ello sumas un Robert Mitchum espléndido, a Ken Takakura dando una réplica a la altura, y a Sidney Pollack detrás de la cámara, no queda duda que Yakuza es un film brillante.

Harry Kilmer (Robert Mitchum) es un veterano de guerra que recibe la llamada de un amigo (Brian Keith) al que le debe un favor. Su misión le llevará a Tokyo para tratar con los yakuza, que tienen a la hija de su amigo retenida por un malentendido con una entrega de armas. Para acceder a ellos, deberá acudir al hermano de un viejo amor llamada Eiko (Keiko Kishi), a la que Harry ayudó después de la guerra.

Ken (Ken Takakura), hermano de Eiko es un ex-yakuza que está en deuda con Harry, pero como derrotado en la guerra no acepta la relación entre ambos e impide su boda. 20 años después Ken debe devolverle el favor a Harry porque su código lo dicta, pero su enfrentamiento con los yakuza generará una espiral de violencia que acabará destapando los secretos que cada uno esconde y obligará a cumplir con sus deudas y afrontar su remordimiento.

Normalmente, en este tipo de films resulta más fácil redactar una sinopsis debido a que bajo el barniz de pólvora y sangra subyace una historia que, más allá de su efectividad, suele ser escasa. Yakuza no es un ejemplo de eso, ya que si hubiera ido un poco más allá en explicar la trama podría destripar los numerosos giros que el guión nos brinda.

Más allá del ya laureado trabajo de Towne y Schrader, hay que destacar las portentosas interpretaciones de Mitchum y Takakura, ya que el film se acerca más a una historia de amistad y honor entre aparentes enemigos, que no a la venganza o el amor. El resto del reparto acompaña, no en vano Pollack sabe dirigir diestramente a sus actores.

Pollack, que venía de dirigir Tal como éramos, apuesta por una dirección más sobria pero igualmente efectiva, cámara en mano en muchas ocasiones. Las imágenes se empapan de la cultura oriental y de un minimalismo a base de planos cortos, sombras y espacios cerrados. Así es como nos brinda cierta claustrofobia con personajes sin salida alguna, tanto en lo físico como en lo emocional, combinando sabiamente ritmo e introversión.

En ese plano es donde los personajes elevan el tono narrativo, dando un transfondo a una historia que podría haber sido más sencilla y más sangrienta, pero menos profunda. Con ello no quiero decir que Pollack nos brinde una cinta épica sobre venganzas y amoríos orientales, pero sí conjuga varios géneros en una propuesta donde cada plano brinda un sabor distinto, acercándose incluso al western.

En definitiva, un film más que interesante. No podemos hablar de obra maestra ni del mejor film de Pollack, pero sí de las mejores del género y un referente para muchas cintas venideras. Pero sobretodo destacar una gran virtud aparte de la inteligencia de su guión, una virtud que habría que exigir a todos los films, pero muy pocos la poseen: no tratar de idiota al espectador.

Lo mejor: La pareja protagonista y su evolución durante el film.

Lo peor: La sobriedad del arranque puede desmoralizar a alguno, ya que las cartas con las que juega Yakuza tardan en ponerse sobre la mesa.

El dato: El guión costó 300000 dólares, el más caro hasta aquel momento.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"la acción es consecuencia y no causa"

Precisamente lo que tendrían que aprender muchos directores actuales.

Meter escenas de acción y peleas (que siempre son de agradecer para descargar adrenalina) siempre tendrían que tener una razón.

Ejemplos muchos. Tiempo para nombrarlos poco.

Ojalá se hiciesen más películas como la que comentas.

Un saludo!

Redrum dijo...

Sin duda Snake, ojalá los estándares de hoy día se acercaran más a Yakuza.

Algunos directores sacian estómagos y se dejan de saciar la chotola, dejándonos un espectáculo vacío y la cara de tontos.

¡1 saludo y gracias por comentar!

Anónimo dijo...

Yo siento una debilidad especial por este film, ya te lo he contado en alguna ocasión, esta es una de esas películas ue el señor Scott ha tratado de copiar pero su resultado no estuvo a la altura, a pesar de tener a Ken takamura en su reparto también, pero es que Michael Douglas es estomagante.

Redrum dijo...

Desde luego Douglas no es Mitchum, ni Scott es Pollack. Cada uno a los suyo, Scott que las atmósferas opresivas y Pollack con las historias que nacen de sus personajes.

Me alegro que te gustara, amigo Videodromo (lo sé, cada día te cambio el nombre), y contento quedo yo de enriquecer mi pobre cultura cinéfila.

A ver cuando aparece Tomás, que la recomendación era suya!

¡1 saludo y gracias por comentar!